Una de las sorpresas de las elecciones PASO fue que el Frente de Izquierda (FIT) -al cerrar estas líneas- empataba con Progresistas, que postula a Margarita Stolbizer, en la pelea por ser la cuarta fuerza nacional. (Debe señalarse, sin embargo, que varias de las afirmaciones que se realizan en este intento apresurado de balance tienen un carácter provisorio, ya que los datos de la estratégica provincia de Buenos Aires tardaban asombrosamente en ser cargados). Tanto al convertirse el FIT en la cuarta fuerza como no, estaríamos en presencia de un fenómeno que confirma el ascenso de la izquierda en la Argentina. La otra sorpresa, es que el candidato Nicolás del Caño estaría ganando el comicio interno a Jorge Altamira y sería el candidato a la presidencia del FIT en octubre.
Las elecciones para cargos ejecutivos suelen ser más “conservadoras” por parte de los votantes, ya que se trata de elegir, según el imaginario social, a quienes se encargarán de la administración práctica del gobierno. El cuerpo social actúa de manera diferente que en las elecciones legislativas, en las que la intención de control de los gobernantes, por ejemplo, podría llevar a decisiones electorales más audaces. En esta elección, las fuerzas de la así llamada “izquierda anticapitalista y revolucionaria”, agrupadas en una coalición, crecieron un cincuenta por ciento respecto de las PASO de 2011 y, en ciertos distritos, como en la ciudad de Buenos Aires, superaron la votación de las PASO de 2013 (que tuvieron ese carácter menos condicionado).
Los resultados generales ubican al FIT como uno de los sectores que podría incrementar su bancada parlamentaria -en las legislaturas nacionales, provinciales y concejos deliberantes- si mejora esta elección en la ciudad de Buenos Aires, en provincia de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Un crecimiento que parece muy probable ya que el resto de la izquierda no participará de las elecciones de octubre. La presunta atomización de la izquierda fue desmentida con esta votación, ya que el resto de la izquierda que gusta de llamarse clasista obtuvo votaciones marginales y no superó el piso del 1,5%. Salvo el extraño caso de Luis Zamora en la ciudad de Buenos Aires, un candidato al que se identifica como de izquierda -a pesar de que Zamora mismo sea reacio a definirse de ese modo- y que apunta a cierto voto protesta, a ciertos límites “democratizantes” o a la pulsión del mito. Salvo esta figura -que presentó lista corta a diputados en CABA solamente- se puede afirmar que la inmensa mayoría del voto de izquierda se concentró en el FIT.
El término “democratizante” se refiere a cierta adaptación de organizaciones que se reclaman de izquierda al estado actual de las cosas, a la matriz estratégica del régimen de gobierno imperante. Esta cualidad se distingue de aquella que ostentan los grupos políticos llamados “revolucionarios”, los cuales plantean la superación del régimen del capital mendiante su sustitución por un gobierno de los trabajadores. Zamora adquirió el halo que prodiga el mito cuando, en medio de la crisis de 2001, se presentó como un reformador honesto, que prometía cambiarlo todo en una confluencia de asambleísmo horizontalista sin dirección política -con dejos de Holloway, Negri y la guerrilla zapatista- con un trabajo personalista en las instituciones legislativas del Estado. El peso del mito produce que se recuerde el halo y no el fracaso rotundo de esa experiencia, cuando los nueve legisladores porteños que se sumaron a la legislatura de la mano de Zamora en 2003 estallaron en un tendal de minibloques personales al poco tiempo de estrenar sus curules. El prestigio de Zamora aparece intacto, no ya para una experiencia revolucionaria como la que reivindicó en los años ochenta, sino para el mejoramiento del régimen democrático basado en el romántico proyecto de pensarlo todo de nuevo.
La perduración del ascenso del FIT se produjo a la par de la primera interna que enfrentaba a los partidos que lo componen. De un lado se encontraba la Lista Unidad, que postulaba a Jorge Altamira a la presidencia y a Juan Carlos Giordano a la vicepresidencia; del otro la lista Renovar y Fortalecer, que postulaba a Nicolás del Caño y Myriam Bregman, respectivamente. La victoria de Del Caño fue una sorpresa, ya que el PTS, partido que sostenía tal candidatura, no sólo no tiene militancia en varias provincias donde ganó, sino que su influencia política y organizativa es menor que la de sus contendientes -en particular el Partido Obrero, que es reconocida como la fuerza más importante de la izquierda argentina.
La campaña de Del Caño se basó en la “necesidad de renovar” el FIT, en la consigna de que los diputados “ganen como un maestro” y en el señalamiento de la juventud de Del Caño frente a Altamira. Las consignas podrían ser llamadas “democratizantes”, en el sentido antes explicado. Como muestra, valga señalar que el legislador Gustavo Vera, quien además de ser un impulsor de las denuncias de trata y narcotráfico es un hombre ligado al Vaticano y a los sectores sindicales del moyanismo, hace gala de que dona el excedente de su salario legislativo al de su sueldo como docente a diferentes instituciones y ONGs. Esa consigna le valió que se lo tildara como “el último romántico”, mote que Del Caño aceptó cuando el noticiero Telenoche lo presentó así. Se podría bucear en las estrategias del partido Podemos de España para encontrar las similitudes con la consigna a secas de “renovación” -se debe recordar que el FIT tiene 4 años-, que tienen parecido también con planteos limitados políticamente: la renovación porque sí es una consigna dirigida a un sector atrasado de la sociedad en su conciencia, aunque pueda tener simpatías por la izquierda. La “renovación” así planteada se opone a la idea socialista de un partido caudillo de los cambios revolucionarios. Las consignas principales de la campaña de Del Caño buscaban apelar a esa franja poblacional que se podía entusiasmar sin cuestionar al régimen imperante por las candidaturas.
Por el contrario, la lista Unidad tuvo como eje denunciar el ajuste por venir, la devaluación, los tarifazos y el trabajo precario, y planteó que la crisis la debían pagar los capitalistas. Para ello planteó que el FIT debía avanzar hacia un polo que agrupe a los luchadores bajo el programa de un gobierno de los trabajadores.
El triunfo de Del Caño podría atribuirse, entonces, a que la tendencia al giro a la izquierda de cierto sector de la sociedad entroncó con los planteos democratizantes de la campaña de su lista, que llegaron incluso a provincias sin trabajo militante del PTS mediante su política de comunicación. Su planteo encontró simpatía en capas poblacionales que pueden adherir a la izquierda, pero no a sus planteos más de avanzada. Este hecho señala, también, cierto estado de conciencia de este sector social, que encuentra comodidad en un discurso “democrático” y no en uno “revolucionario”, por el momento.
La postulación de Del Caño había sido difundida mediante una potente campaña de comunicación que no sólo aprovechó los espacios gratuitos de televisión, sino que también usó de manera notable las redes sociales como medio para esparcir sus consignas -debe destacarse, del lado de la lista Unidad, que los spots realizados por el grupo Plaza Miserere (el de la nave de La Guerra de las Galaxias, la animación de Los Tres Chiflados o el tarantinesco spot a favor de Pitrola en la provincia) merecerían ganar premios a la comunicación política del más alto nivel. De cualquier forma, el aspecto comunicacional de la lista de Del Caño fue superior.
La lista Unidad se equivocó al negarse a realizar un debate público y masivo con el sector de Del Caño. Su negativa se explicaba en la necesidad de no enfrentarse con los socios de la coalición y destinar esos esfuerzos al enfrentamiento con los candidatos tradicionales. Sin embargo, la disputa entre esos socios era perceptible, y eso no afectó, como se vio al principio de este balance provisorio, la performance de la alianza. La clarificación de las dos posiciones políticas, de raigambre profunda, tal vez podría haber sido beneficiosa para afianzar uno u otro carácter del FIT. El candidato a presidente de la coalición sería Del Caño, mientras que la lista Unidad encabezará tres de los cuatro distritos que tienen posibilidades de consagrar diputados nacionales. Este es el marco en el cual el FIT deberá afrontar el camino promisorio de las elecciones de octubre.