La presidenta brasileña Dilma Rousseff ya fue suspendida de su mandato por un período de hasta seis meses. Dos tercios de los miembros del Senado deberán votar a favor de su condena para que sea considerada culpable y definitivamente separada del cargo, en este juicio político que se basa en la violación de leyes fiscales con el objetivo de esconder parte del déficit fiscal. ¿Y ahora qué?
¿Cómo hará el nuevo presidente Michel Temer para encaminar una economía que se hunde mes a mes? Las ventas minoristas cayeron 7,9% interanual en marzo.
Temer asume sin luna de miel. No hubo un proceso eleccionario que legitimase el voto, sino que es la primera vez que el PBMD se encuentra con el poder en su corta historia de vida política, y de rebote.
En realidad, fieles a su costumbre, los mercados se anticiparon: los activos brasileños han sido uno de los mercados globales de mejor desempeño en moneda local y en dólares del año tanto en el mercado de renta fija, como de tipo de cambio y renta variable.
El mayor problema es que las medidas iniciales para mejorar los números de Brasil son altamente impopulares y no darán frutos antes de los 6 meses. Será necesario cuantificar una meta de superávit fiscal creíble y sin contabilidad creativa, que refleje mejoras que vendrán luego de una reforma fiscal, y dotar de mayor independencia del Banco Central. Eso es lo que le piden los mercados a Temer. Pero dudamos de que pueda cumplir su cometido con una economía que se hundiría nuevamente más de 3.5% este año. El año que viene apenas crecería 0,9% y en el 2018, 1,5%, tasas mediocres para la otrora niña mimada de América Latina.
Veamos los pasos a seguir por parte de la nueva administración, una gigantesca tarea en la que Temer se encuentra inmerso. Ya se delinearon algunas reformas necesarias.
- Reducción del gasto público. Deberá reducir a 24 ministerios la estructura actual (eliminando 10) además de reducir el presupuesto de cada uno de ellos para intentar achicar un déficit fiscal del 9,5% del PBI este año nuevamente.
- Aumento de impuestos.
- Aumento de la edad jubilatoria.
- Privatizaciones (imposible llegar en 6 meses).
- El problema es que la mayoría del gasto público de Brasil tiene carácter cuasi Constitucional, es decir, debería pasar normas de reducción por el Congreso. Pero esta sería una etapa preelectoral. Ya que si no vuelve Dilma habría que llamar a elecciones.
Las altas tasas de interés (14,25%) se mantendrán para controlar la inflación pero los bancos estatales (BNDES, en el cual ya nombró una mujer al frente) seguirían dando tasas preferenciales a muchos sectores creando desincentivos y un mercado fragmentado.
Temer ya anunció una reforma del sistema de pensiones con un aumento en la edad de jubilación (cualquier analogía con el caso griego es una casualidad).
Pero si hay algo que reduce la productividad interna es el mayor proteccionismo: se incrementarían las barreras al comercio y Argentina podría verse afectada.
Brasil ya no puede dar pasos en falso ni dudar. Un juicio político exitoso y rápido sería visto positivamente por los mercados.
Los nombramientos en el gabinete nos dan más pistas acerca de la dirección a tomar: Henrique Meirelles como el Ministro de Finanzas e Ilan Goldfajn como Presidente del Banco Central, han sido ampliamente bienvenidos por el mercado.
Sin embargo no creemos que durante su transición Temer tenga margen para las reformas planteadas, ya que el Congreso estará mirando las potenciales elecciones en caso que se confirme la destitución de Dilma. Dicen los politólogos que un ajuste dentro de los 9 meses previos a una elección es directamente suicida.
Si los expertos tienen razón, entonces el rebote de la economía de Brasil se hará esperar un poco más.
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