Estructuralmente se ha producido un desfasaje entre la oferta y la demanda de crudo.
Hay un aumento en la oferta proveniente del oil no convencional, principalmente de Estados Unidos y Canadá, mientras que la producción de la OPEP permanece estable y la demanda no crece, acompañando al magro crecimiento mundial. La reciente decisión de la OPEP de no recortar su objetivo de producción en 30 millones de barriles por día profundizó un ajuste de precios que ya se venía dando hace unos cuantos meses.
Si el precio del petróleo se mantiene bajo en el tiempo, eso es buena noticia para el crecimiento mundial, ya que al bajar los combustibles aumenta el consumo en otros bienes. Impacta especialmente bien en los países que trasladan rápidamente el costo del barril al surtidor de nafta. Pero también impacta positivamente en la balanza comercial de los países importadores. Los consumidores, las industrias demandantes de petróleo y las economías importadoras de petróleo le dan la bienvenida a esta abrupta baja en los precios y al cambio en el mapa de riqueza que está por venir. Parte de este beneficio y mayor actividad que se espera, irían a las arcas de gobiernos que podrían no trasladar el diferencial al consumidor, mejorando sus déficits. En definitiva, el efecto global general será la de impulsar el consumo y la producción si se verifican los menores costos de energía en forma directa, y de transporte en forma indirecta en cualquier bien que sea trasladado, lo cual redundaría en mayor crecimiento y empleo. Continuar leyendo