Unidos contra el delito en el sur de Gran Buenos Aires

Como hemos dicho varias veces —y no nos cansamos de repetir—, la lucha contra la inseguridad debe ser un esfuerzo coordinado de distintas jurisdicciones. Hasta no hace mucho dicha coordinación se dificultaba debido a la escasez de mecanismos formales de colaboración, sumado a las reticencias político-partidarias de siempre, que obran más en perjuicio de la ciudadanía que otra cosa.

Afortunadamente, tanto en Lanús como en municipios vecinos, y esto da gusto señalarlo, los secretarios de Seguridad, todos provenientes de distintos espacios y con nuestras comprensibles diferencias, estamos empezando un diálogo que puede ser muy beneficioso para los vecinos del sur de Gran Buenos Aires.

Esta semana mantuvimos una reunión en el Club Lanús distintos responsables municipales de la Seguridad: Gonzalo Calvos de Almirante Brown, Mónica Ghirelli de Avellaneda, Raúl Torres de Berazategui, Susana González de Ensenada, Carlos Salerno de Esteban Echeverría, Fernando Jantus de Ezeiza, Héctor Corrado de Lomas de Zamora, Adolfo Mohamed de Presidente Perón, Analía Pauluzzi de Quilmes y Mauricio Gómez de San Vicente.

Algunos son del Frente para la Victoria  y otros del PRO. Creo que no es necesario decir que en el contexto político actual, el solo gesto de sentarnos todos a buscar soluciones en conjunto es un avance enorme en gestión, participación y democracia. Continuar leyendo

Por qué hay que declarar de inmediato la emergencia en seguridad

Hace algunas semanas salió en los diarios la solicitud que hicimos a los gobiernos de la Ciudad y Nación desde el Frente Renovador, Florencia Arietto y quien escribe, para declarar el estado de emergencia en seguridad en la Ciudad. La noticia hizo hincapié más bien en cuestiones políticas y dejó de lado las implicancias concretas del pedido que están plasmadas en un proyecto de Ley. Quiero aprovechar el espacio de esta columna para contarles de qué se trata la iniciativa que estamos presentando.

En diciembre de 2006 se sancionó la ley 2257 de Transferencia de Competencias Penales de la Justicia Nacional al Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que trasladaba  la capacidad de reprender ciertos delitos a la órbita de la Ciudad. Esto, que fue ciertamente un gran avance en la autonomía de la Capital, lamentablemente hoy día tiene algunas repercusiones negativas que es necesario resolver con suma urgencia. Continuar leyendo

Hay que remover el asentamiento Papa Francisco

El asesinato de Melina Lopez, de 18 años, en las inmediaciones del asentamiento conocido como barrio Papa Francisco debería ser una alerta para las autoridades de la Ciudad sobre el problema que ese barrio, un añadido reciente al alarmante repertorio de villas de nuestra ciudad, representa.

Melina caminaba junto a su novio en la intersección de Pola y Fernández de la Cruz cuando fueron asaltados por un grupo de delincuentes armados. Estos intentaron robarle a Melina la cartera. Uno de ellos le disparó en la cabeza. Luego de cometido el homicidio, los asaltantes corrieron a refugiarse al asentamiento.

Este caso dista de ser aislado. La zona es escenario recurrente de robos cuyos perpetuadores utilizan el asentamiento para refugiarse. A diferencia de otros asentamientos, el barrio Papa Francisco no cumple otra función que la de resguardar delincuentes. Practicamente no hay viviendas allí.

Como trascenció hace unos meses, la toma del predio fue organizada por Antonio Marcelo Chancalay, quien tiene una orden de captura emitida por la jueza Gabriela Lopez Iñigue, un puntero histórico de la Villa 20 que además ocupó un lugar en el Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y que posee acciones de una SRL llamada Mach que realizó contrataciones con el Estado (algunas a través de la fundación Sueños Compartidos, de las Madres de Plaza de Mayo, conocida por el escándalo de Schoklender). Chancalay es un peso pesado que pasó por distintos partidos políticos: fue ibarrista, fue macrista y actualmente puso su aparato a disposición del Frente UNEN.

La propia gestación de este mal llamado “barrio” es de carácter absolutamente político, a los efectos de presionar al Gobierno de la Ciudad a destinar fondos a viviendas y subsidios, cosa que este Gobierno está acostumbrado a hacer tanto como lo hace el Gobierno Nacional.

No existe ningun plan real de urbanización de esos terrenos por parte de las autoridades. El legislador Gustavo Vera (que recientemente se desvinculó de UNEN debido al papelón que involucró a Carrió y Pino Sonalas) de la agrupación La Alameda presentó hace unos meses un proyecto de urbanización en el que se establece la necesidad de sanear el terreno debido a que, por haber funcionado como un cementerio de autos, presenta propiedades tóxicas.

El barrio Papa Francisco no está, momentáneamente, en condiciones de ser habitado y por lo tanto el Gobierno no debería permitir que ese asentamiento exista, especialmente cuando su única función resulta ser la de albergar delincuentes.

Es por eso que considero que se debe proceder a demoler todo el asentamiento, perimetrarlo y empezar con el proceso de saneamiento.

Quiero ser claro respecto a esto ya que, episodios como el que protagonizó esta semana el Secretario de Seguridad Sergio Berni, demuestran que, a la hora de referirse a la relación entre pobreza y delito, hay muchas mentalidades susceptibles. El barrio Papa Francisco no es un asentamiento de gente humilde porque nadie vive allí. Se trata de un loteo hecho a mano y algunas casitas donde hoy se ocultan delincuentes como los que mataron a Melina. Hay que tirarlo abajo.

Nélida Sérpico y nuestras fantasías de justicia

El relato policial es uno de los géneros de ficción que ha ganado más popularidad a lo largo de la historia con un gran caudal de novelas y cuentos primero, y películas y series de televisión después. Ya desde sus inicios la figura del detective amateur era recurrente. Se trata de un personaje que no tiene participación formal ni en la policía ni la justicia, lo que podríamos llamar un ciudadano común, que gracias a sus grandes capacidades de observación y deducción o a su perseverancia logra resolver los casos a los que la policía no logra dar respuesta. En este tipo de historias (Sherlock Holmes es, sin duda, el ejemplo más conocido y celebrado) las virtudes del detective amateur tienen como contrapunto la ineptitud policial: los policías siempre son representados como incapaces, faltos de atención o a veces lisa y llanamente negligentes. Se trata de ficciones, por supuesto, pero en las ficciones podemos encontrar las fantasías y ensoñaciones de una sociedad. La fantasía en este caso es la de un héroe que puede devolver el equilibrio en la lucha contra el crimen ante una policía y una justicia inoperantes.

¿Con qué fantaseamos los porteños cuando pensamos en el delito y la inseguridad? ¿Cómo nos relacionamos con los canales formales de la justicia?

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Pacificar también es tener un plan

Logramos instalar el debate sobre pacificación. Sin embargo, y lejos de celebrar la popularidad que ganó este vocablo en la discusión pública sobre inseguridad y delito organizado, es importante subrayar la raíz de su sentido, en particular a partir del “megaoperativo” contra narcos. El hecho de que el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, y el secretario de Seguridad, Sergio Berni, hayan allanado los barrios periféricos no alcanza para asegurar que se esté pacificando Rosario. Entre otras cosas, porque fue un golpe esporádico, sin un proyecto a mediano plazo.
 
El despliegue fue enorme: 3.000 efectivos de Gendarmería, Policía Federal y Prefectura que realizaron 89 allanamientos. Los resultados acaso hayan sido menores a los esperados: apenas 26 personas detenidas y unas mil dosis de cocaína y de marihuana incautadas. Lo que hubo, entonces, parece más una “reacción” a las maniobras de los narcos que una iniciativa planificada. Los narcos están marcando el ritmo de esta batalla.
 
Además, existen posiciones encontradas en el propio gobierno nacional respecto a cómo conceptualizar el problema. La discusión se fue por las ramas: que si Argentina es o no un país de producción. En el medio, se pierde cuestión la cuestión central: cómo combatir el narcotráfico, flagelo que el Gobierno desconoció durante mucho tiempo. Al ministro de Defensa, Agustín Rossi, no se lo vio en este nuevo episodio de la incipiente lucha contra los narcos que tuvo su detonante en amenazas de muerte realizadas a finales de marzo al juez Juan Carlos Vienna y al fiscal Guillermo Camporini.
 
Para garantizar el avance del Estado sobre las zonas copadas por el delito, va a ser necesario maximizar recursos, disponer de ellos inteligentemente. Los 2 mil efectivos que quedaron en la zona tras el operativo de Rosario necesitan hacer un trabajo conjunto con la comunidad y el gobierno provincial. Si esto no pasa estaremos en presencia de un enorme dispendio de recursos humanos necesarios para el combate real del delito organizado. 
 
Pacificar es tener un plan, distinguir etapas de intervención y, sobre todo, tener la iniciativa para desbaratar a las bandas de narcotraficantes e incluir a las zonas excluidas a los derechos y obligaciones ciudadanos.

Linchamientos: síntomas de una enfermedad curable

La discusión pública sobre el delito y la inseguridad tiene ahora un nuevo concepto. El tema de los “linchamientos”, que está en boca de todos, debería ser un llamado de atención: el problema de la violencia en nuestras grandes ciudades está alcanzando proporciones alarmantes. Las actos de violencia espontáneos de ciudadanos contra delincuentes demuestran que la lógica de los segundos está empezando a infectar el comportamiento de los primeros. En otras palabras, la gente está sintiendo que su condición de víctima puede ser revertida por el mismo uso de la fuerza que emplean los criminales.

Estoy lejos de celebrar esto, aunque tampoco me tienta demasiado plegarme al coro de los que salen a condenar a rajatabla estas reacciones por el mero hecho de que van contra la ley (sobre lo último no caben dudas). ¿De qué ley hablamos cuando llegamos al punto en que el ciudadano entiende que reprimir al delincuente por mano propia es más viable y efectivo que recurrir a las vías formales que ofrece el Estado? Si, en definitiva, el que no se siente representado por sus leyes tarde o temprano deja de acatarlas. Cuando tengamos una sociedad de delincuentes, cuando todos hagamos lo que queramos, de nada les va a servir invocar las bondades de las leyes.

Afortunadamente aún no estamos ahí. Los casos de Rosario y Palermo pueden ser solamente dos síntomas esporádicos de una enfermedad todavía curable. Por eso, insisto, hay que pacificar a la sociedad y para ello hay que operar sobre los eslabones más débiles de nuestra cadena de derechos y deberes ciudadanos. Estos eslabones son las zonas de exclusión social, en otras palabras, de pobres. Las voces biempensantes insisten en decirnos que no hay que criminalizar a la pobreza cuando hacemos, discursivamente, esta asociación entre marginados sociales y delincuentes. No se dan cuenta de que son ellos los que criminalizan a los pobres, no discursivamente, sino en los hechos, al permitir que se sostenga su penosa situación de vida alimentando a la insaciable maquinaria del subsidio que, no solo no saca a los pobres de la pobreza sino que los acostumbra a vivir en ella, los amontona y los separa culturalmente del resto de la sociedad.

Por eso quiero recordarles que el Instituto de Políticas de Pacificación está buscando llevar ante la Legislatura Porteña un proyecto de ley para erradicar el delito de las villas y así poder integrarlas al resto de la ciudadanía. Queremos remover los tumores del delito organizado y empezar la recomposición del tejido social. Queremos que no haya más pibes que salgan a la calle re jugados. Queremos que no haya ciudadanos que se sientan también re jugados y maten a golpes a esos pibes. Queremos un Estado creíble y personas que crean en él.

Lo que tenemos de momento es una sociedad que se piensa y se vive en términos binarios: el drama de los ciudadanos contra los delincuentes es solo uno de tantos. Están los ricos contra los pobres, los opositores contra los oficialistas y tantos otros. El país se está desintegrando porque cada vez nos cuesta más identificarnos con el otro. Para que ello no ocurra debemos unificar nuestro modo de vivir, bajo las mismas reglas y con los mismos derechos. Todavía podemos curar esta enfermedad.

Un año sin novedades para el padre Carlos y el Bajo Flores

Hace poco más de un año, en esta misma columna, les contaba cómo entré en contacto con el padre Carlos Bouzón, de la parroquia San Judas Tadeo del Bajo Flores. El padre se comunicó conmigo a través de Twitter debido a que había leído mi nota de la semana anterior en la que hablaba sobre la calidad de nuestras fuerzas de seguridad y de la necesidad de que las policías de distintas jurisdicciones colaboren entre sí.

El padre Carlos y yo nos encontramos y él me mostró cómo es la realidad cotidiana del Bajo Flores, barrio donde se encuentra una de las villas más grandes y peligrosas de Buenos Aires: la 1-11-14. Caminar por esas calles cuando el sol empieza a caer sobre las edificaciones y los pibitos de 14 años salen como zombies a buscar paco es una experiencia que no la puede reflejar ninguna estadística, ningún comunicado oficial sobre si sube o baja la cantidad de delitos en la Ciudad. Las tripas no entienden de números, se te revuelven y ya.

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