Existen muchas personas a las que les encanta hablar de cómo mejorar las cosas, o que recomiendan cómo hacer una buena política.
Y también hay personas que realmente hacen algo positivo, sin vueltas, de forma directa. Reemplazan el discurso por hechos. Pragmáticos, con real sentido social, buscan implementar el tan pregonado concepto de integración.
Esta vez no fue la música lo que más me conmovió en un concierto en el Coĺón, que sin dudas fue bella y majestuosa. Sino alzar la vista y encontrar los palcos repletos de camperas y niños inquietos que volteaban tímidamente para identificar a familiares y amigos, robándole un sonido al silencio para compartir un comentario de asombro.
Los murmullos no resultaron molestos, ni tampoco alguna que otra exclamación o pregunta con vocecita infantil, que enmarcaban de forma deliciosa los acordes interpretados por la Camerata Bariloche.
Resultó emocionante descubrir que en la platea los sacos oscuros y corbatas de marca fueron reemplazados por camperas coloridas, y que alguna mamadera tuvo su ópera prima en el Colón.
Esta vez trabajadores y sus familias no fueron convocados para manifestarse o participar de una jornada de protesta o acto sindical. Fueron homenajeados en un concierto un sábado 24 de mayo a la mañana, día de antesala de nuestra gran revolución.
El final con Astor Piazzola fue el toque porteño al repertorio clásico, con el que se logró de los que muchos recitan una democratización de la cultura.
Imaginaba que Eva y Victoria Ocampo se daban la mano y finalmente compartían sus anhelos.
El perfume importado y los labios cuidadosamente delineados, incluso algunos retocados por botox, cedieron ante aromas diferentes, algunos frescos, otros más recargados, piercings y tatuajes destacados.
El 95% del público presente nunca había pisado el Colón, y muchos no habían escuchado música clásica. No vinieron por la “Coca y el pancho” sino para que Vivaldi, Mozart y Tchaikoswsky hicieran sentir a las niñas como princesas; a los jóvenes como caballeros armados luchando contra dragones. Y para que los trabajadores vivenciaran que los genios musicales también compusieron para ellos.
Pispear como una pareja de adultos mayores entrelazaban sus manos, mientras las música mecía sus vidas, me “piantó un lagrimón”.
Que sirva como motivación para nuestra convivencia patriótica integradora.