El poder y la telaraña de la corrupción

Deslumbrados por convenientes teorías globales en boga, hace mucho que los políticos locales, y no sólo ellos sino también dirigentes de distintos ámbitos y niveles, han adoptado un complaciente paradigma: perseguir la obtención del poder por el poder mismo.

La teoría, como se sabrá, es muy simple: lo importante es conseguir el poder por cualquier medio reputado como legal, no con el afán de imponer algún ideal, alguna ideología o alguna concepción de organización social o económica sino simplemente para detentar – y ostentar – el poder.

Una vez en el poder, se supone, y generalmente ocurre así, que ello da primero más poder, luego riqueza, influencia, boato, privilegios, atractivo sexual y social, ojos celestes, ostentación, relaciones, obsecuencia, acceso a todas las ventajas y, finalmente, de nuevo poder.

Si el político vencedor está muy enfermo, también le da derecho a la venganza, a la destrucción de la sociedad, al insulto, al ninguneo y a la pulverización de todos los valores que lo molestan en algún recóndito lugar de su memoria infantiloide.

Esta teoría, que llamo maquiaveliana recordando la mediocridad espiritual del despreciable italiano, contiene por supuesto un corolario: una vez que se obtiene el poder, debe ser conservado a rajatabla.

Cuando resulten triunfantes, los gabinetes y esquema de colaboradores de esos políticos ya no serán constituidos en función de los planes o proyectos que se quieren implementar, que no existen, ni de acuerdo a ninguna pauta ni requisito de idoneidad, conocimiento o experiencia.  Salvo la lealtad, la obediencia, la obsecuencia y la capacidad de llevar adelante una orden o consigna a cualquier precio, hasta la incineración.

Las reuniones internas son escasas y en grupos muy pequeños, ya que se realizan para dar órdenes o recibir algún informe siempre secreto. No hay un plan ni un proyecto. Hay un modelo. Un modelo de negocios.

Jamás estos políticos tendrán un proyecto integral y orgánico que cubra seriamente una necesidad de la sociedad.  Si se compran vagones de trenes se hace seguramente porque se recibe alguna coima, o por algún  oportunismo político, o por algún favor. Lo mismo si se hacen casas o caminos. No importa que los caminos no vayan a ninguna parte, ni siquiera que se hagan. Importan el cartel, el retorno y la inauguración.

En tal esquema, el técnico, el experto serio, el especialista, el profesional, son obstáculos, ya que  tendrán reticencias para hacer lo que se les manda en cumplimiento de objetivos que no son técnicos y que no comprenden.

Otra característica notoria de esta concepción, es que no se explica, no se dialoga ni se negocia. La idea es: “Yo gané, ahora obedézcanme”. El poder por el poder mismo, impuesto como dogma de fe. La ciudadanía, equivocada por precariedad intelectual y también por miedo a no ser políticamente correcta, tiende a aceptar el razonamiento y hasta a defenderlo, creyendo que está defendiendo la democracia.

En las campañas electorales, suele notarse que ningún partido con posibilidades presenta algo parecido a una plataforma. La gente prefiere creer que “no dicen lo que van a hacer porque si no no los votarían”. Generoso pensamiento que supone que los postulantes tienen un plan preciso y mágico, pero doloroso, que tienen que ocultar a la sociedad como a un niño se lo engaña para que tome el jarabe con gusto a medicina para curarse.

Falso. No dicen lo que van a hacer porque no tienen intención de hacer algo concreto y explicable desde la teoría. Tratarán de conseguir el poder e “irán viendo”.  La gente se apasiona, se pelea, se agrede, se descalifica, y no advierte que está siendo víctima de una trampa montada por todos los actores, que le hacen creer que están en bandos opuestos, pero que luchan para conseguir el poder por el poder mismo.

Después se encargarán de disfrazar con palabras cada obra interminable, cada prebenda, cada rapiña, cada contrato, cada permiso mal dado. Y por eso se advierten tantas contradicciones, que sólo son tales para quien cree linealmente que los gobernantes han trazado un plan y no son coherentes con él.

En este Gobierno que agoniza por plazo y por desprecio a y de la sociedad, hemos asistido a miles de contradicciones. No se trata de errores. Son conveniencias circunstanciales que responden al único plan central: ordeñar y conservar el poder. Sólo son contradicciones para nosotros. No para ellos.

Nótese con cuánta facilidad se pasa del criterio del poder por el poder mismo al desprecio  por los valores republicanos, al desprecio por la eficiencia, al desprecio por la ley, al desprecio por la gente.

Y por supuesto, a un verdadero fraude a la democracia, que no supone en su esencia esta concepción egoísta, inhumana y cínica del poder que en definitiva es delegado temporaria y provisoriamente por el pueblo.

Y nótese lo coherente que es para ese modelo la idea de eternizarse en el poder, ya que el poder pasa a ser un bien propio que ha sido ganado con los votos, lo que incluye el derecho a defenderlo de todos los modos… para siempre.

El kirchnerismo es sólo el heredero natural  de esta concepción, a la que le dio brillo y amplió hasta la indignación.

En este esquema sin ideales, ni ideologías, sin proyecto, sin técnicos ni expertos, sólo con el poder obtenido por la gracia del voto, como antes los reyes lo obtenían por la gracia de Dios, se entronca naturalmente la corrupción.

La corrupción es añeja entre nosotros, pero a nuestros efectos, es importante comprender su funcionamiento.  Una telaraña de favores, órdenes, coimas grandes y chicas, amenazas, delaciones, lealtades, traiciones.

Una mafia que recuerda tanto a la obra de tejido del arácnido, como a su homónima virtual, la Web.  Un juez nombrado por alguien le hace un favor a un tercero a pedido de quien lo designó, y se hace acreedor a un favor.  Un empresario que le paga los estudios al hijo de algún funcionario para obtener contrapartidas futuras.

Favores e ingresos cruzados donde a veces el que se beneficia y el benefactor ni siquiera se conocen. “Dejámelo a mí, yo lo arreglo”, sería la frase clave. Plata negra, lavado, facturas truchas cuyo importe van directo al funcionario,  droga y plata de la droga,  pancheros y plata de los pancheros, colectiveros y plata de los colectiveros, manteros y plata de los manteros, villas y plata del cónsul, el narco repartiendo plata hacia arriba y los costados y protección mafiosa hacia abajo.

A esa telaraña se puede entrar por cualquier lado. Está interconectada como la Web, se paga con bitcoins manchados con sangre, o con desnutrición, o con contaminación, o con descerebrados por el paco.  En el centro de esa telaraña, tal vez hay una araña, pero no hace falta que esté. Ya la red es autónoma.

Necesitado de transformar su esquema de poder por el poder mismo en dinero, el sistema político desaforado necesita tener su propio sistema. Lo encuentra en la telaraña de corrupción. Él le permite transformar lo negro en blanco y viceversa, recibir y dar retornos, comprar apoyos para legitimar ese poder sin alma ni ideas, inclusive comprar votos, del pueblo y de legisladores.  De paso, le permite espiar a todos.

En esa tarea, el poder protege a la web de corrupción, y la telaraña le devuelve agilidad operativa y le monetiza el fruto de su poder al gobierno y a los políticos. El blanqueo delirante y aún viviente es una vergonzosa muestra de esa simbiosis fatídica.

Desde villas a cocina de drogas en los countries, desde monumentales “donaciones” de los importadores de efedrina a las tercerizaciones inexistentes que saquean los presupuestos, desde las fronteras indefensas al contrabando a las tierras arrasadas por la minería salvaje, desde el pacto con Irán a la muerte de un fiscal cuya custodia mira para otro lado cuando tiene que mirar para este lado.

Y agregue cada uno lo que quiera, que seguramente acierta. Esta unión entre el paradigma del poder por el poder mismo y la telaraña de corrupción, es un enemigo del bienestar de la sociedad, de la cohesión de la sociedad, y esencialmente, de la democracia, a la que ha violado impunemente y mantiene secuestrada para violarla cada día de nuevo.

El peronismo nuevamente, y todo el sistema político por detrás, están en el proceso, (que espero fervientemente que no sea sangriento), de elegir a los próximos usufructuarios que vendrán a apoderarse del poder y de la telaraña, a “empoderarse” para hacer lo que se le de la gana omnímodamente.  A decir: “Gané, ahora hagan lo que yo digo”

Con un sistema político cuyos protagonistas se han ocupado de amañar a su conveniencia, difícilmente la ciudadanía podrá votar bien. Tampoco discernir entre los discursos todos iguales, sin plan, sin compromiso, sin liderazgo, sin coraje y sin propuesta, y sospecho que sin gente capacitada para gobernar.

La política debe ser una propuesta unificadora, un proyecto que integre a la nación y a su gente, una idea, una concepción de país. Sobre eso hay que discutir, discrepar y negociar.  Mientras sigamos creyendo que la política es un mecanismo para obtener el poder y luego sacarle el jugo, habrá muchas Cristinas y muchas telarañas en nuestro futuro.

La democracia requiere de un ejercicio de humildad. De propuestas,  convicciones,  persuasión y compromiso. El poder prestado que se otorga a un político debe ser manejado con enorme cuidado, con eficacia, talento y mucha generosidad. Traspasar la nación deshecha, exangüe y ordeñada a un nuevo gobierno no es una viveza. Es una estafa a la sociedad.

Procurar el poder por el poder mismo no es democracia. No es república. No es generosidad. No es decente.

Tal vez algún candidato comprenda que puede ser rentable empezar a hablarle a la ciudadanía como si fuera mayor de edad.

Cómo sacarle el gasto de entre los dientes al tiburón político

Hablamos hasta ahora de dónde, cómo, cuándo y con quiénes cortar el gasto público. Veamos ahora cómo logramos quitárselo de las mandíbulas a los políticos–tiburones.

Comunicación a la sociedad

Internet será el medio de difusión viral y de comunicación, con un sitio web muy potente donde se expliquen los planes, plazos y resultados y se reciban ideas, voluntarios, opiniones. Será la base para el uso de las redes sociales y la cantera donde, por algún sistema de VPN, se acceda al trabajo en cooperación y a la gestión de proyectos.

Tendrá una doble función: la comunicación y cooperación interna, y la comunicación/interrelación con los ciudadanos. Tendrá un sector de denuncias y seguimiento que cumplirá un papel sumamente activo para evidenciar los excesos, errores y prácticas indeseadas de la administración.

Esta sitio, al explicar y debatir cada uno de los temas y casos importantes, cumplirá también una función formativa y, vía sus opiniones y colaboraciones, se irán destacando los líderes, no sólo de opinión, sino los futuros gestores y administradores.

Al fin y al cabo, ¿cuánto falta para una democracia apoyada fuertemente en Internet, con líderes políticos nacidos de Internet?

 Cómo reclutar a quienes harán la tarea                     

Como en cualquier otro caso. Convocándolos. El aviso del Tío Sam diciendo I need you, pidiéndole a la gente que se dejase matar por la causa de la libertad pareció bastante efectivo. Aquí se necesita un poco menos de sacrificio.

Hay que contar con la emulación, la necesidad de participar, el hecho de que habrá rápidamente resultados y de que mucha gente joven y no tanto, necesita participar. Se trata de una tarea que puede considerarse re-fundacional, contará con el soporte de las redes y muchos líderes y twitter stars, con enormes inquietudes y talento.

Internet será vehículo de reclutamiento de profesionales, que agregarán orgullosamente  a su curriculum que han trabajado en estos proyectos. La publicidad de los resultados tendrá un efecto potenciador trascendente y tarde o temprano, devendrá en un sistema de compulsa para elegir desde allí a los nuevos líderes. La idea central de colocar como líderes formales a los líderes informales.

Modo de presionar a los políticos   

La tarea de bajar el gasto debe estar enmarcada en la ley y en la política definitivamente. Esto crea diversos problemas. El primero es que los argentinos no tenemos confianza en los políticos ni en su respeto a la ley, que tampoco nosotros respetamos mucho.  Parte de esa deficiencia será cubierta por la particular estructura que describimos, que no es nada más que la larga mano de la ciudadanía metiéndose a auditar el gasto.

Pero se necesita para este proyecto una voluntad política que lo abrace y lleve adelante, y un grupo de leyes que soporten y legalicen la transición y el cambio de paradigma. Nuestras leyes están hoy alineadas con el sistema de rapiña al Presupuesto, y son rápidamente torcidas o tergiversadas para que se adecuen a las necesidades de los cuervos presupuestarios, ya que no los buitres.

Suscribo la idea de algunos expertos de establecer constitucionalmente límites al endeudamiento, el gasto, el déficit, la emisión y los impuestos. Con observaciones. La primera es que todas las mediciones deben ser hechas por entes supervisados por las estructuras que hemos propuesto para bajar el gasto, con participación directa de la gente. Poner normas constitucionales para burlarlas vía una oficina de cuarta es darle la razón a Tácito: «en un país corrupto se dictan infinidad de leyes

Pero, ¿cómo hacer que los políticos acepten cortar su mayor fuente de ingresos, manipulación, negociación y enriquecimiento personal como es el gasto público? ¿Cómo evitar que los partidos, en vez de formar futuros funcionarios y líderes, sean el piso de la Bolsa donde se negocia cada cargo público, cada favor, cada prebenda, cada licitación, cada partida?

De la única manera que los políticos entienden. Presionándolos, asustándolos, negociándoles el voto, repudiándolos, exponiéndolos, sacudiéndolos. (Si esto parece duro, recuérdese que en otras épocas de la historia les hacían cosas peores)

Y aquí otra vez las redes. El cacerolazo fue apenas una demostración de lo que se puede hacer. Recabar un compromiso firmado por los principales candidatos antes de las elecciones puede ser un mecanismo de presión importante, según cómo y cuánto trabajemos en ello. Redactar un modelo de compromiso incluyendo estos puntos y la promesa de designar los funcionarios ad-honorem con la anuencia popular, para luego exigir la adhesión de los políticos es un primer paso. Y quien no lo firme será expuesto a la opinión pública.

Democracia y participación directa

Una digresión previa. ¿A cuánto estaremos de una forma de participación directa de la ciudadanía en estos paupérrimos sistemas democráticos, – y no hablo sólo de Argentina- que nos han transformado en meros rehenes o vasallos con derecho a voto?

Pues bien, hagamos de la ciudadanía el auditor de nuestro gasto. Que se imbrique en este sistema de control, de modo orgánico, por algunos de los mecanismos explicados más arriba. Con datos que obtenga formalmente, o con datos que consiga del modo que fuere, y que exponga y haga públicos, de modo  orgánico o no.

Una especie de Greenpeace del presupuesto que concientice a la ciudadanía y presione al Estado y a los políticos y partidos, obligándolos a firmar compromisos de honor, de modo que si son electos, deban aplicar las recomendaciones de este trabajo o similares, y que sepan que serán despreciados y expuestos si no lo hacen.

Las mentes viejas leerán estas líneas con una sonrisa. Les respondo con una carcajada ante el desprecio de la capacidad de las fuerzas, la creatividad, la pujanza y la perseverancia de los jóvenes, particularmente los que tienen formación de redes. Después estas mentes obsoletas se admiran de los Amazons, Facebooks, Twitters y tantos otros emprendimientos, que son fruto esencialmente de la perseverancia que los ancianos mentales ya no ejercen.

Para bajar el gasto, hace falta esas perseverancia, talento y coraje. Ha hecho más por las libertades WikiLeaks que billones de dólares gastados con ese fin por los burócratas ancianos de todos los regímenes.

Propongo que esos movimientos de redes tomen un papel preponderante, no sólo ya en la lucha contra el gasto, sino en toda la vida democrática nacional, actualmente de una mediocridad y calidad desilusionante.

La presión de esos grupos sobre el sistema, no sólo impondrá el cambio, sino que removerá todos los obstáculos que se pongan por delante de las reformas.

Las alternativas propuestas sonarán al menos raras. No serán menos raras que un cacerolazo o una marcha inútiles convocados por las redes. Los argentinos nos quejamos de los políticos con toda razón, y nos acusamos por haberlos votado. Pero no nos damos cuenta de que nos han quitado todo mecanismo razonable de elección. Esos derechos que hemos perdido a manos de los partidos, ahora dueños del sistema electoral y de la propia Constitución Nacional, deben recuperarse vía la presión ciudadana.

Los derechos se han conseguido siempre enfrentando al rey, al poder, al Estado. Tenemos mecanismos colosales para hacerlo sin violencia y con una enorme eficacia. El pacto social siempre fue firmado por los reyes bajo el miedo. El de Juan sin Tierra, cuando firma su Carta Magna, no es una excepción. ¿Queremos usarlos o queremos seguir quejándonos y votando por 20 desconocidos?

Este tipo de proyectos será bandera en las redes o no tiene sentido hablar más de bajar el gasto. Hay que resignarse a la expoliación. Y tampoco tendrá sentido hablar más de las redes, si sus usuarios no son capaces de entender su misión.

Copiamos los sistemas políticos de los países centrales, pero no la acción de sus ciudadanos para lidiar con los políticos. Un grupo tenebroso, machista, belicoso, con lobby corrupto como la National Riffle Association, influye fuertemente en la elección del presidente norteamericano. Nosotros ponemos hashtags y cambiamos nuestros nicknames, como máximo.

Tal vez es hora de hacer más. Así ayudaremos a nuestra economía personal,  a la del país y seguramente a esta manoseada democracia.

El robo en los presupuestos es tan grande, que su sola detección y eliminación cambiaría el nivel de bienestar. Habrá que vencer todos los obstáculos falsos apilados por los propios políticos, los  sindicatos, los tercerizados, los prebendarios. Las huelgas, los reclamos de derechos adquiridos, (derechos que se burlaron cuando consiguieron las prebendas).

Habrá que pensar y conseguir aprobar leyes para permitir el cambio, ya que detrás de la ley se escudan los que la violaron serialmente para conseguir su libra de carne en el gasto.

En esta tarea, la ciudadanía debe tener un solo modo de pensar: es mejor hacer este cambio fundacional con el estado, con los políticos y con los partidos. Pero si lo tiene que hacer sin ellos, lo hará. Y si lo tiene que hacer contra ellos, también.

Así rescataremos la democracia de la hipocresía, la corrupción, la mediocridad y la rapiña en que se ha convertido, recuperando con la acción directa la condición de ciudadanos, trocada hace mucho por la de siervos por la asociación ilícita entre el poder mayoritario y minoritario, los empresarios, los ladrones públicos (perdón por la redundancia) y los vagos.

No es tarea de pocos meses, y habrá que resolver de otra manera las urgencias presupuestarias en el corto plazo. Es una tarea ongoing que, como práctica republicana, no debe cesar nunca. Y se debe ampliar a toda la gestión del estado, no sólo a la economía.

El Estado ha usado la tecnología y las redes para espiar, subyugar, controlar, dominar, burocratizar, esclavizar y someter al ciudadano. Es hora de que el ciudadano reaccione en el sentido inverso. Los líderes mediáticos de medios tradicionales y de las redes, deben abandonar su postura seudodesinteresada y comprometerse en proyectos como éste. O si no serán cómplices. No se puede desperdiciar el liderazgo sin abogar por las grandes causas.

Las redes han hecho de todos los líderes, periodistas. Y como dijera Joseph Pulitzer, un periodista debe estar siempre a favor de los necesitados y siempre en contra de los ladrones públicos.

Acostumbrados a pensar en 140 caracteres, nos cuesta trabajo bajar aunque sea sólo un nivel en la tarea de desarrollo del pensamiento. Por eso todas las ideas son apenas esbozos que raras veces avanzan a más de eso: ideas esbozadas en un plumazo.

Tareas refundacionales complementarias

Por supuesto que hay algunas tareas de fondo que son necesarias para tener un país razonablemente serio y posible.

Una reformulación del sistema de coparticipación.  Otros prefieren un federalismo furioso. Imitando modestamente a Alberdi, creo que no se puede aplicar de golpe sin dejar un tendal de sancionados por una generación.

Una reformulación del sistema tributario. Para ello es condición previa que el nivel de gasto sea lógico y adecuado. De lo contrario estaremos simplemente cambiando el pagador de la factura.

Una reformulación de la política del Estado y su participación en la economía. Casi no merece comentarios por su obviedad.

Cito estos temas como una forma de reconocer su necesidad, pero no es el intento de este trabajo abarcarlos. Sí sería posible usar algunos de los conceptos aquí ensayados para encarar esas tareas.

Estamos proponiendo limitarle al Estado el control de la economía, de nuestra economía personal y de la economía de la sociedad.Para ello, utilizar sistemas organizados de la sociedad y de las redes sociales  en general, que obren como contralores de la ciudadanía sobre el estado, los políticos y sus funcionarios.

Es evidente que los políticos y aún la democracia vilmente desfigurada por ellos, los partidos y los ladrones públicos, nos han defraudado y han entronizado una ineficiencia e ignorancia cómplice en todos los presupuestos.

Como en toda la historia, la ciudadanía debe elegir entre reaccionar y retomar su poder, o resignarse a la esclavitud y el servilismo. Hay una oportunidad en el gigantesco sobregasto, cuya eliminación permitiría resultados espectaculares sin sacrificios que afectan siempre a las clases más desprotegidas.

Abro esa discusión, aun sabiendo que recibiré la ironía- (sistema de discusión de los ineptos- y la burla ante lo que se percibirá como idealismo anticuado. Idealismo viene de ideas. Hay que tener coraje para defenderlas. Nadie nos regalará la libertad, ni económica ni de ninguna otra clase. La libertad se gana con coraje. Ese coraje comienza por exponerse.

Podemos seguir pidiendo a gritos la baja del gasto, sin explicar cómo, ni dónde, ni de qué modo. En tal caso, y para ser políticamente correctos a full, sugiero que, además de la baja del gasto, pidamos por la vacuna del sida, la lucha contra la trata, y sobre todo, la paz universal.

Se escuchan ofertas.

Un modesto homenaje a Ricardo López Murphy, que inmoló su carrera por proponer una baja concreta del gasto.