Por qué el gradualismo no sirve

Imaginemos -Dios no lo permita- que le diagnostican que tiene que hacerse un cuádruple bypass de corazón. El bobo ya no da más, para ponerlo en criollo. Consulta con dos cirujanos altamente especializados.

Uno de ellos le dice que debe internarse de inmediato y que en 24 horas hará la intervención, que tomará unas 7 horas, y lo deriva a su equipo para que empiece a prepararlo.

El otro, con iguales pergaminos, le dice que para minimizar riesgos, va a hacer los bypass gradualmente, uno dentro de un mes, otro más adelante y así, en un plazo que se irá viendo según la reacción del organismo.

¿Con cuál cirujano se operaría?

Como supongo que ha elegido bien y que felizmente ha sobrevivido, prosigo con mi nota.

El país está ante un diagnóstico similar. Debe someterse a una intervención de fondo para sobrevivir. Ha perdido toda irrigación y su sistema de bombear riqueza está taponado, con un cepo que lo lleva a la muerte. Continuar leyendo

¡Ganamos! Y ahora, ¿qué hacemos?

Hagamos un ejercicio extraordinario de imaginación. Salgamos de nuestra burbuja cotidiana de indignación y supongamos que ha terminado el mandato de este gobierno y ha asumido uno nuevo, no importa cuál. ¿Qué política económica debería aplicar?

Pare. Pare. Ya se que usted tiene la solución en menos de 140 caracteres, pero permítame razonar,  antes de proponerme meter presos a todos los K, confiscarle los bienes y pagar la deuda con esos fondos, y otras alternativas hormonales, inviables o azarosas.

Reinsertarnos en el comercio mundial

Un buen método sería que el nuevo Presidente imaginara qué tipo de país quiere dejar al final de su mandato. Y luego comenzara a pensar en consonancia. Mi propuesta es pensar como objetivo principal reinsertar al país fuertemente en el comercio mundial, con una trascendente reducción del proteccionismo que nos ha conducido a esta parálisis, acentuada por el gobierno K. 

El G20 acaba de basar las conclusiones de su reciente reunión plenaria en la apertura dramática del comercio internacional. Tiene razón.  El comercio es el oxígeno de las Pymes, fuente del 65% del empleo mundial, y un fenomenal generador de riqueza y bienestar.

No digo nada nuevo. Basta recordar un libro que antes se estudiaba en la universidad Argentina y ahora evidentemente no: Una investigación sobre la naturaleza y causa de las riquezas de las Naciones. Adam Smith lo dijo hace 240 años y tiene hoy más vigencia que nunca, particularmente en un mundo globalizado.

Una vez fijado ese rumbo, y trasmitido debidamente a la sociedad y al mundo, debería comenzar a actuarse en consecuencia.

Replantear la estructura del Mercosur

Como seguramente hemos comprendido, el Mercosur, que alguna vez fuera nuestra gran esperanza de inserción en el mundo, es hoy apenas una unión aduanera proteccionista y prebendaria, que obra como un tapón para el desarrollo de Argentina, pero también de Uruguay y aún del propio Brasil. 

En consonancia con la misión propuesta, se debería renegociar con los socios para cambiar el sesgo proteccionista y buscar la manera de que se inicien fuertes acciones de libre comercio con otros bloques o países centrales, como ha hecho Chile.

Si eso no se pudiera lograr, Argentina debería tener un plan alternativo para retirarse del Mercosur y negociar alianzas de libre comercio con el resto del mundo.

Eliminar el proteccionismo

Durante décadas el país se ha basado en una premisa mortalmente errónea: la de que para crear puestos de trabajo,  se deben fomentar industrias pesadas o semipesadas que generen esos puestos y para ello hay que subsidiarlas, protegerlas con fuertes impuestos, crear retenciones al agro que no da trabajo, protegerlas de la competencia externa y mantener controlado en el punto preciso el tipo de cambio. .

Con el tiempo esas industrias produjeron un limitado número de empleos, pero envejecieron y ahora son ancianos discapacitados. Ya no generan la cantidad de puestos de otrora (carísimos) y se han transformado en una carga insoportable. Tampoco responden a la necesidad de tener productos de alto valor agregado, que requieren otra clase de estímulos, de educación y de innovación.

Ese criterio debe ser cambiado con firmeza y con urgencia. Para poder tener un sistema cambiario libre, para bajar costos, para fomentar la competencia, para defender a las Pyme, que son las que producen innovación y empleo,  para bajar el gasto del estado,  para aumentar el consumo y la demanda laboral y crear un auténtico mercado libre interno, que posibilitará la inserción en el comercio mundial.  Esto es también lo que dice el G20.

El paso implica desmontar el fenomenal lobby de los grupos protegidos, que abarca todos los poderes, la prensa, los medios y hasta usa el orgulloso concepto de industria nacional caro a la gente tan desprevenida. (Caro a sus afectos y a su bolsillo)

Modificar el sistema cambiario

Antes de apresurarse a resolver el tema del cepo que seguramente tanto preocupa al eventual lector,  se debería pensar primero estratégicamente.

Hace al menos 70 años que el país no tiene un mercado libre de cambios (El cepo es sólo una exageración de esa característica).  Porque el vendedor de divisas de última instancia es siempre el Banco Central. Y también el intermediario obligatorio. 

Es decir, que el Banco Central compra todos los dólares que se venden y vende todos los que se compran. Y todos deben venderle y comprarle al Central. Además,  el tipo de cambio local, con variantes diversas, nunca es fruto de la libre oferta y demanda, sino que está fijado de algún modo. Casi siempre sobrevaluando al peso.

Es cierto que en el mundo los bancos centrales intervienen indirectamente para suavizar con compras y ventas las fluctuaciones en el valor de su moneda,  a fin de que las transacciones de comercio internacional no se transformen en aleatorias o imposibles, pero no se condenan a ser el vendedor único, ni mantienen la moneda falsamente sobrevaluada.

Nuestro sistema hace que el Banco Central deba ser el vendedor de última instancia,  a precios siempre subsidiados. Aparte de costarnos reservas y de favorecer al grupo de privilegiados que se describe en el punto anterior, este mecanismo aumenta el poder y discrecionalidad del estado, con todas las connotaciones negativas que conocemos, pero que solemos olvidar al analizar este tema. No olvidemos el daño que la sobrevaluación continuada del peso produce en las Pymes y en el nivel de empleo,  que sufre mortalmente.

Argentina está en condiciones ideales por su potencial de generación de divisas del agro,  para tener un mercado libre de divisas. Si no lo hacemos es por el temor a la libertad (y a la competencia) que nos ha invadido por décadas ,  por el proteccionismo, por la necesidad de protagonismo del estado y porque algunos teóricos creen que el tipo de cambio debe servir como un ancla de la inflación, idea que descalifico con todas mis fuerzas.

Este cambio nos sacaría presión instantáneamente en muchos aspectos, y restablecería un mecanismo automático de balance en la economía. Al mismo tiempo es coherente con la libertad de comerciar que estamos propugnando.

Dentro de la libertad que proponemos, se deberá eliminar toda obligatoriedad de vender al estado los dólares que entren al país de cualquier modo lícito, un inaceptable mecanismo que hoy nos rige, con iguales efectos que los descriptos.

Debería propenderse velozmente a este sistema, con el cambio de reglas respectivo. Ninguno de todos los expertos con quienes comenté esta idea me ha dado una razón válida para no aplicarla.

Modificar reglas de inversión extranjera

Las inversiones deben tener un régimen que garantice el giro de dividendos libremente y la repatriación de capitales,  en ambos casos con trámites meramente formales de verificación. 

El tratamiento impositivo debe ser idéntico al de las empresas nacionales.

Estos cambios deben realizarse de inmediato.

Importaciones y exportaciones

Se deben eliminar cupos, restricciones, permisos previos y cualquier otro trámite que implique una restricción o demora en estas operaciones. Este punto es coherente con el objetivo de reinserción mundial en el comercio y también con la necesidad de fomentar urgentemente la exportación.

Se deben cambiar los mecanismos de devolución de impuestos para reducirlos al mínimo y reestudiar o eliminar las funciones de los organismos de contralor.

Estos cambios se realizarán de inmediato. Las retenciones son fruto de una futura nota.

Este objetivo o misión conlleva un corolario. Argentina tiene que crear en 4 años no menos de 5 millones de puestos nuevos de trabajo en el sector privado. Ello es esencial si queremos poder atacar el gasto sin dejar un tendal de víctimas que el sistema de seguridad no parece estar en condiciones de contener.

Cuando se habla de restablecer la cultura del trabajo y de echar empleados públicos, se ignora convenientemente que Argentina no tiene empleo privado suficiente para quienes quieran o deban trabajar.

En consecuencia, o tomamos las medidas conducentes a crear ese empleo, o callémonos saludablemente la boca.

El libre comercio es nuestra única oportunidad. No podemos darnos el lujo de desperdiciar más oportunidades.

Sostenemos que el sólo cambio de estas reglas y su difusión, constituirán un mensaje que implicará una inmediata reacción inversora de los mercados y, más importante, una vuelta al concepto de grandeza.

El gasto, el cepo, las retenciones, las designaciones de la Cámpora, lo inmediato, vienen recién después de esta etapa de repensar la concepción de país. Para el lector y para mí también: se acabó el espacio y con esos temas avanzo la semana que viene.