El costo del raro proteccionismo energético

Nadie informado puede cuestionar la recomposición tarifaria energética, ni en su oportunidad ni en su magnitud. Tanto la producción eléctrica como la de gas y petróleo habían llegado a una situación insostenible, que roza el desastre de suministro y el económico.

Esta nota es para recordarle al consumidor que parte importante de estas tarifas que ahora debe pagar tienen que ver con el proteccionismo que impera en la matriz energética en todos sus formatos, y con la connivencia entre esas diversas versiones y el Estado.

Tras la quiebra de 2001, el Gobierno decidió controlar las tarifas de todas las empresas privadas, decisión que luego continuó y profundizó Néstor Kirchner y que exageró luego hasta la caricatura trágica su esposa Cristina.

Con excepción de Shell, sin demasiado peso en la ecuación, el resto del sistema energético guardó silencio o emitió suaves quejidos ante la destrucción de la producción. Era lo que correspondía dentro de un sistema secreto y áulico, el del proteccionismo prebendario.

Las tarifas se congelaron y se subsidiaron, dos pasos ruinosos simultáneos. La exploración, la extracción y la distribución se tornaron económicamente imposibles, pero las empresas protegidas, controladas guardaron silencio. Lo mismo la población subsidiada, como corresponde al populismo, que siempre es bifronte. Continuar leyendo

Deliberada confusión entre lavado y evasión

Un empleado infiel roba una base de datos de mails sensibles de un estudio contable, de abogados o un banco en los que trabaja.

Un hacker —contratado ad hoc o no— roba igual material.

Cualquiera de los dos personajes ofrece en venta lo robado, primero, a la empresa despojada, luego, a sus clientes más importantes y luego, a los Gobiernos. Si no tiene éxito, vende lo robado a la prensa.

Si los Gobiernos compran el botín, también lo filtran a la prensa para presionar-atemorizar a quienes figuran en la base de datos.

Seguramente la gran mayoría de quienes figuran en esos listados han cometido algún delito en algún país, con diferentes niveles de gravedad. También lo han cometido los que robaron la información, para las leyes de cualquier país. Y también los Gobiernos que actúan de ese modo están vulnerando todo tipo de derechos y violando garantías procesales elementales que se les garantizarían a un carterista o a un asesino serial. Además de que la supuesta prueba es inusable e ilegal en juicio.

Cuando se le arroja parte del material al periodismo, que siente que está investigando los horrores de la Solución Final con una planilla Excel, el proceso se transforma en escándalo. Hasta aquí fue descripción. Continuar leyendo

¿Aux barricades?

Recientemente, Elisa Carrió anunció que si intentaban robarle los votos, “sacaría la gente a la calle”. Estaba anticipando la desesperación del Frente para la Victoria (FPV) ante la posibilidad de no ganar en primera vuelta, lo que lo condenaría a la derrota en segunda.

Como la diferencia entre el cielo y el infierno kirchnerista puede llegar a ser de solo cuatro o cinco puntos, la presunción de un fraude tiene fundamentos, en especial en las zonas del malón electoral del conurbano, donde para ser fiscal de la oposición se requiere por lo menos ser cinturón marrón de karate.

La profecía de Lilita puede llegar a proyectarse hacia después de las elecciones, cualquiera fuera el candidato ganador. Sobre todo teniendo en cuenta la conformación de las Cámaras, la cristinización del Ministerio Público y el descuartizamiento y la invasión K de la Justicia. Continuar leyendo

Un país en coma inducido

Poco a poco el país se fue parando. Primero la economía: el gasto y la emisión sin control, que al principio empujaran la actividad, se fueron convirtiendo en inflación y más impuestos. La inflación tornaba impensable el ahorro y la inversión e inimaginable el futuro y destrozaba el poder adquisitivo del consumidor.

El cepo fue fatal. Porque ahuyentó el ingresó de divisas y exponenció el aumento de costos en dólares.  Las empresas más grandes ya no pudieron obtener sus componentes importados a tiempo, o no los obtuvieron nunca más. Las pequeñas empresas exportadoras vieron desaparecer sus mercados frente al aumento de sus costos. Las ganancias obtenidas en los primeros años tuvieron que consumirse para durar.

Las mega inversiones se transformaron en declamaciones o en campo de aventureros, locales o extranjeros, o asociaciones de ambos, sin grandes requerimientos de personal ni de servicios. Junto con las reservas se evaporaron las esperanzas y los proyectos. Las empresas ya establecidas decidieron simplemente quedarse en stand by. Los supuestos nuevos inversores esperaban con calma poder negociar con alguien que no necesitara un chaleco de fuerza. Continuar leyendo

El valor de la palabra

Santiago Kovadloff terminó un reciente reportaje que se le hacía con esta frase: “Insistir, insistir, insistir, para que las palabras no se conviertan en basura”.

La frase excede el marco del asesinato del fiscal Nisman. Es un ataque no sólo al corazón del kirchnerismo, sino también a cualquier demagogia, a toda clase de deformación del pensamiento via la propaganda en cualquiera de sus formas.

En última instancia, es un ataque a la mentira, la manipulación, la perversidad y la dialéctica enfermiza, sea individual o colectiva.

La palabra es el símbolo mismo de la condición humana. Es lo que diferencia al ser humano de las demás especies. Es la base de la civilización, de la sociedad, de la inteligencia.

El peso de la palabra ha sido por siglos la base de las sociedades, de la justicia, del comercio, del progreso y del derecho de los pueblos.  Las religiones, las leyes, la educación, la cultura se basan en ella.  Y por supuesto, también las revoluciones, las protestas, las críticas, la libertad misma.

La palabra del filósofo es formadora de esperanza, de comprensión, de respeto por la existencia propia y del otro.

La palabra del periodista es defensora de derechos, de disensos y de libertades.

La palabra de la justicia es la red de contención de toda sociedad.

En términos personales, la palabra es esencial.  Un “te amo” tiene, o debiera tener, la fuerza del más solemne de los contratos.

El populismo, la demagogia, la política entendida como la toma y conservación del poder por el poder mismo, necesitan destruir el peso y el significado de la palabra, porque ella puede contener la verdad y la libertad.

Para esas deformaciones, es imprescindible alterar todos los significados, para poder crear esa irrealidad que se puede denominar el relato, el modelo, o de cualquier otro modo, pero que jamás es la verdad.

El kirchnerismo, muy en especial Cristina Fernández, se burla de la palabra, la deforma, la manipula, la devalúa y la trastroca hasta el autoengaño. La convierte en hipnosis, en apenas un truco, un espejismo, una autoreferencia, un insulto,  un espejo en el que lo que se refleja no se parece en nada a la realidad.

Atacar y despreciar el valor de la palabra es despreciar la condición humana. Por eso Kovadloff estalla en sollozos. Se siente agraviado y bastardeado como persona.

La palabra es la persona.  Insistamos inclaudicablemente en defender su valor, como el maestro Santiago. Lloremos sin dejar de luchar.

Cómo bajar la parte más difícil del gasto público

En todo lo que hablamos hasta ahora hemos atacado sólo la parte más simple del gasto, con buenos ahorros potenciales, pero la más fácil de bajar. Ahora vamos a lo que llamaremos el presupuesto general. Si se toma el caos actual acumulado de partidas y conceptos y se intenta cortar algunos rubros desde esa base, la confusión es tal que lo hace imposible, cuando no peligroso. Y por eso no se puede usar el actual presupuesto. Usarlo como base es caer en una trampa.

La ignorancia del contenido y funcionamiento del presupuesto por funcionarios de cualquier partido y cualquier administración es cómplice de los ladrones públicos y del populismo. Nadie sabe lo que hay adentro. Y ésa es la idea central. Que nadie sepa nada. Por eso hay que tirar a la basura el presupuesto actual.

El trabajo consiste en establecer cuál debería ser el verdadero nivel de gasto adecuado para cumplir con las políticas públicas diseñadas. Esto es lo que se conoce como presupuesto de base cero. Imaginemos entonces un diseño de políticas públicas en cada ministerio, (Tras determinar a su vez que el ministerio es relevante) Luego se establecen las necesidades de gastos para cumplir esas políticas. Las universidades tendrían una magnífica oportunidad de contribuir y al mismo tiempo desarrollar conocimiento sobre el funcionamiento del estado.

Esta técnica se usa en todas las grandes empresas del mundo -algunas casi comparables a Argentina- cada, por ejemplo, siete años, para obligar a repensar el presupuesto. Aquí es imprescindible.

Al completarse esta etapa, se tendrá un prototipo de presupuesto que en definitiva mostrará los gastos en que se debe incurrir para hacer lo mismo que se hace en la actualidad, con igual cantidad y calidad de prestaciones. Quienes hayan participado tendrán una cantidad de información sobre los excesos e irregularidades contenidas en los presupuestos actuales, a la vez que serán una fuente muy rica de ideas para otra futura etapa superadora.

Dos Presupuestos

Tendremos en ese momento dos presupuestos: el vigente, determinado a dedo, como se hace habitualmente, y el presupuesto modelo recién confeccionado. No hace falta mucha elaboración para comprender que las diferencias serán notorias y muy trascendentes. En ese momento, la sociedad debe ser informada de cuánto costaría el manejo de la cosa pública de utilizarse el nuevo criterio, y de cuáles serían los efectos impositivos, cambiarios y económicos en caso de aplicarse. Ese nuevo presupuesto deberá publicarse y discutirse.

¿Cuál sería el objeto? Que la ciudadanía advierta el enorme desperdicio contenido en las cuentas actuales. La terrible diferencia entre lo que se paga de impuestos y lo que la comunidad recibe de retorno. Esa diferencia es la que nos permitiría uno de dos caminos, o una mezcla de ambos:

-Bajar la presión impositiva liberando así recursos para el crecimiento y la inversión.

-Mejorar en serio la equidad vía prestaciones adicionales a los sectores que lo justifiquen. Y aquí ni siquiera se abre juicio sobre ideología alguna.

A partir de ese momento, empieza el proceso, (que es una técnica) de pasar del presupuesto de hoy al nuevo presupuesto. Eso implica una dura tarea que no se podrá realizar de un día para otro, pero que tiene que tener un paso firme y continuo.
Para ello no sólo hace falta una política de Estado, sino que la ciudadanía, con los mecanismos que hemos propuesto y con nuevos mecanismos que la comunidad imponga, vía su opinión y las redes sociales y otras acciones Nada de eso ocurrirá si no hay una convicción en la sociedad de la necesidad del cambio. La sola diferencia monetaria entre el presupuesto actual y el nuevo presupuesto puede ser un incentivo muy valioso. Por eso la persuasión y comunicación a la sociedad, además de leyes que deben ser promovidas y forzadas por la sociedad, serán vitales para este proceso.

La persuasión

Todo lo escrito vuelve a poner sobre la mesa la dificultad para bajar el gasto. Los mismos que hoy claman por su baja inmediata dirán que este camino es estrambótico y larguísimo. Sigo pidiendo que se propongan ideas alternativas, o que se hagan modificaciones a este trabajo que lo mejoren, pero que no se declamen proclamas de reducción de gasto o de déficit sin aportar ideas concretas y precisas.

Cuando Ricardo López Murphy propuso su modesto recorte al presupuesto, que le costó el cargo a él y al país el default, lo hizo vía la eliminación de un incremento previsto en el presupuesto universitario. Sin enjuiciar la procedencia de ese incremento, su intento fue desesperado, justamente por la imposibilidad, dada la urgencia, de entrar en el presupuesto en profundidad, una empresa imposible sin un Van Helsing ad hoc

Quien haya encarado en la práctica este tipo de tareas, siempre rehuídas también en el ámbito privado, sabe que el desafió requiere técnicas, perseverancia, firmeza y constancia. Y algo de inteligencia. Y principalmente, el apoyo de la población. Por eso la necesidad de ser capaces de persuadir, que no significa empaquetar, como rápidamente traducimos los argentinos. Persuadir es además tomar compromisos, fijarse metas, rendir cuentas a la sociedad. En una palabra, hacer el trabajo que deben hacer quienes pretenden ser funcionarios públicos. O sea, mejorar la calidad de la pobre democracia local.

Ya escucho al lector diciendo: “¿pero quién va a hacer todo este laburo? Este tipo se volvió loco”. La próxima semana explicamos quiénes y cómo harán esto.

 

No se puede bajar el gasto público sin entenderlo

Día llegará en que la vergonzosa payasada que es el manejo de la economía nacional se termine. Espero como todos que así ocurra. No hablo de los últimos diez años, aunque podría, sino de siempre. El manejo del gasto es una improvisación y una estafa desde los comienzos de la Nación.

Como se ha puntualizado por años, el gasto público es la madre de todas las desgracias que asuelan a nuestro país. Allí están acumuladas las prebendas, las corrupciones, las ineficiencias, los errores, las ideologías monetizadas, el clientelismo, los puestos públicos de favoritismo político, el populismo, el nepotismo, las ideas obsoletas, un sistema jubilatorio injusto para los que aportaron, pero un regalo para los 3.000.000 de jubilados sin aportes que se agregaron dadivosamente en los últimos 6 años, y decenas de miles de nombramientos.

Se suman los efectos de las políticas industriales amiguistas, denominando así no a los amigos del poder, sino la de los especiales industriales locales, que se hacen amigos de todos, amén de los perjuicios cambiarios que generan. Están también allí los concesionarios de obras públicas y servicios, licitadores, expertos en no terminar las obras y hacer juicios al estado, los contratistas, los concesionarios de tecnología que son viejos constructores reconvertidos y los miles y miles de proveedores del estado, algunos seguramente serios, pero muchos más directamente expoliadores.

Nadie sabe lo que hay en los presupuestos

Ahora preguntémonos: ¿cómo se bajará el gasto sin analizarlo, como se propone a veces? ¿Cuántos Ciccone hay en nuestros presupuestos? ¿Cómo los detectaremos? ¿Cuántas empresas que facturan sin prestar servicio alguno existen en el orden nacional, provincial y municipal? ¿Cómo identificarlas y eliminarlas? ¿Cuánta tercerización con retorno del 50% hay? Las usinas de facturas truchas, que servían en su origen sólo para justificar coimas de privados a funcionarios con la venia de la Afip, ahora han evolucionado y son directamente fábrica de gastos inexistentes que se reparten 70/30% entre el funcionario y el dueño de la “empresa”.

Rubros como los subsidios indirectos elefantiásicos vía empresas de prestación de servicios, ineficientes y sospechados, son una cifra larguísima sin explicaciones. A ello se incorporó en los últimos años el truco de crear sociedades anónimas del Estado, que importan gas caro, por ejemplo, para venderlo a precio vil a los consumidores, generando una sola partida deficitaria que no se investiga porque las sociedades anónimas son consideradas “empresas privadas” en la cínica dialéctica gubernamental.

Se puede simplificar y culpar sólo a los actuales gobiernos por este estado de cosas. Sería un acto de generosidad para quienes estuvieron antes y una buena manera de no resolver el problema del sobregasto. Es justamente la mescolanza y superposición de barbaridades lo que hace tan difícil bajar el gasto. Los derechos adquiridos y los intereses creados son los muros impenetrables del sistema que es supra Estado, un econo-sistema, autónomo, con poder de resiliencia infinita y con poder de fuego, además. Los mismos que se burlan de las leyes, la gente y el derecho, gritan ¡inseguridad jurídica! cuando se mete el dedo en sus contratos y ventajas espurias.

Las leyes de inamovilidad laboral, la acción sindical y de múltiples grupos políticos, la utilización de los presupuestos como moneda de cambio político, las centenas de miles de contratos temporarios laborales o de tercerización que implican siempre un juicio potencial, son un cepo que torna imposible una baja.

Licuación y resiliencia del gasto

Por estas y otras razones, los gobernantes, aún los pocos decentes que existen, optan no por la baja de gastos, sino por equilibrar el presupuesto vía incremento de los impuestos, tasas, gabelas, exacciones y otros trucos que saturan nuestro sistema. Con una recurrente inflación licuadora, el mecanismo parece eficaz. Por un tiempo. Hasta que el metasistema, lleno de contratos y licitaciones con poison pills descubre que también han aumentado los recursos y comienza a apoderárselos cual un cáncer. Con tal mecanismo la carga impositiva es enorme y creciente.

El gasto se convierte así en la causa de la inflación, el endeudamiento, la pobreza, la ineficacia en la prestación de servicios por los que la población paga, y en una colosal máquina de pérdida y destrucción de oportunidades.

Pensemos ahora concretamente en cómo bajar el gasto. Se puede.

Para bajar el Gasto: Decisión, convicción, persuasión.

La decisión política es, como en todas las grandes causas, un proceso de una vida, o de un minuto de inspiración.

El líder o los líderes que estén dispuestos a este acto heroico debe o deben tener una convicción profunda, que será reforzada con el aporte de técnicos que los ayuden a entender no sólo la magnitud del problema, sino la esencia, génesis y formatos de los grandes grupos de usinas de gastos que se enquistaron en el sistema de gastos del país.

Esa convicción debe ser compartida preferentemente por varios partidos, entidades, organizaciones cívicas, educativas, empresarias y si se puede, sindicales. Y debe estar reforzada por la convicción técnica de la conveniencia del cambio. Un análisis a fondo de la historia presupuestaria y fiscal del país será fundamental.

Y esa convicción, de la que el lector ya está dudando a esta altura, deberá ser reforzada por la acción de la comunidad en sus formas modernas de presión política, como veremos en su momento.

Al hablar de convicción, apunto no sólo a la fuerza para convencer a otros líderes de emprender la epopeya, sino a que se requerirá mucha seguridad en el proyecto, porque cada partida, cada concepto, cada subrubro, será defendido con uñas y dientes bajo el lema de la Patria, la soberanía, las fuentes de trabajo, el autoabastecimiento, la dominación extranjera y argumentos similares, esgrimidos en discusiones públicas y privadas y al mismo tiempo con artilugios, trampas, acomodos, más corrupción, operaciones de prensa, y toda la artillería con que se han defendido históricamente las prebendas descriptas.

Debe comprenderse que todo ese lenguaje supuestamente socialista es utilizado por los ladrones del gasto, que suelen contar con la complicidad ideológica o paga de quienes hablan ese idioma. La convicción de que el gasto y su socio infaltable, el populismo, es la razón de todos los males que padece la economía y la gente, servirá no sólo como argumento sino como forma de templar el ánimo.

Esos ladrones del gasto están embebidos en nuestra sociedad, se casan con vuestras hijas, nos invitan a sus fiestas, se asocian a los mejores clubes y son respetados como grandes empresarios, cuando son apenas ladrones públicos con autos caros. También nos contratan como ejecutivos o asesores y avisan en los medios importantes y nos auspician a muchos periodistas.

Este párrafo es para demostrar lo difícil que resultará la tarea, aun cuando se lleve a cabo con pleno apoyo político.

Pensar en cómo cambiar las ideas de la sociedad

Un aspecto no menor será la capacidad de persuadir, de negociar con la comunidad, de hablar con claridad de la necesidad de la revisión, sus costos y beneficios. La población jugará un rol vital en el proceso, por lo que todo esfuerzo en instruirla, convencerla, hacerla participar y rendirle cuenta periódicamente de los resultados obtenidos será importantísimo. A eso se llama ser un estadista: a la capacidad de cambiar las ideas de la sociedad. La ciudadanía debe movilizarse en apoyo de esta política de Estado, y para eso debe conocer los porqués, y los excesos. La indignación con que la gente procesa casos como el de la imprenta Ciccone indica que habrá que tener varios casos preparados no judicialmente, pero sí mostrando con crudeza lo que ocurre y el modo en que el dinero de la comunidad es robado por los amos del presupuesto.

Quien haga esta tarea debe tener a la gente de su lado, para lo que la integridad, seriedad, capacidad, conocimiento y humildad serán atributos irremplazables. La contrapartida a ese apoyo de la gente, será la lealtad de los líderes de este cambio, y la sinceridad que pongan en su tarea y su relación con la gente. La prepotencia como método de gobierno, no sólo no es democrática, sino que es ineficiente.

Cortar el gasto sin estudiarlo es como operar a un enfermo sin una tomografía

La primera sensación a enfrentar es de imposibilidad ante la complejidad descripta, lo que tiende a llevar a soluciones simplistas, el lápiz rojo, el ogro con la libretita diciendo que no a todo, la prohibición o restricción legal, todos mecanismos que no recomendaría como único recurso, primero porque han fracasado demasiadas veces, y segundo porque se corre el riesgo de extirpar las partes sanas del enfermo y dejar las partes infectadas, en especial por el efecto de la corrupción, el gran enemigo a enfrentar. O sea, dejar sin gasas o médicos a los hospitales pero mantener incólumes los miles de contratos delictivos que nos agobian. Por otra parte, no estamos siendo Dios creando esta sociedad desde cero. No suprimiremos stalinianamente a la gente.

Este liberal se niega a echar a empleados de planta o a bajar gastos sociales, justos o no, si primero no se elimina la escandalosa y rampante corrupción contractual empresaria en los presupuestos nacionales, provinciales y municipales, se anulan los nombramientos partidistas con salarios descomunales y se deja de dar subsidios a empresas, para entregarlos directamente a los interesados.

Sin análisis, cualquier baja del gasto es una masacre en beneficio de los ladrones públicos privados, que tenemos derecho a suponer deliberada.

Y además, este método es más fácil y rápido, con menor costo político.

Se la sigo en una semana. Ideas, por favor.