Diego Cabo agonizó diez días antes de morir. Con 28 años, papá de un nene de ocho, Diego sufrió lesiones muy graves cuando intentó detener a unos ladrones que se robaron su camioneta en Villa Caraza, en Lanús.
Un vecino fue testigo de cómo los delincuentes que manejaban el vehículo, sabiendo que Diego iba colgado atrás, lo hicieron caerse a la calle. El impacto le provocó daños en la cabeza, el pulmón y un riñón. El acontecimiento fue registrado por una de las 187 cámaras dispuestas en todo el municipio, más precisamente por una cámara domo. Las imágenes trascendieron en algunos medios.
Diego no era una persona cualquiera, era bombero voluntario. Quizás esto explique el arrojo con la que inició la persecución de estos maleantes. Lo que no se explican son los niveles alarmantes de actividad delictiva que se registran a diario en un municipio histórico, con familias de bien y gente trabajadora como es Lanús. Continuar leyendo