¿Otra vez el optimismo irracional?

Como lo ha determinado claramente la intuición, sagacidad y sentido de la oportunidad de Marcelo Tinelli,  la próxima presidencia se dirimirá entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Otros análisis políticos, encuestas y mediciones de politólogos, sociólogos y expertos menos confiables que el conductor, también parecen confirmar ese hecho, abonado por las deserciones que sufre el Frente Renovador, que como todo peronismo, está sujeto a estas traiciones premonitorias.

No será lo mismo el país con cualquiera de los dos candidatos como parecen creer el mundo de las finanzas y otros optimistas.

Me concentraré hoy en Daniel Scioli, que aparece ahora con alguna ventaja en la competencia. Por lo menos hasta este instante.

Como es sabido, la lucha más difícil para el gobernador se librará contra Cristina Kirchner, lo que transforma su carrera por la presidencia en una lotería diabólica interna. Sin embargo, ese tironeo culminará con una batería de limitaciones e imposiciones que el candidato naranja deberá aceptar, tanto por necesidad como por temperamento.

Ese es precisamente el problema. Scioli será condicionado no sólo con acuerdos políticos (que son susceptibles de incumplimiento) y judiciales de protección e impunidad, sino con el listado de candidatos a diputados, y sobre todo, con su vicepresidente y parte de su gabinete.

Más allá de las restricciones que le cree su propia ideología o sus ideas,  que se desconocen, estará digitado por el accionar del Congreso, que claramente no controlará, del partido, que tampoco controlará por un rato largo, y por la justicia residual pro kirchnerista, que puede llegar a ser muy peligrosa si la Corte termina siendo una Korte, como muchos tememos.

Tiene además dos riesgos potenciales:  el primero es que el vicepresidente sea de máxima cercanía a Cristina Kirchner y que su presidencia reciba en poco tiempo presiones insoportables para que deje su cargo en beneficio de su compañero de fórmula. (Esto que parece imposible hay que analizarlo a la luz de lo que está pasando con el Ministro Fayt)

El segundo riesgo es que Cristina Kirchner se proponga tempranamente como candidata para 2019, lo que transformaría al amo de La Ñata casi instantáneamente en una figura secundaria. Ella no busca solamente protección e impunidad, como solemos creer. Y de todos modos, su mayor protección es su retorno latente.

La combinación de ambos riesgos es de una escala logarítmica.

Finalmente,  hay que incorporar a la ecuación el hecho de que muchos estamentos de la administración están ocupados por sectores casi fanáticos del cristinismo, que por un tiempo largo no osarán reconvertirse. Esto incluye al Ministerio Público, nada menos.

Con ese grupo de ideas in mente, no es fácil entender que exista tanta confianza en que se corregirán los rumbos centrales de la economía nacional. Esto no es nada raro, ya que hace varios años que se viene declamando el optimismo y luego se va postergando el milagro para otro momento supuestamente clave.

Así ocurrió con el cepo, los holdouts, la cláusula Rufo, el tipo de cambio, los subsidios, los gabinetes, el impuesto a las ganancias y tantas otras esperanzas pronosticadas que luego se reemplazaron por otras esperanzas o por otras fechas clave.

Si bien es comprensible y hasta teóricamente saludable esta tendencia al optimismo, en especial con un nuevo gobierno, cabe preguntarse si una gestión sciolista en las condiciones descriptas será  efectivamente un nuevo gobierno, o si será apenas un interludio, una agonía por 4 años, una suma de frustraciones y más decadencia, un permanente conflicto de poderes paralizante.

La mayoría de los temas que afectan a la Argentina requieren un fuerte compromiso del Ejecutivo, el Congreso, la justicia, el Ministerio Público y la Corte. No da la impresión de que el gobernador tenga alineado esos planetas, ni que tenga posibilidades de lograrlo con su solo liderazgo.

No cabe esperar patriotismo, equilibrio político, coherencia ni sentido común del kirchnerismo. Al punto de que es capaz de consagrar a su candidato como presidente y de inmediato oponerse a su accionar desde el primer día de mandato.

Ese obstáculo no es una valla que deberá salvar solamente Daniel Scioli, sino la sociedad toda. Pero la sociedad parece confiada en la traición y en el ¨poder de la Caja¨ para torcer las lealtades K.

O sea, confía en la corrupción.

¿Y si el próximo gobierno fuera un clon de éste?

Juan Perón se hacía llamar ¨conductor¨, probablemente en emulación a Hitler y su clásico y trágico apelativo de führer (líder o guía, en alemán). No debe haber sido por homonimia que el Primer Hijo tuvo la idea de ofrecerle la gobernación de la Provincia de Buenos Aires al conductor Marcelo Tinelli, o al  menos es de suponer.

Tinelli, no avezado en política pero sí en esquina, aparentemente habría desechado la idea. Sin embargo, el solo anuncio de esa eventualidad refrescó la hipótesis de que el FpV pudiera ganar con algún buen candidato (bueno en términos políticos) la Provincia de Buenos Aires y desde allí propulsar el triunfo de Daniel Scioli a la presidencia.

El paso complementario, como se supo en la semana, sería una lista de candidatos a diputado nacional todos impuestos por la Señora de Kirchner, tal vez con ella a la cabeza de la lista.

El punto fue rematado con el colofón de la supuesta bendición papal para la candidatura presidencial del actual gobernador de Buenos Aires por el FPV que se esparció el fin de semana.

Pero el cúmulo de suposiciones y rumores, más los resultados de las encuestas, empiezan a mostrar que debería entrar en los análisis un escenario en el que Daniel Scioli fuera presidente de la Nación, con Cristina de Kirchner dirigiendo el partido y manejando la mayoría o casi mayoría en el Congreso.

Y aquí, donde usted señora, señor, se pregunta qué hago yo hablando de política, empieza la nota sobre economía.

El mercado, ese juez inapelable y despiadado, peor que Griesa, ha venido descontando que, como el mandato de la Presidente termina el 10 de diciembre, desde ahí en más, como un globo que suelta lastre, el país mejorará. Y eso lo piensa tanto el mundo externo como el doméstico. Eso ha obrado como un límite o dique a decisiones dramáticas, como cierres, grandes despidos, quiebras,  desinversión, rebelión fiscal, por ejemplo.

Aún los menos optimistas suponen que un nuevo gobierno no asumiría para hundirse, y eso lo llevaría, si no a producir cambios revolucionarios, por lo menos a recuperar la cordura económica, y a algún grado de idoneidad. De ahí infieren que a partir de 2016 habrá acercamientos importantes con el FMI, se solucionará el tema de la deuda con los holdouts de algún modo aceptable, se recibirán dólares al tener algún tipo de cambio más lógico y algún financiamiento externo, más allá de su buena o mala utilización.

Es decir, los mercados prevén que seguiremos en la mediocridad, pero no en el camino al suicidio.

Pero ahora imaginemos lo que ocurriría si de pronto el escenario futuro mostrase  un presidente vocacionalmente títere, que además de estar sometido a su titiritera por el Síndrome de Estocolmo, también fuese a estar preso de un Congreso que sólo obedece órdenes de ella.

¿Por qué amainaría el odio por los holdouts, o por Estados Unidos, o por el Juez Griesa, como para sentarse a negociar con ellos? ¿Por qué la Cristina Kirchner Presidente, fulmínea, crispada y vengativa, pasaría de golpe a permitir una auditoría del FMI que en pocos minutos pondría en evidencia sus torpezas, para ser generoso en mis calificativos? ¿Por qué eliminaría el cepo, o liberaria el tipo de cambio, o el comercio exterior,  o haría ajuste alguno?

Si Daniel Scioli, como dice La Cámpora, fuera Cámpora, o sea un pelele,  ¿qué cambiaría con relación a hoy?

Nada. Porque aún cuando el actual gobernador intentase una pirueta tipo Carlos Menem, seria neutralizado al instante por el Congreso y el Partido,  y hasta por la mismísima CGT unificada.

Estas suposiciones no requieren demasiada inteligencia, por lo que en cuanto se perfilase el escenario que describo, los mercados  externos e internos y todos los sectores productivos reaccionarán en consecuencia. Ya no tendría sentido aguantar esperando algo mejor.

El resultado sería impredecible, pero grave. Sin ninguna duda se derrumbarían todos los valores bursátiles y financieros que tuvieran relación con el país. Pero también los efectos en el mercado interno serían complicadísimos de predecir y prever. Aunque ninguno sería bueno.

La idea de que el próximo gobierno pudiera ser un clon del actual quitaría toda esperanza al sector de la sociedad que no se siente ni representado ni mucho menos apoyado por este modelo/relato. Como ese sector coincide casi exactamente con el sector productor de riqueza, la pérdida de la esperanza sería casi fatal.

Si Su Santidad Francisco quiere realmente que Daniel Scioli sea el futuro presidente, debería asegurarse de que alguien cortase los hilos que maneja la señora de Kirchner. Sería un milagro, ciertamente.

Pero, si no lo hace, se vería obligado luego a milagros mayores

Otra vez, ¿adónde vas, Argentina?

Hay un consenso obvio en la sociedad y entre los expertos: quienquiera que triunfe en octubre lo hará mejor que Cristina Kirchner. Cierto, sin ninguna duda. Ni Mauricio Macri es un suicida, ni Sergio Massa va a caer en el error de continuar la actual no-política económica, ni Daniel Scioli va a desoír a sus consejeros del establishment. La UCR es previsible en lo que no hará, es decir, no aplicará políticas modernas, antiestatistas ni claras, pero no hará desaguisados dramáticos.

Ante tal consenso no es raro que la bolsa suba, tanto en Buenos Aires como en Wall Street y que la tasa de riesgo país esté en niveles impensados en relación con las barbaridades que se han hecho y se hacen.

Ahora tratemos de colegir lo que haría cada candidato o partido si resulta ganador, como una manera de empezar a prepararnos para el futuro, o para empezar a corregir rumbos de entrada.

En lo que se refiere al cepo, una urgencia más que una cuestión de fondo, todas las fuerzas parecen creer que hay que eliminarlo, felizmente. Sin embargo, la percepción que surge es que no tienen muy claro cómo.

El peronismo poskirchnerista parece inclinarse por la idea del gradualismo, a estar por las declaraciones de sus economistas, partiendo de la  idea de que primero hay que cortar la inflación y las expectativas inflacionarias antes de levantar la restricción cambiaria. Esto augura un período largo de sufrimiento cambiario, y probablemente muchos tropezones por el lado de la inflación y la inversión.

Ambas vertientes justicialistas no conciben un mercado que no esté regulado por el  Banco Central, y que al mismo tiempo lo tenga como único vendedor y comprador final.  Más allá de las buenas intenciones, esta concepción del mercado cambiario y el criterio gradualista, seguramente con devaluaciones parciales, augura largas penurias y muchos vaivenes si se aplican esas políticas.

La UCR y otros partidos de centro izquierda o ¨socialistas modernos¨, están todavía más empecinados en ese gradualismo y en la creencia de que el tipo de cambio es casi una forma de asignación de riqueza. Las desopilantes declaraciones de Javier González Fraga en la reciente convención radical muestran la confusión que impera en esta fuerza política. Un manejo del cepo por parte de estos partidos tendrá una salida no sólo lenta, sino dolorosa  y caótica.

Mauricio Macri ha ido algo más lejos y ha prometido que levantará el cepo el 11 de diciembre, lo que sembró esperanzas en muchos inversores. Sin embargo, en posteriores explicaciones, sostuvo que eso sería posible por el cambio de expectativas y la apertura que tendrá su gobierno, lo que creará una gran afluencia de dólares. Que me disculpe el ingeniero, pero no tiene muy claro el funcionamiento de estos mercados. No hace falta una avalancha de dólares para eliminar el cepo.

Esto ocurre porque Macri está pensando también en un mercado controlado por el Central, pero con una devaluación que descomprima la demanda. El tiempo que tardará en aprender y experimentar no será irrelevante, y el tema cambiario puede ejercer efectos paralizantes en el resto de la economía.

El acercamiento de Cavallo, que se reservará, como siempre, la función de muleto, no presagia algo mejor que su convertibilidad, ahora ligeramente retocada con algunas ideas que llamaríamos bizarras, para utilizar el anglicismo ignorante de los jóvenes.

Difícilmente entonces, cualquiera de los posibles ganadores tome el camino que consideramos correcto y que hemos mencionado en nuestra última nota: establecer un mercado libre de cambios, sin la intervención del Banco Central, de un día para otro. Y sacarse de encima el problema del tipo de cambio, a la vez que quitando una traba histórica de la actividad económica

He comprobado que todos los críticos a esta idea no comprenden el funcionamiento de un mercado sin regulación ni participación del Estado, ni asimilan la idea, por lo que les asusta. Daré un solo ejemplo: un experto decía el martes a la mañana que diciembre es un mal mes para eliminar el cepo porque se cobra el aguinaldo y la gente compraría dólares, aumentando así la fuga de divisas.

Causa risa la ignorancia. La gente compra dólares porque puede hacerlo a 8 pesos. En un mercado libre, donde no obtiene una ganancia de reventa en negro instantánea, no hay demanda por ese concepto. Y si la hubiera, no será contra las reservas, ya que el Central no seria el  vendedor.

Por otra parte, las empresas, para pagar aguinaldos, también venderán dólares, seguramente a un precio inicial ligeramente por encima del contado con liquidación. Los muchos años de mercado controlado, nos ha hecho olvidar el funcionamiento de un mercado libre. Devaluación, no. Mercado libre de cambio, sí.

Pero por ahora, no parece que ese vaya a ser el camino que se elegirá, lamentablemente. Es muy posible que el método sea desdoblamiento para evitar el impacto inflacionario. La diferencia entre peronismo y macrismo puede estar en si el tipo de cambio financiero será fijado por el estado o flotará más o menos libremente.

El proteccionismo que todos los candidatos llevan en su ADN y el miedo a lo desconocido que tienen sus economistas hacen imposible que piensen en un mercado libre en serio. Una oportunidad de economía sana perdida.

La otra cara de la salida del cepo es la inflación. Si bien el mercado libre aliviaría el efecto de retroalimentación con la inflación, es evidente que el valor interno de la moneda debe defenderse  y estabilizarse para no llegar a un valor tan escuálido del peso que nos ponga fuera de competencia y nos aleje de la inversión, y para frenar expectativas inflacionarias  Eso empieza por congelar y de inmediato bajar el gasto estatal. Aquí veo a todas las fuerzas totalmente renuentes a bajar ese gasto, y hasta sin capacidad técnica y política para hacerlo.

El PRO ha demostrado en su gestión en CABA que buena parte de la negociación legislativa y convivencia que pregona con las demás fuerzas, se ha basado en adjudicarles su parcela de gasto en el presupuesto. El monto gastado en la ciudad y el nivel de impuestos lo muestra con largueza. No se lo ve haciendo una cruzada para reducir el gasto, que es lo que debería hacerse.

Ni pensar en el massismo o el sciolismo encarando igual tarea. No está en los genes del movimiento, y además, en muchos casos el gasto que deberían cortar es el mismo que muchos o todos quienes se candidatean han ayudado a crear o aumentar, como parte también del juego de ¨lealtades peronistas¨.

No se ve a la UCR con capacidad técnica, convicción ni fortaleza para bajar el gasto.

Lo que es seguro suponer, es que cualquier fuerza que asuma tratará de eliminar los nombramientos caros y clave que beneficiaron a la Cámpora, para lo que habrá un cierto consenso de la población y de los partidos, ya que esos nombramientos fueron íncubos exclusivos de la presidente, que ya no estará con su amenazante sarcasmo y castigo instantáneo.

No veo grandes posibilidades de que el gasto importante sea atacado, analizado y reducido. Sí  es posible que haya una acción gradual para reducir los subsidios eléctricos y a los transportes. El PRO parece el más inclinado a hacerlo. Tendrá que enfrentarse a la protesta y los amparos.

Para mostrar la falta de ideas sobre estos temas: dejar de subsidiar la oferta, (empresas) como ocurre en el transporte y subsidiar directamente a los consumidores individuales (demanda) bajaría el costo en un 50% por razones varias.

Los antecedentes de los candidatos y de los partidos indican que quienquiera que gane  hará lo de siempre: congelar el gasto por lo menos de palabra, y jugar a que el crecimiento del país bajará su importancia relativa. En el ínterin, la peleará con tasas de interés, manejo cambiario, mayor recaudación por aumento de actividad, mayor exportación por alivio sobre las sanciones al campo.

Es decir, la idea de todas las corrientes en disputa sería: si al sistema productivo nacional se lo deja de atacar y paralizar con estupideces, la actividad crecerá. Si a la inversión se la deja de ahuyentar con idioteces, vendrá. Ese aumento de los agregados que el mercado descuenta, se producirá solamente con un poco de sensatez. Las otras variables, las piloteamos.

Es cierto. Es lo que dice Macri, lo que dice Lavagna, lo que dice Scioli. El mercado mundial sigue necesitando encontrar lugares dónde invertir. Si sacamos a Cristina Kirchner y sus políticas irreflexivas y autodestructivas, volveremos a ser atractivos.

Pues eso es todo lo que podemos esperar. Que suba el agua y tape las piedras. El resto es cosmética.

 Vamos a la deuda externa. O a la deuda en general. Felizmente, todos los candidatos van a tratar de salir del default y abandonarán la lucha contra los molinos de viento, en particular contra el molino Griesa. Sin embargo hay matices, no menores. La UCR amaría revisar la deuda desde 1820 hasta aquí. Lavagna ya ha dicho que no es un tema urgente, ni de los más importantes  (?) Scioli tiene también jugadores de truco similares. Aunque no descartaría una posición sorpresiva de solución rápida, de audacia menemista. Recordémoslo

El PRO parece ser el más centrado con relación a este punto y a los colaterales: CIADI, FMI, INDEC, Club de París y la necesidad de revisar sus recientes acuerdos.

Si bien sigo creyendo que antes de negociar hay que tener una estrategia interna de reprogramación de la deuda, como he explicado en otras notas, el solo anuncio de que el país está dispuesto a negociar, será importante y generará una corriente favorable, si bien no aún una corriente inversora.

¿Sería absurdo armar un equipo con los mejores técnicos de cada partido que se ocupara de la regularización de la deuda y el crédito nacional, y también de su reprogramación a tasas mucho menores que las actuales? Absurdo no. Imposible sí. ¿Verdad?

Y el otro tema trascendente es la oportunidad de aplicar un esquema de libertad de mercado y terminar o reducir drásticamente el proteccionismo. Este concepto, una política de país en sí misma, no se aplicará.

De nuevo, ni soñar con que la UCR y otros socialistas la aplicarán. Tampoco el peronismo, demasiado embanderado con las ideas militar-nacionalistas de toda su vida y comprometidos con el establishment prebendario.

Por supuesto, cuesta mucho trabajo ver a Mauricio Macri explicando a su entorno personal y político las ventajas de la apertura comercial. Por otra parte, ya ha anticipado su adhesión ferviente al Mercosur, una entidad que sólo sirve si se cambia totalmente, lo que no ocurrirá.

En cuanto al muleto, Domingo Cavallo, se debe recordar su encendida defensa del proteccionismo automotor en los 90, de la que este periodista fue testigo y víctima.

A modo de resumen, lo que podemos esperar es el mismo país mediocre y chiquito de las últimas décadas, pero con gobiernos menos enfermos que no ahuyentarán el atractivo natural que tiene invertir en una gigantesca cantera de recursos naturales como es la Argentina.

Sin cepo pero sin libertad cambiaria, sin baja de gastos pero con mejor esquema de financiamiento vía aumento de la actividad, sin default pero con costos altos e  inmediatos de interés y negociaciones apresuradas y más endeudamiento, sin un empuje al agro pero con menos barreras y trabas, con proteccionismo pero con algún apoyo a las Pymes.

Con menos estatismo, pero sin dar rienda suelta a la creatividad, sin tanta inflación, con gradualismo, con bastante mas intervención del gobierno que la saludable, con menos corrupción gubernamental, pero la misma que hoy en el sector privado que vive de la sociedad, del estado, el gasto las prebendas y el proteccionismo.

Por esas pequeñas mejoras, por la vuelta al sistema financiero mundial, por las inversiones que generará la eliminación de la histeria y porque habrá una o varias devaluaciones para salir de este espejismo del relato, los números e indicadores mejorarán drásticamente. Seguramente apoyados en la realidad.

El sueño refundacional que algunos teníamos y tenemos, queda postergado para otra crisis.

Por cuatro o cinco años este nuevo modelo servirá, hasta que el proceso de recuperación – falso bienestar – ordeñe – reparto – endeudamiento- inflación- devaluación -  frustración empiece de nuevo.

Será el país de siempre. Argentina sin Cristina.

Muchos, con eso tienen bastante.