¿Qué pasó? ¿En qué curva fatal del destino perdimos la grandeza y la alegría? ¿En qué momento se nos acabó el sueño creador, la fuerza de cambiar, la esperanza de progreso, el ideal de la educación de excelencia?
¿Cuándo permutamos el anhelo de ser doctor por la sórdida compra de un título universitario? ¿Cuándo dejamos de lado la honra y dignidad del trabajo a cambio de un subsidio o una dádiva?
¿En qué preciso instante el hombre productivo e industrioso cedió lugar al prebendario sucio y salió a comprar y compartir favores del estado corrupto? ¿Y cuándo la política pasó de ser una pugna de ideas a ser una rapiña por el poder y el enriquecimiento de una banda con distintos rótulos partidistas?
¿Cuándo trocamos la ilusión en ironía, la nobleza en resentimiento, la palabra de honor en estafa, la mano amiga en puñal por la espalda?
¿En qué noche sombría de la historia nos olvidamos del coraje, la valentía, el esfuerzo, la familia, el estudio, el sacrificio, el heroísmo, el patriotismo, la decencia y otros valores que hoy aún los supuestamente más pensantes califican de pasados de moda, románticos y hasta estúpidos?
¿En qué esquina de arrabal borgeano o verdadero nos dejamos de mirar y reconocer como compatriotas y tan sólo nos vigilamos como enemigos, posibles atacantes o asesinos?
¿Cuándo dejamos de ser orgullosamente diferentes para mezclarnos con la mediocridad, la ignorancia, la droga y la miseria y creer que eso era integrarse a la “patria grande”?
¿Dónde dilapidamos el sueño de nuestros mayores, nuestros abuelos, nuestros padres, que hicieron esta Nación cambiando médanos por tierra fecunda y promisoria con sudor, con privaciones y con lágrimas?
¿Cómo dejamos que nos robaran la democracia, primero por la fuerza de las armas y ahora por la fuerza del poder, del dinero y de las tramoyas de las mafias partidarias?
¿Dónde nos olvidamos del orgullo de pasar de la pobreza a ser clase media con esfuerzo, con trabajo, con estudio, para reducirnos a tratar de lograr una riqueza express sin invertir tiempo ni sacrificios?
¿Cómo y cuándo nos invadieron los marginales de afuera y los apátridas de adentro, para transformarnos en mercadito, baño público, dispensario y escuela de emergencia de la sub-región, en un solidarismo simplista con los dineros de la gente?
¿Por qué perversa alquimia se fusionaron gobernantes y traficantes, policías y ladrones, jueces y delincuentes, hasta llegar a la narcoimpunidad y el reinado de la violencia?
¿Y dónde dejamos de ser argentinos para autodenominarnos con el despectivo y abonimable apelativo de “argentos”, decadente aceptación de nuestra degradación?
¿Y quién hasta nos convenció de que era moderno reemplazar nuestro Himno por el “himno chabón”, gutural y vacío de palabras e ideales?
El país aquel que hoy aún admiramos, añoramos y ordeñamos fue hecho a los ponchazos y a veces por el sable y el error, pero por hombres de ideas e ideales, convicciones y principios, no por empleados públicos sublimados convertidos en ladrones seriales billonarios y hereditarios.
Hoy, aún los supuestos líderes de opinión, con instrucción y pensamiento cerrados y parcializados, pero pomposos, proponen soluciones minúsculas en vez de proponer retomar los principios, la grandeza, los ideales, la honestidad y la ética, conceptos todos a los que califican de pasados de moda y no acordes al mundo moderno, cual los emblemáticos cerdos de la verdadera gran novela de Orwell, Rebelión en la Granja.
¿Seremos capaces los argentinos, (no los argentos) de re-unirnos y salir a la calle no a marchar para molestar a una presidente descontrolada y vociferante, sino para imponer a todo el sistema político diez ideas de fondo sobre las que se pueda reconstruir la democracia, hoy convertida en trampa para el ciudadano, y la República, hoy violada y abandonada?
¿Y seremos capaces de imponer nuestras ideas por la fuerza de la convicción o por la simple fuerza de la presencia masiva activa, si no se nos escucha, como han hecho siempre los pueblos libres de la tierra, en todos los tiempos?
Enferma casi terminal de pequeñez, liviandad e ironía barata, destructivas de ideas y principios, la Patria, no la Nación, se está muriendo.
Argentina, mi Patria. Tu Patria. Si te importa, claro.