El Banco Central baila salsa con las reservas

Parafraseando a Gloria Estefan, Mercedes Marcó del Pont dispuso “abrir puertas y profundizar las heridas“. Ya sé que la letra de la salsa es “Abriendo puertas y cerrando heridas”… pero la autoridad monetaria parece que escuchó mal.

Es que las puertas que hay que abrir para que se pueda revertir la sangría de dólares -aunque el caudal de los últimos días parece haber transformado en hemorragia que amenaza con comprometer la salud del paciente- es el de la ortodoxia monetaria y fiscal, obviamente por parte de un gabinete creíble que esté a la altura del mensaje de las urnas en agosto, en las PASO, y el 27 de octubre en las reales elecciones de medio término.

Limitar el crédito en pesos a los grandes exportadores por parte de la banca local, a través de la comunicación A 5.493, para forzarlos a que se endeuden en dólares, ¿en qué se diferencia de principios de los 80, cuando en los últimos tiempos de los gobiernos de la dictadura se alentó el crédito en moneda extranjera y puso al filo de la quiebra a muchas empresas luego de las fallidas devaluaciones de Lorenzo Sigaut? ¿Querrá Mercedes Marcó del Pont que vuelva Domingo Cavallo para que licue esos pasivos y salve transitoriamente a las empresas, pero no a la economía y a la sociedad en su conjunto?

¿Por qué forzar al endeudamiento en el exterior provocará más heridas? Porque no se trata de una sana estrategia para sacar provecho de las bajísimas tasas de interés en el mundo, sino simplemente para atraer dólares caros (por el seguro de cambio) para convertirlos a pesos al tipo oficial, con lo que se atizará más el fuego de la inflación y de los severos desequilibrios que ya acusa la economía.

Ese movimiento desesperado, avalado por un disminuido y devaluado directorio del Banco Central, no sólo porque la mayoría de sus miembros de peso está en comisión, sino porque se ha despreocupado de defender el valor del peso, más temprano que tarde llevará al Banco Central a devaluar la moneda nacional más intensamente que el 24% actual en prospectiva y más de 30% en perspectiva, y hará estragos a las finanzas de quienes se endeudan en dólares, gastan a cuenta con la tarjeta e importan energía e insumos para producir a pagar a plazo.

Caer en el desdoblamiento del mercado de cambios, con un dólar libre para turismo y para importación de bienes suntuarios, como autos de alta gama, como alientan muchos economistas que asesoran a los líderes de los partidos de la oposición, sólo podrá comprar tiempo, no curará las heridas que desde el cepo cambiario padece la sociedad en su conjunto. No veo cuál es la diferencia con una “devaluación desordenada”, como ya descartan varios economistas profesionales que asesoran al sector privado.

Poco de estos males estarían presentes si la autoridad monetaria se hubiera preocupado y ocupado por asegurar el valor del peso, en lugar de destruirlo, como la Secretaría de Comercio hizo con el Indec.

Es tiempo de ortodoxia

La receta para frenar la hemorragia de dólares es bien conocida, aunque no se podrá poner en práctica mientras Cristina Kirchner no retome la presidencia de la Nación: cambiar el gabinete, volver a la austeridad fiscal, entendida por un escenario en el que los gastos crecen a menor tasa que los recursos fiscales genuinos, esto es sin contabilidad creativa y financiamiento compulsivo del Banco Central y de la Anses.

Honrar los vencimientos de deuda con emisión de deuda a plazo y menor tasa.

Limitar la expansión de dinero a la demanda voluntaria de las empresas y familias y comenzar a desarmar una estructura tributaria en los tres órdenes de gobierno, nacional, provincial y municipal que ha llevado a asfixiar las finanzas de muchas empresas y desalentado la inversión productiva.

Eso requerirá terminar con los subsidios a los sectores de medianos y altos ingresos a sus consumos de luz, gas, agua, transporte, así como el turismo al exterior y la compra de autos importados, en especial de alta gama, y reforzar los descuidados a la asistencia social de los sectores vulnerables, pero a través de mecanismos transparentes fiscalizados por fuerzas de oposición, para evitar filtraciones hacia punteros políticos.

Si junto a todo eso, se encaran negociaciones serias para cerrar el capítulo del default con el Club de París, normalizar la relación con el Fondo Monetario Internacional, ofrecer acuerdos para superar los pleitos en el CIADI, incluyendo la expropiación de las acciones de Repsol en YPF, las perspectivas de flujos de dólares al país es expansiva.

Del Gobierno depende proponérselo, de lo contrario, se intentarán abrir y cerrar puertas, pero no se curarán las heridas, las cuales ya han comenzado a paralizar la economía, según los últimos datos del Indec.

La Argentina cumple con las deudas, pero a medias

Nuestra máxima prioridad es continuar pagando las deudas en tiempo y forma como hemos venido haciendo durante la última década. Simplemente queremos que nos dejen cumplir con nuestras obligaciones”, señaló en la última semana el ministro de Economía Hernán Lorenzino en sus encuentros con ministros y funcionarios del FMI, del Banco Mundial y del BID, en Washington.

Sin embargo, eso no es lo que se observa en el caso de las obligaciones vencidas con el denominado Club de París, desde la crisis de 2001, las cuales entre capital e intereses superan los u$s10.000 millones, y si bien se dice que “siempre se está en conversaciones”, lo cierto es que, por tratarse de deudas con un grupo de países altamente desarrollados no agrupados como entidad, como ocurría con el caso del Fondo Monetario Internacional, no se advierte vocación por regularizarlas.

También, en su participación en la Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional – Banco Mundial, Lorenzino llamó la atención “de la comunidad internacional sobre estos asuntos y hacemos hincapié en la importancia de abordar nuestros desafíos. Tenemos que reconocer y buscar soluciones sobre la necesidad de reglas internacionales más claras, transparentes y coherentes para garantizar resoluciones de crisis de deuda rápidas y justas”.

No obstante, eso no es lo que se observa en el tratamiento de la deuda pública ajustable por CER, es decir, aquella que se emitió para los canjes de 2005 y 2010 con cláusula de actualización por la tasa de inflación que publica el Indec, porque desde hace seis años se subestima el alza real del promedio de los precios de la economía. Y si bien en gran parte esa falencia y carencia de transparencia fue compensada con el cálculo de un crecimiento del PBI superior al efectivamente verificado, no se corresponde con el reclamo que el funcionario hizo fuera de la Argentina.

Tampoco se percibe dentro de la frontera una política consistente con el llamado que el ministro formuló en Washington, cuando invitó a los países de la región “a encontrar un equilibrio entre equidad, formalidad y productividad en la agenda de las políticas públicas“. “Lo que debemos procurar en muchos países de América Latina es encontrar un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades del presente y las del futuro, implementando políticas que estimulen el ahorro interno”, ”en un contexto externo con disponibilidad para el financiamiento”.

Por el contrario, el exagerado aliento del consumo, con una viciada política de subsidios, favorece más a los que más tienen que a los sectores que se busca asistir, porque éstos sufren en mayor medida las consecuencias del flagelo de la inflación que provoca una política monetaria pasiva, destinada a satisfacer las necesidades insaciables del fisco.

No es equitativo el efecto de la inflación sobre la población, sino que afecta más a los de menores ingresos que a los más altos, y en particular a los que dependen de haberes fijos y que de rentas variables.

Enamoramiento de la heterodoxia

No se honra la formalidad cuando se buscan recurrentes atajos contra la ortodoxia para obtener resultados en el corto plazo que no podrán sostenerse en el largo.

Y tampoco se incentiva la productividad, cuando se desalienta la inversión con políticas de precios administrados, cepo cambiario, exigencias de declaraciones juradas de necesidades anticipadas de necesidades de importación, obstáculos para el pago de dividendos a los accionistas de empresas extranjeras en el país que residen en el exterior y deliberadamente se atrasa la tasa de devaluación del peso respecto del alza promedio de los costos de producción, porque de ese modo se desincentiva el ahorro, al menos dentro del circuito institucionalizado.

Los economistas no se ponen de acuerdo sobre si después de las elecciones legislativas del 27 de octubre el Gobierno decidirá mantener la política económica que sigue desde 2007 y que profundizó desde 2011 o si, a la luz de los resultados electorales, pero fundamentalmente en términos económicos y laborales, optará por tender a lo que Lorenzino definió como la necesidad de “encontrar un equilibrio entre equidad, formalidad y productividad en la agenda de las políticas públicas. Lo que debemos procurar en muchos países de América Latina es encontrar un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades del presente y las del futuro, implementando políticas que estimulen el ahorro interno”.

En pocas semanas lo sabremos. Las operaciones bursátiles con papeles de los paneles energético y bancario parecen anticipar un cambio.