Lohana Berkins falleció en el hospital Italiano el viernes por la mañana luego de una prolongada internación debido a graves complicaciones de salud. Complicaciones que, en cierto momento, habían sido superadas debido a la constancia, la garra y la entereza con las que Berkins enfrentaba a la enfermedad, como había enfrentado a los poderes todos los días de su vida. Una lucha perceptible incluso en el último mensaje que dejó a sus compañeras. La noche del jueves dictó estas palabras en su cama en la clínica a Marlene Wayar, activista trans como Lohana: “Queridas compañeras, mi estado de salud es muy crítico y no me permite reunirme personalmente con ustedes. Por eso quiero agradecerles sus muestras de cariño y transmitirles unas palabras por medio de la compañera Marlene Wayar, a quien lego esta posta. Muchos son los triunfos que obtuvimos en estos años. Ahora es tiempo de resistir, de luchar por su continuidad. El tiempo de la revolución es ahora, porque a la cárcel no volvemos nunca más. Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí, no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre. Un abrazo”. Horas después cerró los ojos por última vez.
Berkins había sido una de las militantes más firmes y consecuentes por la defensa de los derechos de la comunidad travesti, en particular, y de las minorías sexuales, en general. Había peleado, también, para que sus posiciones confluyeran con las reivindicaciones sociales de los sectores populares. Se había transformado en una referente del espacio LGBT que le recordaba a sus dirigentes que la comunidad contaba con la existencia de un sector oprimido entre los oprimidos: las travestis. Un sector social sin acceso al trabajo debido a la configuración cultural de una sociedad que se resistía –y se resiste- a contratar a una travesti para el puesto de secretaria o empleada de comercio si puede contratar, en cambio, a una mujer o a un hombre. Obligadas, entonces, al ejercicio de la prostitución. Un sector social que fue marginado incluso de sus propias familias por la configuración sexual establecida por el imaginario católico en una Argentina que sostiene ese culto con fondos estatales. Una parte de la sociedad cuyos miembros, en 2016, tienen una expectativa de vida de 40 años. Berkins había decidido hacer visible a las travestis que se ocultaban de la luz del día y sólo salían de noche y lograr de esta manera transformaciones. Las travestis son sujetos sociales a los que la política atraviesa en su propio cuerpo.
A fines de los años noventa todavía existían los “edictos policiales” en la ciudad de Buenos Aires –todavía existen en algunas provincias del país- que proclamaban como causal de detención el hecho de portar ropas destinadas a un sexo que no fuera el propio. Un edicto para encarcelar a las travestis por el solo hecho de transitar por la ciudad. A fines de 1996 fueron derogados por la Convención Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires que sesionó en medio de manifestaciones de distintos colectivos travestis. Los días posteriores a la sanción de esa ley las travestis paseaban de día por las calles porteñas exhibiéndose y riendo como nunca lo habían hecho antes. Después, grupos de vecinos del barrio de Palermo reclamaban la instauración de una “zona roja” en la que las travestis restringieran el tránsito nocturno y la oferta de sus servicios sexuales. Las travestis se opusieron. Lohana Berkins se encontró al frente de esas luchas.
Cuando fallece alguien que merece nuestro cariño y respeto se produce el mecanismo de indagar en la memoria para buscar recuerdos que den cuenta de ese vínculo. Conocí a Lohana en aquella época. A fines de la adolescencia había transitado brevemente por un grupo llamado: “Jóvenes gays y lesbianas”, que había conocido en una marcha de Madres de Plaza de Mayo. Ahí me vinculé con el activismo GLBT y también con Lohana. Pronto empecé a militar en el Partido Obrero en su local de Palermo, epicentro de las manifestaciones pro y contra las “zonas rojas”. Lohana Berkins y Nadia Echazú, la otra gran referente del movimiento travesti de aquellos años, participaron de varias actividades en ese local. Ambas estaban suscriptas a la Prensa Obrera, periódico de esa organización, y me ocupaba de llevarles su ejemplar semanalmente y discutir sus planteos, a la vez que ellas me contaban sus historias de emigración desde el interior hacia Buenos Aires, de persecuciones, detenciones y golpizas policiales y de la militancia travesti contra ese estado de las cosas. Lohana fue invitada a un encuentro de luchadores de la ciudad, invitación que fue resistida por algunos miembros relevantes del PO de aquella época, pero luego fue vencida esa resistencia y Berkins tuvo una intervención brillante. Esto quiere decir: Lohana nos enseñó.
Siempre abierta al conocimiento, Lohana desarrolló todas sus aptitudes y se convirtió en la gran dirigente que dejó un legado imperturbable para la historia argentina. Impulsó la organización de las travestis por el derecho a una identidad y un documento legal que las incorpore como ciudadanas, creó cooperativas de trabajo con personas de la comunidad (la primera se llamó “Nadia Echazú”, quien había fallecido por complicaciones relacionadas al HIV a los 45 años), desarrolló un ala combativa dentro del espacio LGBT local (frente a cierta actitud acomodaticia de la dirigencia del sector al Estado, Lohana organizó la contramarcha del orgullo y, frente a las carrozas de los boliches de esa movilización, ella bautizó al espacio como “la carreta”), se incorporó al Partido Comunista y adhirió al kirchnerismo, sin embargo siempre mantuvo independencia respecto al Estado y mantuvo una línea de delimitación de la dirigencia de la comunidad. Incluso en la última marcha del orgullo lideró una columna independiente que reclamó por justicia por el asesinato de Diana Sacayán, dirigente travesti víctima de un crimen de odio. Lohana y Diana habían militado codo a codo por la aprobación de una ley que otorgara un cupo de puestos laborales en el Estado a las travestis. La ley fue aprobada el año pasado en la provincia de Buenos Aires y se encuentra en estado de implementación.
En Por una literatura menor Gilles Deleuze y Felix Guattari proponen que unas literaturas del margen pueden tener una gran potencia política por la oposición misma que marcan –por su condición minoritaria y de reafirmación de esa condición de minoría- a los poderes. En esa reafirmación minoritaria Lohana Berkins se tornó deslumbrante: en su humor constante, en la pedagogía hecha acto, en su oposición radical a las injusticias, en la aceptación de su rol fundador de un legado y en la conciencia de la necesidad de la lucha para la realización de las transformaciones. Por todas estas razones Lohana será recordada y estará, entonces, presente.