Estamos a punto de caer al precipicio. Podríamos evitarlo fácilmente si actuáramos con racionalidad y prudencia. La Presidente tiene todos los instrumentos al alcance de la mano: mayorías parlamentarias, una oposición moderada y consciente de los riesgos que enfrentamos, y puede dialogar con los gobiernos amigos -EE.UU, China, Japón, Rusia, Brasil, Alemania-, que pueden ayudarnos a destrabar este entuerto. También cuenta con los recursos para constituir un fondo de garantía a satisfacción del Juez de la causa – sí, ¡el Juez Griesa! – o puede recurrir a banqueros internacionales y nacionales para que adelanten los fondos.
Lo que no puede hacer es ignorar que existe una sentencia firme ni pretender desacatar ese fallo partiendo de un juicio de valor que compartimos la mayoría de los argentinos pero que no podemos imponer unilateralmente.
El juez Griesa está equivocado pero no creo que sea un juez venal ni un socio de los Fondos Buitres. Si volvemos a “foja cero” y, tal como vinimos haciendo por diez años, acatamos la jurisdicción acordada en los contratos y hablamos directamente con el Juez -sin intermediarios ni mediadores- podremos encontrar la fórmula más conveniente para salir de este atolladero con el más decidido apoyo de la ciudadanía argentina y de la comunidad internacional.
Tampoco tenemos que violar los compromisos que tenemos con quienes aceptaron los canjes del 2005 y el 2010. Solo en los últimos tres meses, hemos emitido más pesos que los equivalentes en dólares suficientes para pagar a todos los holdouts al contado.
El problema no es el dinero, sino la ceguera de persistir en una conducta que no nos deja salida alguna. No es el momento para posiciones principistas vacías ni soluciones abstractas que chocan con la testarudez oficial. Tampoco de construcciones alternativas al desacato planteado.
Argentina no ha podido, hasta ahora, encontrar su rumbo como nación sustentable y creíble. Tenemos la oportunidad de demostrar que hemos aprendido de nuestros errores y que podemos rectificarnos a tiempo. Resbalar, en este momento, es caer muy violentamente y, las consecuencias, las pagaremos por muchos años.