Recientemente, Elisa Carrió anunció que si intentaban robarle los votos, “sacaría la gente a la calle”. Estaba anticipando la desesperación del Frente para la Victoria (FPV) ante la posibilidad de no ganar en primera vuelta, lo que lo condenaría a la derrota en segunda.
Como la diferencia entre el cielo y el infierno kirchnerista puede llegar a ser de solo cuatro o cinco puntos, la presunción de un fraude tiene fundamentos, en especial en las zonas del malón electoral del conurbano, donde para ser fiscal de la oposición se requiere por lo menos ser cinturón marrón de karate.
La profecía de Lilita puede llegar a proyectarse hacia después de las elecciones, cualquiera fuera el candidato ganador. Sobre todo teniendo en cuenta la conformación de las Cámaras, la cristinización del Ministerio Público y el descuartizamiento y la invasión K de la Justicia. Continuar leyendo