El terrible escupitajo a la peor cara del kirchnerismo fue un servicio de Tucumán a la república.
No se trata solamente de un desafío ni de un acto de valentía o rebelión frente a un Gobierno con los peores métodos de sometimiento desde los abusos de los ingenios azucareros de principios del siglo XX, que fueron desde la esclavitud económica hasta la servidumbre sexual.
Se trata de indicar el camino que seguramente deberemos recorrer desde aquí a octubre, desde octubre al 10 de diciembre y luego a lo largo de los próximos cuatro años, quienquiera fuese el candidato ganador en las elecciones generales.
Tuve la suerte, o la desgracia, de anticipar este mecanismo que comenzó el lunes 24 en la nota que publicara en Infobae hace 3 semanas.
Allí hablaba de la necesidad de tomar la calle, no ya como un mecanismo de catarsis, sino como un resorte de poder, o para influir permanentemente en el poder.
Independientemente de que no es esperable que ni José Alperovich, ni Juan Luis Manzur, ni Daniel Scioli (ni Cristina, obviamente) hagan absolutamente nada para corregir el resultado de la elección tucumana, ni tampoco para mejorar el sistema de aquí a octubre, la instantánea reacción de la gente se va a entronizar como un sistema de plebiscito permanente que deberemos usar sin asco ni miedo. Continuar leyendo