Siempre se dijo que el mundo estaba inundado de dólares. Hoy quedan pocas dudas. Un contexto menos imperialista lo pone además en evidencia tras interconectar y liberar los mercados. Pero parece que la inundación de papelitos verdes no es suficiente y ahora será deliberada, sistemática y perversa.
La idea que varios delirantes barajan es producir inflación core en Estados Unidos, vía emisión descarnada. Impresión de billetes. Esto suena tan absurdo y criminal como si un Gobierno echara Gamexane en el agua potable para matar los mosquitos y otras plagas. Para asegurar el éxito de semejante plan, también se plantea la idea de aumentar los salarios por ley, por encima de las pautas normales de la economía.
Esto no es nuevo. Franklin Roosevelt hizo lo mismo con los salarios en la Gran Depresión, y por supuesto que con la inflación contenida en su inútil New Deal. También Gran Bretaña —con la conducción personal de John Keynes— aplicó ideas similares que terminaron en una pavorosa devaluación de la libra, un colosal default disimulado bajo el nombre de inconvertibilidad de la libra, que licuó todas las reservas mundiales —que sufrió Argentina— y en la depreciación del imperio a un ex país de primera, en los últimos puestos de la tabla.
La crisis del 2008, originada en el robo de los grandes bancos mundiales mediante los subprimes, terminó de poner en evidencia algo que ya venía observándose desde siete años antes: la economía mundial no alcanzaba a mantenerse por su propio impulso, no había suficiente generación de nuevos empleos, la apertura comercial había sido exitosa en incorporar nuevos participantes y distribuir ingresos, pero no en agregar riqueza global real. Continuar leyendo