Kicillof ve un país y un mundo diferente al real

En la Argentina ya nos hemos acostumbrado a que los indicadores oficiales niegan una realidad que inquieta más a las familias y pequeñas empresas que a los principales dirigentes de la oposición y menos aún a los del oficialismo. Los primeros porque la sufren, los segundos porque su mirada está puesta más en 2016 que en resaltar la crisis y las medidas que deberían tomarse para superarla porque pareciera que temen ser catalogados como “la cadena del desánimo” y los últimos porque sienten la necesidad de sostener el relato y no admiten la posibilidad del fracaso de las nuevas, aunque reiteradamente probadas y fracasadas viejas recetas.

Primero fue con la inflación, aunque se amagó con corregir el desvío con las mediciones privadas a comienzos del año con la elaboración de un nuevo índice nacional que nunca se desagregó, porque pronto se volvió a la práctica desde 2007 de subestimarla en un cincuenta por ciento.

Luego, fue el cálculo del PBI, más alto para la óptica de los técnicos del Indec y más bajo, e incluso ahora negativo, en las diferentes estimaciones privadas que se hacen en Buenos Aires, Córdoba o expertos de la Universidad Nacional de Tucumán.

Más recientemente se agregaron los datos laborales, donde no sólo se publicitó que tímidamente subió el desempleo en términos relativos, sino que además el Indec comunicó un leve aumento del empleo en el agregado de los 31 aglomerados urbanos en cantidad de personas. Pero no sólo la proyección al total país permitió advertir un salto más grande de la tasa de desempleados que la anunciada, sino también una drástica destrucción de empleo y que bien medida la provincia del Chaco acusa una tasa de desocupación de dos dígitos porcentuales en contraste con pleno empleo relativo y absoluto que informó el organismo oficial de estadística.

Y en la 62 Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción el ministro de Economía, Axel Kicillof, sorprendió al anfitrión, Gustavo Weiss, al desestimar su preocupación por el receso que afecta al sector, como consecuencia de la parálisis del mercado inmobiliario y la destrucción de más de dos por ciento de la nómina, con la mención de que la actividad sigue batiendo récord de permisos de construcción, con un nivel que supera en un 40% el promedio de la convertibilidad, y el secretario de Obras Públicas al vaticinar que se espera cerrar el año con récord de despachos de cemento.

Sin embargo, pocos minutos después el Indec se ocupaba de informar que la caída de las exportaciones en octubre fue la más intensa desde la crisis de 2009, y también excedió a la baja de las importaciones. Además, por los desaciertos de la política económica del ministro desde que era viceministro, omitió hacer referencia que el comercio exterior argentina registra el peor desempeño en más de 20 años en su gravitación en el intercambio mundial de bienes.

Y ayer, el organismo oficial de estadística dio cuenta de que tanto las ventas en supermercados como en grandes centros de compras (shopping) mantienen una contracción en términos reales de más de 6%, la cual no se corresponde con la “capacidad de ahorro” de gran parte de los asalariados, como dijo en su reaparición pública de la Presidente, después de 25 días de convalecencia.

Pero no sólo eso, el ministro de Economía transmitió las preocupaciones de la mayoría de los 19 presidentes de los países del G-20 que representan junto a la Argentina un 85% del PBI mundial, la persistencia de la “segunda peor crisis de la historia económica mundial” y que recordó que “el FMI definió como la nueva mediocridad”, pese a que pocos minutos antes el Departamento de Comercio de los EEUU comunicó que el PBI registró con 4,2% el mayor crecimiento en los últimos once años.

De ahí que se podrá insistir con negar la realidad, pero la crisis se acentúa, la inflación supera el 40%, el déficit fiscal ya bordea el 7% del PBI, el consumo se derrumbó, la inversión ya no alcanza para reponer el envejecimiento del acervo productivo y el Banco Central agotó la capacidad de financiamiento al Tesoro con emisión y llevó a abandonar la política de desendeudamiento de la peor manera: con el retorno de los bonos ajustables, por ahora por el tipo de cambio oficial.