Volvieron con todo. Los grupos de matones organizados por las burocracias que dirigen los sindicatos regresaron a la acción, luego de un par de años de mantenerse en las sombras, agazapadas. Las patotas gremiales permanecieron más o menos escondidas desde que una de ellas, cuyos integrantes pertenecían a la Unión Ferroviaria, atacara a los tiros a una manifestación de trabajadores tercerizados y dejara tirado el cuerpo muerto del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, que contaba entonces con 23 años de existencia, sobre una calle del barrio de Barracas. Hoy están de vuelta
Este miércoles atacaron físicamente a los delegados de la empresa Lear. “Desde que la empresa nos tuvo que reincorporar haciendo caso a la justicia, nos mantiene en un lugar de trabajo alejado de nuestros compañeros -explica el representante gremial Daniel Farías-. Hoy a las siete y media de la mañana vino hasta ese lugar un grupo de alrededor de cuarenta personas, que son los militantes de la Verde en la fábrica y que son licenciados por la compañía para realizar este hostigamiento. Empezaron a gritarnos, tenían vuvuzuelas. Uno de ellos le arrebató el celular al delegado Silvio Fanti, que estaba filmando la agresión, entonces salimos del cubículo donde nos destinaron para intentar recuperarlo. Entonces se pusieron más violentos, como se puede ver en la filmación que pude realizar. Nos sacaron de la planta a los golpes, gritos y empujones”.
-¿No hubo reacciones por parte de los otros trabajadores?
-La situación es muy difícil. Esta patota hostiliza permanentemente, no es la primera vez que nos hostiga. Hay mucho miedo. El otro día un trabajador puso en su Facebook: “¿Cómo es posible que la empresa trate así a los delegados que nosotros mismos elegimos hace unos meses?”. Al día siguiente, estos patoteros lo fueron a increpar y reprochar por haber escrito eso. Hay un clima de constante miedo.
El video, que fue dado a conocer por el sitio Izquierda Diario, es elocuente. “Váyanse porque los van a matar, loco”, se escucha entre las imágenes de la agresión.
El lunes 8 un grupo de militantes del Partido Obrero se dirigió a la puerta de la fábrica Honda en Florencio Varela para repartir un volante a sus trabajadores. “Fuimos alrededor de 9 militantes, una cantidad considerable ya que debido a las declaraciones del secretario general del SMATA, Ricardo Pignanelli, y al clima enrarecido debemos cuidar la integridad física de nuestros compañeros -cuenta Daniel Orieta-. Empezamos la actividad a antes de las 14:55, que es cuando se da el cambio de turno, cuando salieron 20 tipos con las remeras del sindicato a decirnos que nos fuéramos de allí, decían: ‘Acá nadie les va a recibir un volante’, ‘Acá no hay zurdos ni los va a haber’. La seguridad nos dijo que nos fuéramos o nos iba a hacer arrestar por la policía. Vinieron tres patrulleros que en lugar de increpar a los patoteros, nos vinieron a pedir documentos a nosotros. Nos tuvimos que retirar de la puerta de Honda”. Las imágenes de este video también son elocuentes.
La teoría indica que la Cámara de Diputados es la representación del pueblo de la nación y que en su seno se desenvuelve un mapa condensado de la sociedad. A veces esto es cierto. Un par de horas después de que la patota agrediera físicamente a los delegados en Lear, un grupo de batatas del SMATA se hizo presente en el Congreso y desde las barras empezaron a interrumpir el discurso del diputado del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño, con gritos e insultos. El presidente de la Cámara, Julián Domínguez, los recriminó suavemente, pero no cesaban en su agresión. Las patotas del SMATA habían llegado al Congreso nacional, invitadas por el bloque del Frente para la Victoria.
Un clima enrarecido estimulado por la dirección del gremio metalmecánico se vive en fábricas automovilísticas argentinas. El macartismo y la agresión se convirtieron en una línea generalizada del oficialismo sindical verde desde que las expresiones del clasismo comenzaran a mostrar un ostensible crecimiento en esos núcleos laborales. Un clima de agresión similar se vivía en el periodo anterior al asesinato de Mariano Ferreyra en el gremio ferroviario, donde se había decretado que había que combatir al enemigo interno con los métodos que fuera necesario. Este enrarecido clima actual es propiciado por el Gobierno, que no duda en usar la represión contra la protesta social impulsada por la izquierda, como muestra el accionar de la Gendarmería de Sergio Berni en las protestas de Lear en la Panamericana. La historia argentina reciente es taxativa en las consecuencias que producen estos hechos. Es necesario que acaban para que no se derive de ellos otra tragedia nacional.