“No me molesta que Sofía fume marihuana. Por supuesto que el abuso de las drogas no es nada bueno, pero ella sabe cuándo parar”, dijo hace algunos años Moria Casán durante un reportaje. Además, aclaró que dichas declaraciones persiguían principalmente fines comerciales: “Es una tapa que va a vender porque Sofía va a quedar como la gran marihuanera”. “De vez en cuando yo fumo marihuana, no soy adicta pero me relaja. Me divierte un poquito”. Y agregó: “Yo he probado todo y, si no hubiese sabido manejarlo, con la edad que tengo, estaría quemada. Yo tengo mucho control sobre mi persona. Todos podemos probar un montón de cosas”.
Hay varias maneras de leer y reflexionar sobre el tema Moria. Una es obviamente la de los comentarios de la farándula, pero es un territorio en el que no puedo, no quiero y no sé entrar.
Otro, es el de utilizarlo de manera constructiva para sacar conclusiones que nos sirvan en nuestra preocupación por la manera como las adicciones penetran de diversas maneras en la sociedad; y sobre el lugar que ocupan en este proceso aquellas personas que son seguidas y admiradas por buena parte de los argentinos.
Las declaraciones de Moria que encabezan este artículo no son diferentes de las que vemos y oímos cotidianamente en los programas que se dedican a lo que genéricamente denominamos la “farándula”. Decenas de personas ligadas al espectáculo siguen el mismo trayecto: muestran el consumo de marihuana como una manera de estimularse, participar, divertirse y ser aceptadas. Pero decenas de esas mismas personas siguen un trayecto que las lleva a la tragedia personal: la adicción, que también es objeto de discusiones mediáticas cuando no pueden manejar su esclavitud a la cocaína y a otras sustancias adictivas. En los últimos tiempos, vedettes de diverso nivel han llorado frente a las cámaras; han mediatizado sus intentos de recuperación y han desaparecido de los medios cuando han fracasado y no son mas objeto de interés.
El consumo de marihuana es obviamente parte de las decisiones personales de los ciudadanos y forma parte de su vida privada. Así lo reconocen la ley y la jurisprudencia. El problema es cuando se lo exhibe como un modo de vida que se difunde con un mensaje del llamado “glamour”, y no encuentra ningún comentario crítico que permita a los ciudadanos evaluar si se trata de una conducta adictiva que pone a estas estrellas de espectáculo en un camino que les genera males mayores.
El consumo de marihuana de Sofía Gala, la hija de Moria, fue parte del entretenimiento. Su adicción posterior a la cocaína y su difícil intento de recuperación(1 año y medio), también fue un objeto mediático. Pero no hemos visto ningún comentario que relacionase una cosa con la otra. Como si se tratase de momentos estancos de la vida.
Mas aún , pareciera que entrar en el terreno de la reflexión y el aprendizaje fuese poco atractivo desde la perspectiva de la dinámica mediática.
Ahora que el Gobierno ha planteado la lucha contra el narcotráfico como una de sus prioridades, se hace importante asumir el tema desde sus múltiples dimensiones. No solo la oferta, sino también la demanda. Una demanda que tiene muchísimas causas, desde el drama de vidas destruidas en la infancia, hasta la tolerancia social que presenta a las adicciones como un entretenimiento de los exitosos.
¿Podremos hablar de lo que la marihuana representó en las adicciones de Moria Casán y Sofía Gala, o simplemente las seguiremos observando como objetos mediáticos que solo merecen curiosidad en los programas vespertinos?
¿Habrá periodistas de ese terreno que se animen a una perspectiva crítica, o seguiremos esperando al próximo caso para aumentar el rating?
Los que se animen, harán un gran favor a una sociedad que comienza a darse cuenta cuan profundamente se le han metido las drogas en la vida cotidiana y quiere ponerles freno antes que sea demasiado tarde.