En julio de 2011, la presidente Cristina Kirchner hizo público un programa denominado Televisores para Todos, mediante el cual se facilitaba el acceso a la compra de LCDs de 32” y alta definición, con una financiación de 60 cuotas del Banco Nación al 15% anual. Al lanzar el plan, resaltó que el mismo se enmarcaba en un proyecto de inclusión social: “Soy una presidenta a la que no le gusta la Argentina de pocos, sino de muchos, de todos”.
Hoy, casi 3 años después, el gobierno lanza un nuevo plan, ProCreAuto, destinado a la adquisición de vehículos de terminales que han acordado bajas en sus precios. El plan consiste en un crédito a sola firma otorgado por el Banco Nación, a ser repagado nuevamente en 60 cuotas, con un interés del 17% para clientes del Banco y del 19,2% para el público en general. Al presentarlo, la ministra de Industria Débora Giorgi explicó que “ProCreAuto es un programa de financiamiento en condiciones excelentes que hoy no existen en el mercado”, remarcando que el objetivo es que en no mucho tiempo “el sector vuelva a las 700,000 unidades”.
Frente a este nuevo plan, motivado en la fuerte caída de actividad en el sector y la consiguiente suspensión del personal, es imposible no recordar aquellas palabras de Ronald Reagan, quien en una conferencia en agosto de 1986 expresaba que “con anterioridad a su gestión la visión del gobierno sobre la economía se podía resumir en unas pocas cortas frases: Si se mueve, grávela. Si continúa moviéndose, regúlela. Y si deja de moverse, subsídiela”.
Televisión para todos, autos para muchos ¿y educación? En noviembre de 1985, el New York Times publicaba declaraciones del secretario de Educación, William Bennett, en defensa de uno de los frustrados intentos del gobierno de Reagan de obtener una legislación que otorgase a familias de bajos ingresos un subsidio anual que les permitiese elegir a qué escuela enviar a sus hijos, entre una variedad de establecimientos públicos y privados. En palabras de Bennett: “Hoy, la familias más ricas ejercen la opción mediante la compra de una casa en el barrio de su elección, o enviando a sus hijos a una escuela privada. Los pobres no tienen este tipo de elección”.
Es claro que a pesar de referirse a otro tiempo y lugar, la imagen ilustra fielmente nuestra realidad. La evidencia en la Argentina nos muestra hace ya años el incremento en la matrícula de la escuela privada en detrimento de la escuela pública, aún en zonas de bajo poder adquisitivo. Muchas familias están realizando importantes esfuerzos económicos, ¿cuántas más lo harían de instrumentarse un plan similar a ProCreAuto que se los facilitase?
Por ejemplo, un plan en el cual participasen escuelas que otorguen becas que reduzcan las matrículas, en una proporción similar a como lo han hecho las terminales automotrices, para aquellas familias que por sus bajos ingresos califiquen para el programa y opten por tomar parte del mismo. El gobierno podría transferir mensualmente a los colegios el importe de la cuota de los alumnos participantes, estableciendo una forma de repago consistente con la realidad económica de familias de bajos ingresos.
Televisión para todos, autos para muchos; no hay razón alguna para que tan sólo unos pocos privilegiados puedan elegir el tipo de escolaridad a la cual accederán sus hijos. Un plan de estas características no atentaría contra la educación pública: al fin y al cabo, nadie está obligado a endeudarse para educar a sus hijos en una institución privada existiendo educación pública gratuita. De hacerlo, estaría enviando un mensaje a la sociedad, probablemente el mismo que durante años han enviado incontables miembros tanto del Poder Ejecutivo, en todos sus niveles, como del Poder Legislativo, al elegir educar a sus hijos en escuelas privadas mientras defienden férreamente el derecho del resto de sus compatriotas de no ser expuestos frente a esta decisión.