Hay un consenso obvio en la sociedad y entre los expertos: quienquiera que triunfe en octubre lo hará mejor que Cristina Kirchner. Cierto, sin ninguna duda. Ni Mauricio Macri es un suicida, ni Sergio Massa va a caer en el error de continuar la actual no-política económica, ni Daniel Scioli va a desoír a sus consejeros del establishment. La UCR es previsible en lo que no hará, es decir, no aplicará políticas modernas, antiestatistas ni claras, pero no hará desaguisados dramáticos.
Ante tal consenso no es raro que la bolsa suba, tanto en Buenos Aires como en Wall Street y que la tasa de riesgo país esté en niveles impensados en relación con las barbaridades que se han hecho y se hacen.
Ahora tratemos de colegir lo que haría cada candidato o partido si resulta ganador, como una manera de empezar a prepararnos para el futuro, o para empezar a corregir rumbos de entrada.
En lo que se refiere al cepo, una urgencia más que una cuestión de fondo, todas las fuerzas parecen creer que hay que eliminarlo, felizmente. Sin embargo, la percepción que surge es que no tienen muy claro cómo.
El peronismo poskirchnerista parece inclinarse por la idea del gradualismo, a estar por las declaraciones de sus economistas, partiendo de la idea de que primero hay que cortar la inflación y las expectativas inflacionarias antes de levantar la restricción cambiaria. Esto augura un período largo de sufrimiento cambiario, y probablemente muchos tropezones por el lado de la inflación y la inversión.
Ambas vertientes justicialistas no conciben un mercado que no esté regulado por el Banco Central, y que al mismo tiempo lo tenga como único vendedor y comprador final. Más allá de las buenas intenciones, esta concepción del mercado cambiario y el criterio gradualista, seguramente con devaluaciones parciales, augura largas penurias y muchos vaivenes si se aplican esas políticas.
La UCR y otros partidos de centro izquierda o ¨socialistas modernos¨, están todavía más empecinados en ese gradualismo y en la creencia de que el tipo de cambio es casi una forma de asignación de riqueza. Las desopilantes declaraciones de Javier González Fraga en la reciente convención radical muestran la confusión que impera en esta fuerza política. Un manejo del cepo por parte de estos partidos tendrá una salida no sólo lenta, sino dolorosa y caótica.
Mauricio Macri ha ido algo más lejos y ha prometido que levantará el cepo el 11 de diciembre, lo que sembró esperanzas en muchos inversores. Sin embargo, en posteriores explicaciones, sostuvo que eso sería posible por el cambio de expectativas y la apertura que tendrá su gobierno, lo que creará una gran afluencia de dólares. Que me disculpe el ingeniero, pero no tiene muy claro el funcionamiento de estos mercados. No hace falta una avalancha de dólares para eliminar el cepo.
Esto ocurre porque Macri está pensando también en un mercado controlado por el Central, pero con una devaluación que descomprima la demanda. El tiempo que tardará en aprender y experimentar no será irrelevante, y el tema cambiario puede ejercer efectos paralizantes en el resto de la economía.
El acercamiento de Cavallo, que se reservará, como siempre, la función de muleto, no presagia algo mejor que su convertibilidad, ahora ligeramente retocada con algunas ideas que llamaríamos bizarras, para utilizar el anglicismo ignorante de los jóvenes.
Difícilmente entonces, cualquiera de los posibles ganadores tome el camino que consideramos correcto y que hemos mencionado en nuestra última nota: establecer un mercado libre de cambios, sin la intervención del Banco Central, de un día para otro. Y sacarse de encima el problema del tipo de cambio, a la vez que quitando una traba histórica de la actividad económica
He comprobado que todos los críticos a esta idea no comprenden el funcionamiento de un mercado sin regulación ni participación del Estado, ni asimilan la idea, por lo que les asusta. Daré un solo ejemplo: un experto decía el martes a la mañana que diciembre es un mal mes para eliminar el cepo porque se cobra el aguinaldo y la gente compraría dólares, aumentando así la fuga de divisas.
Causa risa la ignorancia. La gente compra dólares porque puede hacerlo a 8 pesos. En un mercado libre, donde no obtiene una ganancia de reventa en negro instantánea, no hay demanda por ese concepto. Y si la hubiera, no será contra las reservas, ya que el Central no seria el vendedor.
Por otra parte, las empresas, para pagar aguinaldos, también venderán dólares, seguramente a un precio inicial ligeramente por encima del contado con liquidación. Los muchos años de mercado controlado, nos ha hecho olvidar el funcionamiento de un mercado libre. Devaluación, no. Mercado libre de cambio, sí.
Pero por ahora, no parece que ese vaya a ser el camino que se elegirá, lamentablemente. Es muy posible que el método sea desdoblamiento para evitar el impacto inflacionario. La diferencia entre peronismo y macrismo puede estar en si el tipo de cambio financiero será fijado por el estado o flotará más o menos libremente.
El proteccionismo que todos los candidatos llevan en su ADN y el miedo a lo desconocido que tienen sus economistas hacen imposible que piensen en un mercado libre en serio. Una oportunidad de economía sana perdida.
La otra cara de la salida del cepo es la inflación. Si bien el mercado libre aliviaría el efecto de retroalimentación con la inflación, es evidente que el valor interno de la moneda debe defenderse y estabilizarse para no llegar a un valor tan escuálido del peso que nos ponga fuera de competencia y nos aleje de la inversión, y para frenar expectativas inflacionarias Eso empieza por congelar y de inmediato bajar el gasto estatal. Aquí veo a todas las fuerzas totalmente renuentes a bajar ese gasto, y hasta sin capacidad técnica y política para hacerlo.
El PRO ha demostrado en su gestión en CABA que buena parte de la negociación legislativa y convivencia que pregona con las demás fuerzas, se ha basado en adjudicarles su parcela de gasto en el presupuesto. El monto gastado en la ciudad y el nivel de impuestos lo muestra con largueza. No se lo ve haciendo una cruzada para reducir el gasto, que es lo que debería hacerse.
Ni pensar en el massismo o el sciolismo encarando igual tarea. No está en los genes del movimiento, y además, en muchos casos el gasto que deberían cortar es el mismo que muchos o todos quienes se candidatean han ayudado a crear o aumentar, como parte también del juego de ¨lealtades peronistas¨.
No se ve a la UCR con capacidad técnica, convicción ni fortaleza para bajar el gasto.
Lo que es seguro suponer, es que cualquier fuerza que asuma tratará de eliminar los nombramientos caros y clave que beneficiaron a la Cámpora, para lo que habrá un cierto consenso de la población y de los partidos, ya que esos nombramientos fueron íncubos exclusivos de la presidente, que ya no estará con su amenazante sarcasmo y castigo instantáneo.
No veo grandes posibilidades de que el gasto importante sea atacado, analizado y reducido. Sí es posible que haya una acción gradual para reducir los subsidios eléctricos y a los transportes. El PRO parece el más inclinado a hacerlo. Tendrá que enfrentarse a la protesta y los amparos.
Para mostrar la falta de ideas sobre estos temas: dejar de subsidiar la oferta, (empresas) como ocurre en el transporte y subsidiar directamente a los consumidores individuales (demanda) bajaría el costo en un 50% por razones varias.
Los antecedentes de los candidatos y de los partidos indican que quienquiera que gane hará lo de siempre: congelar el gasto por lo menos de palabra, y jugar a que el crecimiento del país bajará su importancia relativa. En el ínterin, la peleará con tasas de interés, manejo cambiario, mayor recaudación por aumento de actividad, mayor exportación por alivio sobre las sanciones al campo.
Es decir, la idea de todas las corrientes en disputa sería: si al sistema productivo nacional se lo deja de atacar y paralizar con estupideces, la actividad crecerá. Si a la inversión se la deja de ahuyentar con idioteces, vendrá. Ese aumento de los agregados que el mercado descuenta, se producirá solamente con un poco de sensatez. Las otras variables, las piloteamos.
Es cierto. Es lo que dice Macri, lo que dice Lavagna, lo que dice Scioli. El mercado mundial sigue necesitando encontrar lugares dónde invertir. Si sacamos a Cristina Kirchner y sus políticas irreflexivas y autodestructivas, volveremos a ser atractivos.
Pues eso es todo lo que podemos esperar. Que suba el agua y tape las piedras. El resto es cosmética.
Vamos a la deuda externa. O a la deuda en general. Felizmente, todos los candidatos van a tratar de salir del default y abandonarán la lucha contra los molinos de viento, en particular contra el molino Griesa. Sin embargo hay matices, no menores. La UCR amaría revisar la deuda desde 1820 hasta aquí. Lavagna ya ha dicho que no es un tema urgente, ni de los más importantes (?) Scioli tiene también jugadores de truco similares. Aunque no descartaría una posición sorpresiva de solución rápida, de audacia menemista. Recordémoslo
El PRO parece ser el más centrado con relación a este punto y a los colaterales: CIADI, FMI, INDEC, Club de París y la necesidad de revisar sus recientes acuerdos.
Si bien sigo creyendo que antes de negociar hay que tener una estrategia interna de reprogramación de la deuda, como he explicado en otras notas, el solo anuncio de que el país está dispuesto a negociar, será importante y generará una corriente favorable, si bien no aún una corriente inversora.
¿Sería absurdo armar un equipo con los mejores técnicos de cada partido que se ocupara de la regularización de la deuda y el crédito nacional, y también de su reprogramación a tasas mucho menores que las actuales? Absurdo no. Imposible sí. ¿Verdad?
Y el otro tema trascendente es la oportunidad de aplicar un esquema de libertad de mercado y terminar o reducir drásticamente el proteccionismo. Este concepto, una política de país en sí misma, no se aplicará.
De nuevo, ni soñar con que la UCR y otros socialistas la aplicarán. Tampoco el peronismo, demasiado embanderado con las ideas militar-nacionalistas de toda su vida y comprometidos con el establishment prebendario.
Por supuesto, cuesta mucho trabajo ver a Mauricio Macri explicando a su entorno personal y político las ventajas de la apertura comercial. Por otra parte, ya ha anticipado su adhesión ferviente al Mercosur, una entidad que sólo sirve si se cambia totalmente, lo que no ocurrirá.
En cuanto al muleto, Domingo Cavallo, se debe recordar su encendida defensa del proteccionismo automotor en los 90, de la que este periodista fue testigo y víctima.
A modo de resumen, lo que podemos esperar es el mismo país mediocre y chiquito de las últimas décadas, pero con gobiernos menos enfermos que no ahuyentarán el atractivo natural que tiene invertir en una gigantesca cantera de recursos naturales como es la Argentina.
Sin cepo pero sin libertad cambiaria, sin baja de gastos pero con mejor esquema de financiamiento vía aumento de la actividad, sin default pero con costos altos e inmediatos de interés y negociaciones apresuradas y más endeudamiento, sin un empuje al agro pero con menos barreras y trabas, con proteccionismo pero con algún apoyo a las Pymes.
Con menos estatismo, pero sin dar rienda suelta a la creatividad, sin tanta inflación, con gradualismo, con bastante mas intervención del gobierno que la saludable, con menos corrupción gubernamental, pero la misma que hoy en el sector privado que vive de la sociedad, del estado, el gasto las prebendas y el proteccionismo.
Por esas pequeñas mejoras, por la vuelta al sistema financiero mundial, por las inversiones que generará la eliminación de la histeria y porque habrá una o varias devaluaciones para salir de este espejismo del relato, los números e indicadores mejorarán drásticamente. Seguramente apoyados en la realidad.
El sueño refundacional que algunos teníamos y tenemos, queda postergado para otra crisis.
Por cuatro o cinco años este nuevo modelo servirá, hasta que el proceso de recuperación – falso bienestar – ordeñe – reparto – endeudamiento- inflación- devaluación - frustración empiece de nuevo.
Será el país de siempre. Argentina sin Cristina.
Muchos, con eso tienen bastante.