Cuatro años se cumplirán este lunes 20 de octubre desde que el cuerpo herido de Mariano Ferreyra cayó sobre el asfalto de la calle Perdriel, en Barracas. No volvió a levantarse. Es decir, no volvió a despedirse de su madre Beatriz -a quien todos conocen como Betty- con un beso antes de partir a una manifestación ferroviaria; no volvió a intentar unas notas en su guitarra o su acordeón; no volvió a poner una mesa con los materiales del Partido Obrero en el CBC de Avellaneda; no volvió a jugar al fútbol en la playstation con sus amigos; no volvió a la lectura que estaba realizando de la novela “La noche quedó atrás”, de Jan Valtin, que le había prestado su amigo El Be; no volvió a postularse como tornero en una metalúrgica como había hecho hacía unos meses; no volvió a manifestar su humor oscurísimo en un chiste; no volvió a reunirse con sus compañeros de militancia en una reunión de círculo de su organización.
Mariano Ferreyra fue alcanzado por una bala de plomo que le perforó el pulmón y ocasionó su muerte, minutos después, en el hospital Argerich, en La Boca. Tenía 23 años, era un militante revolucionario, dirigente del Partido Obrero. La Justicia determinó que las balas que se dispararon aquel mediodía del 20 de octubre de 2010 fueron el fruto de la planificación criminal urdida por dirigentes de la Unión Ferroviaria, que habían contratado sicarios para realizar la tarea sucia, y lograr de ese modo escarmentar a los trabajadores ferroviarios tercerizados que llevaban adelante un plan de lucha para lograr su pase a planta y las normas laborales básicas establecidas por el convenio laboral.
Por el homicidio -que también costó graves heridas a Elsa Rodríguez, compañera de militancia de Ferreyra en el PO y responsable de un comedor en un barrio carenciado de Berazategui- fueron condenados a prisión los dirigentes sindicales José Pedraza y Juan Carlos “El Gallego” Fernández, autores intelectuales del crimen; Pablo Díaz, Cristian Favale y Gabriel “El Payaso” Sánchez, Jorge González, Salvador Pipito y Claudio Alcórcel, ejecutores del fulminante ataque y los policías Luis Osvaldo Mansilla y Jorge Raúl Ferreyra, quienes garantizaron la liberación de la zona para la realización del plan homicida.
La condena de José Pedraza -baluarte kirchnerista en su sindicato y elogiado por la presidenta Cristina Fernández como ejemplo del “sindicalismo que construye”- implicó el aprisionamiento, por primera vez en la historia nacional, del autor intelectual de un crimen político. La Justicia le acaba de negar el pedido de prisión domiciliaria al asesino. La figura de Mariano Ferreyra se multiplicó por miles en murales, afiches, libros, registros audiovisuales. Se convirtió en el símbolo de la lucha por justicia y contra la impunidad, en una bandera de denuncia de la precarización laboral y la tercerización (un trabajador ferroviario que ingresó a la planta del ferrocarril luego del crimen y la movilización colgó un pasacalles en la zona sur en la que encomendaba a Mariano Ferreyra a un santo popular y le agradecía los favores recibidos), y en un símbolo vivo de la juventud militante y socialista, en oposición a las juventudes rentadas y proestatales de La Cámpora y el kirchnerismo.
Miles de chicos y chicas conocieron su historia y se identificaron con Ferreyra, uno más y uno de los suyos, pero que había decidido militar por transformaciones sociales estratégicas, por un gobierno de la clase trabajadora, por el socialismo. La precarización laboral contra la que luchaban Mariano Ferrerya y sus compañeros aquel mediodía en Avellaneda y Barracas no ha cesado. Un estudio reciente elaborado por la Organización Internacional del Trabajo, basado en datos oficiales del Indec, señala que la informalidad laboral es el modo de existencia del 41,8% de la población laboral activa y que ese porcentaje se eleva al 61,6% entre los trabajadores jóvenes, de entre 15 y 24 años.
En el día de hoy se realizarán en Barracas recordatorios del asesinato de Ferreyra. La calle Coronel Bosch -por donde marchaban las columnas de los ferroviarios tercerizados aquella mañana entre Avellaneda y Barracas- pasará a llamarse Mariano Ferreyra, por iniciativa de su hermano Pablo Ferreyra, legislador porteño por el kirchnerismo. Luego, sus compañeros de militancia del Partido Obrero realizarán una jornada en homenaje a Ferreyra y una denuncia de la actualidad de la tercerización y precarización laboral. Una vez más muchedumbres de jóvenes y no tan jóvenes se congregarán para reclamar los mismos puntos que reclamaba Mariano Ferreyra aquel 20 de octubre de 2010, hace cuatro años. Coros de voces nombrarán al unísono otra vez su nombre. En la continuidad de esa tarea y en la perspectiva de acabar con el arrebatamiento de los derechos laborales es que se le rendirá el mejor homenaje. Un acto de lucha será la mejor manera de impedir que el olvido se pose sobre la memoria de la vida de Mariano Ferreyra.