Cuando termine octubre comenzará una nueva etapa, que excederá por mucho al debate que encierra el fin y el poskirchnerismo. Se pondrá en marcha una nueva generación de dirigentes, aquellos que supieron acumular experiencia en la gestión pese a su juventud.
El kirchnerismo fue apagando poco a poco todas las luces: primero se ocupó de deshacer viejos y nuevos enemigos, para después, sí, terminar eclipsando a los propios. Cristina cerrará su mandato sin adláteres, sin confidentes, sin mesa chica. La política grande, hoy por hoy, pasa pura y exclusivamente por una persona. Eso indefectiblemente iba a tener fecha de vencimiento.
El trasvasamiento generacional, entonces, no se dará de manera natural. Principalmente no hubo una marcha de postas, donde unos van sentando las bases para el arribo de otros. Si alguno creyó que La Cámpora podía hacerse de ese lugar, se confundió. La “orga” se cocinó al fuego del poder. Son jóvenes que en un chasquido de dedos pasaron de “militantes” a gerentes de empresa con sueldos de cinco cifras. De ahí no saldrán iluminados que salven a la Patria.
Muchos de los dirigentes que tomarán las riendas del poder son conocidos justamente porque ya tuvieron cargos de relevancia en el gobierno nacional. Sergio Massa, quien está cerca de darle al oficialismo un cachetazo histórico en el distrito electoral más importante del país; Martín Lousteau, el ex ministro de Economía quien en las últimas PASO dio un verdadero batacazo en las Ciudad; o inclusive dentro del oficialismo (pero tan distinto a él) con Alberto Perez, jefe de gabinete de Daniel Scioli.
Ellos encabezan un pelotón de dirigentes que maneja otros modismos, muy distintos de la confrontación y la pelea eterna, monedas corrientes de la política actual. Se caracterizan más bien por ser proclives al diálogo, a buscar consensos. Para ellos, sentarse en una mesa con políticos de otros espacios no es tabú ni traición. Además de conocer, y muy bien, el arte de gestionar.
En octubre se abre entonces una nueva etapa para la política y para el país, donde la tolerancia, ante todo, será lo que sobresalga. Como todo cambio, este también es una oportunidad. Una oportunidad que alivia.