El fin de ciclo está atravesado por una imagen que lo domina: “la grieta”. Una bifurcación que corroe y divide en dos un territorio, que aleja lo que debería estar unido, que corta con cuchillo de carnicero -en este caso- el espacio social de la Argentina. La imagen es problemática en varios aspectos. Y expone cómo actúan los falsos velos de la ideología. Todo esto es posible de verificar al apreciar los posicionamientos respecto a la marcha del #18F en homenaje y por justicia por el fiscal Nisman.
La añoranza de una supuesta paz social perdida a manos del kirchnerismo es un recuerdo mentiroso: la sociedad argentina -y todas las sociedades- están marcadas por el conflicto, que se manifiesta más o menos abiertamente de acuerdo a cada época. No podría ser de otra manera: la sociedad está dividida en clases sociales con intereses divergentes y hasta antagónicos. El kirchnerismo en su etapa final exacerba el conflicto que atraviesa el cuerpo de la nación y lo expone en sus varias direcciones: no sólo se exhibe la diferencia de intereses entre los trabajadores y el Gobierno kirchnerista -que no es el suyo- sino que muestra la divergencia de fines entre sectores del empresariado al que responde el gobierno y aquel al que le es esquivo, de la pleitesía que rinde a distintas intenciones de naciones extranjeras y la alineación o no con el oficialismo de corporaciones, burocracias y políticos. La muerte del fiscal Nisman -que implica necesariamente al Estado como responsable del acontecimiento- promovió que este magma vivo de conflictividad se convierta en el escenario de nuestros días.
La marcha convocada para el 18 de febrero en demanda de justicia para el presunto crimen de Nisman es falaz. Su convocatoria esquiva el punto central de esa muerte, que implica indagar en las responsabilidades políticas del asunto. La guerra de espías que vive la nación es consecuencia de una crisis de Estado de la que es responsable el kirchnerismo, pero también los partidos que lo antecedieron en el gobierno. Los partidos que convocan a la movilización no plantean salidas a la cuestión de los servicios de inteligencia ya que son responsables del actual estado de las cosas. Los radicales que le dieron continuidad a los espías de la dictadura, los menemistas que usufructuaron los beneficios políticos de los agentes secretos y los fondos reservados, los aliancistas que pusieron a sus cuadros jóvenes al frente del manejo de los “servicios”, los duhaldistas que reprimieron y mataron en un puente con el uso de los infiltrados, los macristas con su Ciro James y su Fino Palacios, los kirchneristas que usaron como nunca en democracia los presupuestos del Estado para acrecentar la caja para espiar, que nombraron a un represor experto en Inteligencia al frente de Ejército, que implementaron el Proyecto X, que bancaron al sindicalista del Batallón 601 como su gran felpudo gremial, que espiaron políticos, periodistas y activistas clasistas. Todos responsables, todos cómplices, todos culpables del terremoto político que conmueve a la Argentina.
Se indica que un grupo de fiscales convoca al #18F para tranquilizar conciencias, como si esa pata del Estado fuera impoluta -cuando su norma implica todo lo contrario. Se trata, en realidad, de una movilización que tiene la intención de lavarle la cara a los políticos de la oposición antikirchnerista de derecha. Querrían aprovechar la crisis para salvar sus culpas, cuando -como ya se señaló- son todos responsables.
La falsa imagen de la grieta indica que cada ciudadano debería ubicarse en un lado u otro de esa abertura. Con los responsables kirchneristas del marasmo o con los responsables antikirchneristas que los precedieron. Un razonamiento equivocado.
Esta caracterización no evita predecir que el #18F habrá una gran movilización, es decir, que la marcha del silencio canalizará el descontento social. De cualquier manera, una oposición de derecha que navega en la desorientación, que aspira a frentes inverosímiles, que no tiene un plan para salir de la crisis sólo podrá aprovechar esta convocatoria con fecha de vencimiento.
La izquierda no participará de la movilización y su posición es correcta. Esto no evita observar que este sector político no pudo visibilizar una salida a esta crisis. El Partido Obrero se movilizó en solitario al Congreso para demandar la interpelación del gabinete nacional en el Congreso, un hecho que también pondría en cuestión a los posicionamientos de la oposición turuleca. Pero la soledad de su convocatoria da cuenta de que el Frente de Izquierda en su conjunto no pudo esbozar un planteo común -aunque también es cierto que pudieron unificar su posición de no movilizarse el 18 de febrero. Otro sector de la izquierda se movilizó junto a la CTA para pedir una Comisión que revisara la cuestión del atentado a la AMIA. El proyecto convoca a diputados de los partidos mayoritarios solamente, es decir, querría que los responsables evaluaran sus responsabilidades. Una impostura.
Ni con el Gobierno, ni con la oposición de derecha. No es desdeñable una tercera posición que busque encontrar las causas profundas de la crisis de nuestra nación. La izquierda debería insistir en esta perspectiva. Es necesaria una otra movilización.