“Yo quiero que me saquen muchas fotos, que me filmen y que lo pongan en todos los medios y que la senadora Rojkés salga a decir que estoy con mis socios políticos. ¡Sí, señora! Estoy con mis socios políticos, porque mis socios políticos son gente de verdad, gente honesta, gente de bien, no como los socios que tienen ellos: narcotraficantes, homicidas, ladrones, corruptos… Orgullo me da tenerlos a ustedes, que son mis hermanos de lucha, que desde el 26 de febrero de 2006 vienen caminando las calles con la foto de Paulina”. Con estas palabras intervenía el martes 6 de agosto Alberto Lebbos en el acto de cierre del Frente de Izquierda de Tucumán. Lebbos es un hombre que busca justicia por el asesinato de su hija Paulina, ocurrido en 2006.
El domingo en su programa Periodismo para Todos, el periodista Jorge Lanata recorrió el caso de Paulina, una mujer de 23 años cuyo cadáver fue hallado trece días después de su desaparición ocurrida el 26 de febrero de 2006. Aquella tarde comenzaba una trama siniestra -que hoy continúa- de ocultamiento y protección de los homicidas, que se sospecha forman parte de esa casta conocida como “los hijos del poder” tucumano. De los “hijos del poder” de la provincia que gobierna como si fuera un feudo, José Alperovich, quien es conocido por el mote de “El Zar”. Su mujer es la presidenta de la Cámara de Senadores, Beatriz Rojkés de Alperovich, tercera en la sucesión presidencial y presidenta del Partido Justicialista tucumano. Luego del programa de Lanata, Rojkés salió a denunciar a Alberto Lebbos por haber armado “una operación política” que beneficiaria a sus socios. El último martes Lebbos los presentó: se trata de aquellos que lo acompañaron desde la primera movilización que demandaba que se esclareciera el crimen de su hija.
Los hechos son los siguientes. Paulina Lebbos fue a bailar con unos amigos al boliche “Gitana”, en la capital tucumana. Luego de separarse aquella madrugada de febrero de 2006, no se la volvió a ver con vida. El 11 de marzo dos hermanos que iban a su trabajo rural montados en sus caballos descubrieron el cadáver entre las malezas al costado de una ruta. Lo denunciaron a la policía, que los obligó a mentir para ocultar su propia no sólo ineficacia, sino deliberada acción para demorar el hallazgo de ese cuerpo. Debido al dudoso accionar policial, existe una causa judicial que investiga a los oficiales a cargo del operativo. Todos ellos fueron ascendidos por el gobierno de Alperovich.
Los fiscales a cargo de la investigación de la muerte de Paulina sólo entorpecieron la causa. El primer fiscal Carlos Noguera tuvo que renunciar al expediente luego de que la prensa lo fotografiara saliendo del domicilio particular de José Alperovich. Su reemplazante Carlos Ramón Albaca sólo puso piedras en el camino de la justicia. Es decir: no permitió que el querellante Alberto Lebbos tuviera acceso al expediente durante siete años, durante siete años no envió las muestras de ADN encontradas en el cadáver de Paulina para que sean analizadas, en siete años no realizó ningún careo ni llamó a testificar a personas que se acercaron a la fiscalía a aportar pruebas y no profundizó -según consta en el informe realizado por el delegado del Programa Nacional de Lucha contra la Impunidad (PRONALCI), Bernardo Lobo Bugeau- ninguna de las hipótesis del homicidio. Finalmente, Albaca también fue separado de la investigación. ¿Qué buscaban proteger?
Varias de las hipótesis apuntan a los “hijos del poder” tucumano y una de ellas involucra directamente a “un hijo de Alperovich y otro hijo de Kaleñuk”, según relató un testigo. Se refería a uno de los hijos del gobernador y al hijo de Alberto Kaleñuk, secretario privado de Alperovich. Según esta hipótesis, Paulina habría muerto en una fiesta, escondido su cadáver en un freezer y tirado luego de días su cadáver al costado de la ruta. La casa de fin de semana donde se habría llevado a cabo la fiesta fatal fue desmantelada ladrillo por ladrillo a fines de 2006. Hoy sólo quedan los cimientos. Una obra maestra de la demolición de cualquier posibilidad de encontrar los rastros del crimen.
¿Son esos “hijos del poder” tucumano los culpables del asesinato de Paulina Lebbos? Lo deberá investigar el fiscal Diego López Ávila, recientemente designado al frente de la causa judicial. Deberá enfrentar lo que el delegado del PRONALCI describió así: “Estamos en presencia de otras fuerzas y de otros poderes, muy distintos de los que confluyen azarosamente en un hecho, tornándolo a este confuso e impenetrable; y es claro que la acción de la justicia ha sido reprimida y censurada, una vez más, en orden a otros intereses y otros valores que esgrimen y hacen valer quienes tienen poder real”.
Durante estos siete años sólo la izquierda acompañó movilización tras movilización a Alberto Lebbos. La senadora Rojkés denunció a los “socios políticos” del padre de Paulina tratando de que se los identifique, quizás, con Lanata, con Magnetto, con aquella oposición destituyente a la que acusa ante cada agachada el oficialismo. Sin embargo, sólo la izquierda acompañó a Lebbos en su lucha contra la impunidad todos estos largos años.
“Es un orgullo enorme que me inviten al acto del Partido Obrero, del Frente de Izquierda, porque es un acto de la gente, de la juventud que lucha por la verdad, por justicia, que no claudican jamás”, dijo Lebbos en el acto del martes. Esta columna cumple con el deseo de Lebbos -expresado en el primer párrafo- de difundir la identidad de sus verdaderos socios políticos en la lucha contra la impunidad.