¿Aux barricades?

Recientemente, Elisa Carrió anunció que si intentaban robarle los votos, “sacaría la gente a la calle”. Estaba anticipando la desesperación del Frente para la Victoria (FPV) ante la posibilidad de no ganar en primera vuelta, lo que lo condenaría a la derrota en segunda.

Como la diferencia entre el cielo y el infierno kirchnerista puede llegar a ser de solo cuatro o cinco puntos, la presunción de un fraude tiene fundamentos, en especial en las zonas del malón electoral del conurbano, donde para ser fiscal de la oposición se requiere por lo menos ser cinturón marrón de karate.

La profecía de Lilita puede llegar a proyectarse hacia después de las elecciones, cualquiera fuera el candidato ganador. Sobre todo teniendo en cuenta la conformación de las Cámaras, la cristinización del Ministerio Público y el descuartizamiento y la invasión K de la Justicia. Continuar leyendo

¿Otra vez el optimismo irracional?

Como lo ha determinado claramente la intuición, sagacidad y sentido de la oportunidad de Marcelo Tinelli,  la próxima presidencia se dirimirá entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Otros análisis políticos, encuestas y mediciones de politólogos, sociólogos y expertos menos confiables que el conductor, también parecen confirmar ese hecho, abonado por las deserciones que sufre el Frente Renovador, que como todo peronismo, está sujeto a estas traiciones premonitorias.

No será lo mismo el país con cualquiera de los dos candidatos como parecen creer el mundo de las finanzas y otros optimistas.

Me concentraré hoy en Daniel Scioli, que aparece ahora con alguna ventaja en la competencia. Por lo menos hasta este instante.

Como es sabido, la lucha más difícil para el gobernador se librará contra Cristina Kirchner, lo que transforma su carrera por la presidencia en una lotería diabólica interna. Sin embargo, ese tironeo culminará con una batería de limitaciones e imposiciones que el candidato naranja deberá aceptar, tanto por necesidad como por temperamento.

Ese es precisamente el problema. Scioli será condicionado no sólo con acuerdos políticos (que son susceptibles de incumplimiento) y judiciales de protección e impunidad, sino con el listado de candidatos a diputados, y sobre todo, con su vicepresidente y parte de su gabinete.

Más allá de las restricciones que le cree su propia ideología o sus ideas,  que se desconocen, estará digitado por el accionar del Congreso, que claramente no controlará, del partido, que tampoco controlará por un rato largo, y por la justicia residual pro kirchnerista, que puede llegar a ser muy peligrosa si la Corte termina siendo una Korte, como muchos tememos.

Tiene además dos riesgos potenciales:  el primero es que el vicepresidente sea de máxima cercanía a Cristina Kirchner y que su presidencia reciba en poco tiempo presiones insoportables para que deje su cargo en beneficio de su compañero de fórmula. (Esto que parece imposible hay que analizarlo a la luz de lo que está pasando con el Ministro Fayt)

El segundo riesgo es que Cristina Kirchner se proponga tempranamente como candidata para 2019, lo que transformaría al amo de La Ñata casi instantáneamente en una figura secundaria. Ella no busca solamente protección e impunidad, como solemos creer. Y de todos modos, su mayor protección es su retorno latente.

La combinación de ambos riesgos es de una escala logarítmica.

Finalmente,  hay que incorporar a la ecuación el hecho de que muchos estamentos de la administración están ocupados por sectores casi fanáticos del cristinismo, que por un tiempo largo no osarán reconvertirse. Esto incluye al Ministerio Público, nada menos.

Con ese grupo de ideas in mente, no es fácil entender que exista tanta confianza en que se corregirán los rumbos centrales de la economía nacional. Esto no es nada raro, ya que hace varios años que se viene declamando el optimismo y luego se va postergando el milagro para otro momento supuestamente clave.

Así ocurrió con el cepo, los holdouts, la cláusula Rufo, el tipo de cambio, los subsidios, los gabinetes, el impuesto a las ganancias y tantas otras esperanzas pronosticadas que luego se reemplazaron por otras esperanzas o por otras fechas clave.

Si bien es comprensible y hasta teóricamente saludable esta tendencia al optimismo, en especial con un nuevo gobierno, cabe preguntarse si una gestión sciolista en las condiciones descriptas será  efectivamente un nuevo gobierno, o si será apenas un interludio, una agonía por 4 años, una suma de frustraciones y más decadencia, un permanente conflicto de poderes paralizante.

La mayoría de los temas que afectan a la Argentina requieren un fuerte compromiso del Ejecutivo, el Congreso, la justicia, el Ministerio Público y la Corte. No da la impresión de que el gobernador tenga alineado esos planetas, ni que tenga posibilidades de lograrlo con su solo liderazgo.

No cabe esperar patriotismo, equilibrio político, coherencia ni sentido común del kirchnerismo. Al punto de que es capaz de consagrar a su candidato como presidente y de inmediato oponerse a su accionar desde el primer día de mandato.

Ese obstáculo no es una valla que deberá salvar solamente Daniel Scioli, sino la sociedad toda. Pero la sociedad parece confiada en la traición y en el ¨poder de la Caja¨ para torcer las lealtades K.

O sea, confía en la corrupción.

¿Y si el próximo gobierno fuera un clon de éste?

Juan Perón se hacía llamar ¨conductor¨, probablemente en emulación a Hitler y su clásico y trágico apelativo de führer (líder o guía, en alemán). No debe haber sido por homonimia que el Primer Hijo tuvo la idea de ofrecerle la gobernación de la Provincia de Buenos Aires al conductor Marcelo Tinelli, o al  menos es de suponer.

Tinelli, no avezado en política pero sí en esquina, aparentemente habría desechado la idea. Sin embargo, el solo anuncio de esa eventualidad refrescó la hipótesis de que el FpV pudiera ganar con algún buen candidato (bueno en términos políticos) la Provincia de Buenos Aires y desde allí propulsar el triunfo de Daniel Scioli a la presidencia.

El paso complementario, como se supo en la semana, sería una lista de candidatos a diputado nacional todos impuestos por la Señora de Kirchner, tal vez con ella a la cabeza de la lista.

El punto fue rematado con el colofón de la supuesta bendición papal para la candidatura presidencial del actual gobernador de Buenos Aires por el FPV que se esparció el fin de semana.

Pero el cúmulo de suposiciones y rumores, más los resultados de las encuestas, empiezan a mostrar que debería entrar en los análisis un escenario en el que Daniel Scioli fuera presidente de la Nación, con Cristina de Kirchner dirigiendo el partido y manejando la mayoría o casi mayoría en el Congreso.

Y aquí, donde usted señora, señor, se pregunta qué hago yo hablando de política, empieza la nota sobre economía.

El mercado, ese juez inapelable y despiadado, peor que Griesa, ha venido descontando que, como el mandato de la Presidente termina el 10 de diciembre, desde ahí en más, como un globo que suelta lastre, el país mejorará. Y eso lo piensa tanto el mundo externo como el doméstico. Eso ha obrado como un límite o dique a decisiones dramáticas, como cierres, grandes despidos, quiebras,  desinversión, rebelión fiscal, por ejemplo.

Aún los menos optimistas suponen que un nuevo gobierno no asumiría para hundirse, y eso lo llevaría, si no a producir cambios revolucionarios, por lo menos a recuperar la cordura económica, y a algún grado de idoneidad. De ahí infieren que a partir de 2016 habrá acercamientos importantes con el FMI, se solucionará el tema de la deuda con los holdouts de algún modo aceptable, se recibirán dólares al tener algún tipo de cambio más lógico y algún financiamiento externo, más allá de su buena o mala utilización.

Es decir, los mercados prevén que seguiremos en la mediocridad, pero no en el camino al suicidio.

Pero ahora imaginemos lo que ocurriría si de pronto el escenario futuro mostrase  un presidente vocacionalmente títere, que además de estar sometido a su titiritera por el Síndrome de Estocolmo, también fuese a estar preso de un Congreso que sólo obedece órdenes de ella.

¿Por qué amainaría el odio por los holdouts, o por Estados Unidos, o por el Juez Griesa, como para sentarse a negociar con ellos? ¿Por qué la Cristina Kirchner Presidente, fulmínea, crispada y vengativa, pasaría de golpe a permitir una auditoría del FMI que en pocos minutos pondría en evidencia sus torpezas, para ser generoso en mis calificativos? ¿Por qué eliminaría el cepo, o liberaria el tipo de cambio, o el comercio exterior,  o haría ajuste alguno?

Si Daniel Scioli, como dice La Cámpora, fuera Cámpora, o sea un pelele,  ¿qué cambiaría con relación a hoy?

Nada. Porque aún cuando el actual gobernador intentase una pirueta tipo Carlos Menem, seria neutralizado al instante por el Congreso y el Partido,  y hasta por la mismísima CGT unificada.

Estas suposiciones no requieren demasiada inteligencia, por lo que en cuanto se perfilase el escenario que describo, los mercados  externos e internos y todos los sectores productivos reaccionarán en consecuencia. Ya no tendría sentido aguantar esperando algo mejor.

El resultado sería impredecible, pero grave. Sin ninguna duda se derrumbarían todos los valores bursátiles y financieros que tuvieran relación con el país. Pero también los efectos en el mercado interno serían complicadísimos de predecir y prever. Aunque ninguno sería bueno.

La idea de que el próximo gobierno pudiera ser un clon del actual quitaría toda esperanza al sector de la sociedad que no se siente ni representado ni mucho menos apoyado por este modelo/relato. Como ese sector coincide casi exactamente con el sector productor de riqueza, la pérdida de la esperanza sería casi fatal.

Si Su Santidad Francisco quiere realmente que Daniel Scioli sea el futuro presidente, debería asegurarse de que alguien cortase los hilos que maneja la señora de Kirchner. Sería un milagro, ciertamente.

Pero, si no lo hace, se vería obligado luego a milagros mayores