Existe una forma precursora de la globalización. Desde 1889 que en casi todos los países del mundo se celebra del Día de los trabajadores, en conmemoración de los mártires de Chicago -cuatro anarquistas estadounidenses ejecutados por el Estado debido a su acción política. En miles de plazas y centros políticos de todo el orbe se realizan manifestaciones en la que los sectores laboriosos no sólo festejan su día, sino que plantean políticas para su clase. Así, tanto en Turquía como en Uruguay, pasando por Grecia, Bolivia o Japón, flamean banderas rojas (color del socialismo), se hacen manifestaciones y discursos, se canta La Internacional.
En la Argentina las mayorías obreras consideraban al peronismo como su propio proyecto. Y, desde el Estado, el peronismo, cuando era gobierno, anudaba esos lazos festejando el Primero de Mayo como su propia fecha.
Desde hace varios años la conmemoración internacional del Día de los Trabajadores se realiza, en la Argentina, por fuera del peronismo. A pesar de que Cristina Fernández gobierna bajo ese manto político, no convoca a manifestaciones obreras -muy probablemente no podría, ya que la ruptura de la clase trabajadora con el oficialismo es uno de los signos de esta época. La plaza de Mayo, centro político nacional, es ocupada por sectores políticos de izquierda, en particular el Frente de Izquierda y otros grupos pequeños partidos, y gremios y tendencias combativas sindicales.
Si bien en cierto momento estos actos se caracterizaban por un tinte meramente propagandístico, la noción del cambio de época se constata en la presencia de grupos de intensa intervención en la lucha de clases de hoy en la Argentina. No se proclama, solamente, la necesidad de la transformación de las estructuras de la sociedad, sino que se dan cita colectivos que actúan en los hechos para avanzar hacia esa posibilidad. La situación política introduce un interrogante: ¿es posible que un sector mayoritario de los trabajadores se aglutine en torno a una política socialista?
El alejamiento del gobierno kirchnerista de los sectores populares se torna más decidido en esta coyuntura de inflación, devaluación y precarización de las condiciones salariales -y de existencia- de los trabajadores. El paro del 10 de abril marca la masividad de esta ruptura, a la vez que el sector dirigente del paro, encarnado en Moyano y Barrionuevo, intenta acomodarse a las variables peronistas del fin de ciclo. Sin embargo, la tendencia a la protesta y la marcada intervención de los sectores clasistas es un dato que no debería ser desdeñado. Pero no toda intervención sindical, aún las que protagonice el clasismo, garantizan un salto hacia el campo de los proyectos políticos estratégicos, históricos, para la clase obrera.
No es un síntoma menor que sea una coalición política de izquierda la que cope Plaza de Mayo desde hace varios años el Día de los Trabajadores, ni que haya tenido grandes votaciones en diversos lugares, en particular en Salta (en cuya capital venció al peronismo) y Mendoza, y en otras regiones del país, donde logró bancadas legislativas nacionales, provinciales y concejalías. Dirigentes sindicales que pertenecían al peronismo hoy conducen gremios clasistas -como el SITRAIC (construcción), que se opone a la UOCRA de Gerardo Martínez y cuyo secretario general es el antiguamente peronista Víctor Grosi- o los paros docentes han sido dirigidos por esta fracción política.
En Salta, donde la huelga docente cumplió más de un mes, más de tres mil maestros votaron continuar el viernes 2 de mayo con el paro general y los dirigentes más destacados pertenecen a la izquierda. Incluso votaron que Claudio del Plá, diputado del Partido Obrero, fuera el vocero de sus reivindicaciones en el parlamento provincial. En Mendoza, el acto se organizó en conjunto con la CTA provincial y el Frente de Izquierda. Existe una tendencia hacia el giro político. De la maduración de esta posibilidad depende la intervención de los trabajadores en el postkirchnerismo, cuando la derecha peronista se prepara para el poder y las coaliciones centradas en el radicalismo plantean reflotar la fallida Alianza. De este salto político depende, en definitiva, la perspectiva histórica de los sectores laboriosos en la Argentina.