Estoy convencida que la erotización que Fidel Castro ha causado en millones de seres en el mundo sólo puede ser tema de estudio para la psicología profunda. Tanto lo creo que una de mis fijaciones fue hacer una exhaustiva investigación sobre este fenómeno -a dúo con el psiquiatra y antropólogo Luis José Uzcátegui- al escribir un libro titulado “Los hombres que erotizó Fidel” (Editorial Los Libros de El Nacional; 2005).
Erotización que no sólo se presentó en Latinoamérica y en algunos reductos de izquierda al norte del continente, porque también hay que decir que el truhan cubano logró seducir en Europa, Africa y hasta en Asia (recuento muy completo en el mencionado libro). De Venezuela digo que el tirano caribeño fue un obseso y tuvo la gran suerte de agenciarse cientos de traidores que, desde la misma década de los 60, se le entregaron como solícitos sirvientes postrados eróticamente al influjo de su fuerte personalidad y a su codicia por un subsuelo rico en recursos petroleros, manjar delicioso y apetecido que finalmente lo alcanza plenamente cuando llega al poder Hugo Chávez -no el más importante de sus erotizados pero sí el más provechoso.
Chávez, un tropero sagaz, sin clase ni estudios, alumbrado al verse tratado en La Habana en 1994 como jefe de Estado cuando apenas sus 15 minutos de gloria los recibía por un golpe de Estado fallido.
Como decimos los venezolanos, Fidel Castro “se saca el clavito” y consigue ese cuerno de la abundancia que es nuestro país. Es sin la menor duda su gran triunfo y una venganza que maduraba, preparaba y logra décadas después, ya que por años mantuvo un gran reconcomio debido a que Rómulo Betancourt fue inmune a “sus encantos”. La historia muestra como la Venezuela de los años 60 no le fue amable al mayor de los Castro y a su banda forajida, ese país eufórico con su democracia novel donde gobernaba un descendiente de canarios: Rómulo Betancourt, hombre procedente de la clase media, nacido en un pequeño pueblo cercano a Caracas, quien después de una amplia experiencia política e inclusive de una pasantía por el pensamiento marxista, sorprende pues no muestra las debilidades necesarias para caer erotizado en los brazos del cubano.
Algunos se salvan, otros sucumben. Y es que Eros, siempre eterno y malvado, no tiene piedad con la psiquis del hombre cuando penetra en lo más recóndito de sus misteriosos espacios. Eros hacedor de uniones, propiciador de cópulas… Eros apareciendo inmediatamente después del dios de la tragedia, Caos. Eros divinidad antigua, misterio arcaico. La historia lleva al conocimiento y a la ubicación de respuestas a mil enigmas, a mil preguntas. Caos moral donde gente común y pensadores ven perfecto que un farsante caribeño tenga tiranizada a Cuba durante 55 años y lo llaman “presidente” en contraposición al “tirano” Pinochet, déspota porque osó ser de derechas y detener los planes de Castro y sus hordas. Caos moral que ve los crímenes en la era Pinochet, pero le parecen tan buenos los paredones castristas llenos de la sangre de disidentes, la persecución a todo opositor, las aterradoras Brigadas de Acción Rápida, los balseros ahogados cuando se tiraron al mar en busca de libertad, los asesinatos disfrazados de accidentes de tránsito y sobre todo la descarada condición de chulos de estos cubanos castrocomunistas, sin moral ni vergüenza.
Ya en pleno siglo XXI, Fidel Castro, que sabe a la perfección lo que hace ya que por bastante más de medio siglo ha desarrollado una alta capacidad histriónica y el manejo de los afectos, habla con Chávez por cadena de radio y TV y el chulo cubano platica de los calzoncillos, que como comprenderán es algo muy privado y lleva encubierto mensajes implícitos de intimidad y sensualidad.
Cuba y Venezuela, donde el hambre, la mentira y la represión han quebrado la dignidad y un domingo de tantos estos dos “querubines” se comunicaban de la siguiente manera: (Chávez, le dijo a Castro) “los domingos te pones un short, una franela roja, unas sandalias de pescador y una silla de extensión para ver mi programa”. “No es cierto”, contestó el cubano. “Lo veo todos los domingos pero sin tanta indumentaria. Tú me perdonas, pero muchas veces veo tus programas de televisión en calzoncillos. ¡Ja, ja, ja!, porque es en domingo y como tú nunca comienzas a la hora exacta tengo a alguien de guardia que me avise”.
Allí pues el Padrote cubano, un espécimen que dolorosamente conocimos, como lo conocieron por tiempo corto los chilenos, los grenadinos, los angoleños… pero que a diferencia de ellos, nosotros seguimos padeciendo.
El Padrote cubano cambia de rostro obligado por la inexorable vejez. Por eso, esta semana que pasó, vimos a Putin buscando en La Habana su concurso, ya que lo necesita para venderle porquerías rusas a estos pueblos que por siglos se han fascinado por cualquier baratija ofrecida como joya. Ya acordado el asunto, se va a Brasil y allí en romería llegan esos lacayos de los Castro a ver que ofrece el ruso que vuelve a concebir interesante a Raúl Castro y hasta al carcamal Fidel, sobre todo cuando el fiador y principal pagador es el pueblo venezolano.
Fidel, el Padrote de Chávez y de toda esa banda que lo acompañó en la destrucción de la soberanía integral de Venezuela. Ahora Raúl que no erotiza pero pesca y otros de los que me entero, como en el cuento de mi manicurista que a la pregunta mía sobre la fulana “Misión Barrio Adentro” me dice: “Como médicos los cubanos se han “Echado” (matado a unos cuantos) porque no saben nada, no son doctores y lo que sí han hecho, es que dentro de unos años en el barrio, cuando esos muchachitos crezcan, se casarán entre hermanos porque casi todos son hijos del padrote cubano”.