La situación de crisis actual está registrando en el sector laboral su mayor sensibilidad, siendo nuestros jóvenes los más expuestos a mayores tasas de desempleo y trabajo informal. La precariedad laboral ha determinado una mayor vulnerabilidad para los jóvenes, cuya etapa de tránsito desde los estudios al trabajo remunerado se caracteriza por inserciones laborales intermitentes, altas tasas de desempleo y abandonos escolares. Las encuestas de hogares del INDEC señalan que en el país hay aproximadamente 4,5 millones de jóvenes urbanos que tienen entre 18 y 24 años de edad, de los cuales el 15% tiene un empleo asalariado registrado con un salario bruto estimado en $6.200, otro 30% tiene un trabajo precario (asalariado “en negro”, cuentapropista) con remuneraciones en el orden de los $1.8500 y un 55% restante que no trabaja, de los cuales un 23% tampoco estudia (generación ni – ni; ni trabajan ni estudia).
La insuficiente creación de empleos decentes para los jóvenes no es sólo una cuestión económica. Trasciende hacia otros ámbitos. La ausencia de oportunidades de un empleo justo conduce paulatinamente a cuadros de desmotivación y depresión, llegando incluso a adicciones, violencia y degradación social, que afectan decisivamente el presente y futuro de la sociedad. Hasta la actualidad, con algunas excepciones, las políticas públicas de empleo y formación profesional, adoptadas como respuesta a la crisis económica, social y ocupacional de la última década, se orientaron a la atención de la población desocupada en general, sin incorporar dispositivos particulares que permitieran abordar la especificidad de la problemática inserción de los jóvenes en el mundo del trabajo.
En tal sentido, en el mes de enero pasado nuestra presidente lanzó el Programa Progresar apuntando especialmente a los jóvenes ni – ni, lo cual no deja de ser una buena noticia pero que dejará de serlo si termina resultando una práctica clientelar. Cabe recordar que un programa similar denominado “Jóvenes con más y Mejor Trabajo” fue lanzado en mayo de 2008 (Resoluciones del MTEySS n. 497 del 13 de mayo de 2008 y de la SE n. 261 del 13 de mayo de 2008) sin mayores y visibles resultados.
Por ello debemos repensar la formación laboral. La capacitación y formación para el trabajo deben considerar a los jóvenes de manera integral y de acuerdo a sus distintos talentos, oportunidades y necesidades. Para que sea beneficiosa debe encontrase unida a la actividad productiva y a las demandas, retos y competencias que enfrentan las empresas para ser sostenibles. Rescatemos del olvido a las escuelas técnicas y de oficio, especialmente en aquellas regiones del país en donde los jóvenes no tienen alternativas de estudio o preparación para el trabajo ¡Hay que comenzar ya! Interactuando los municipios con las actividades agroindustriales de la zona, focalizando en la demanda de mano de obra que se necesita, ofreciendo posibilidades de formación concretas a los jóvenes y facilitando con créditos accesibles a emprendedores para que puedan invertir en sus proyectos.s También necesitamos que el empresariado acompañe entendiendo que debe capacitar y ayudar en la formación de sus futuros empleados con pasantías rentadas que signifiquen un aliciente para aquel que se esfuerza.
Abordar esta cuestión exige en todo caso, como ha señalado la Organización Internacional del Trabajo (OIT), adoptar un enfoque integrado y coherente que combine intervenciones macro y microeconómicas en diferentes ámbitos de actuación -educativo, laboral, social, etc.- y que esté orientado tanto a la oferta como a la damenada de mano de obra, como al volumen y la calidad del empleo. Para ello necesitamos que la política, las empresas, entidades financieras y los sindicatos trabajen en conjunto.
La resolución conjunta en Santiago de Chile, del 26.1.13, de la IV CUMBRE EMPRESARIAL UNIÓN EUROPEA – AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE “Inversiones para el crecimiento económico, la inclusión social y la sustentabilidad ambiental”, recomienda “que los formatos de capacitación que acercan la enseñanza con las pasantías en las empresas o que combinan la modalidad trabajo-formación, tales como la formación dual, cuentan con una amplio reconocimiento por parte de las empresas, que se refleja en una elevada tasa de inserción laboral del personal capacitado, que incluso es apreciado en situaciones de crisis, por lo que representan un capital fundamental para las personas”
Estoy convencida que se puede romper con el círculo de desempleo juvenil y me alientan experiencias concretas que pueden resultar motivadoras. Menciono algunos ejemplos: el prestigioso centro de capacitación de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana (BBZ); el Colegio Agropecuario de Realicó; La Pampa (establecimiento educativo de nivel medio dedicado a jóvenes bachilleres con orientación agropecuaria), la Escuela Tecnológica Universitaria “W. v. Siemens”, del conurbano bonaerense y que ha sido pionera en la educación dual en nuestro país, y el querido Otto krausse, quien resiste los embates de la coyuntura.
En la Union Europea los jefes de Estado decidieron trabajar sobre lo que se llamó “Garantía para la Juventud“, que indica que un joven solo puede estar desempleado 4 meses. Una vez finalizado ese período, el Estado le organiza un lugar de capacitación o practica. Para ello, los mandatarios europeos crearon el fondo de seis mil millones de euros. Pero, asimismo, ya se sabe que cada país debe tomar el compromiso de realizar cambios profundos y crear incentivos.
Son las reformas estructurales sabias que hacen falta, que surjan de consensos. Debemos evitar hoy, el surgimiento de otra generación de jóvenes “Ni Ni”. Y rescatar del olvido cívico a los que ya pertenecen a esa generación.
A fines de febrero el flamante consejal de San Fernando, Alex Capmbell, me invitó a participar de la inauguración de cursos de oficios: vecinos de la zona hacían fila para interiorizarse y anotarse, la mayoría con sus hijos. Me topé con caras y ojitos con ganas de futuro. No los defraudemos. El derecho al trabajo digno es un derecho humano fundamental.