Sin libertad económica no hay libertad política

…En virtud de ello el programa anunciado el 2 de abril de 1976 establecía como primer objetivo básico el “bienestar humano” engarzado en el contexto general del Bien Común. El concepto de bienestar tiene una faz espiritual y faz material. La primera se vincula con tres principios que hacen el fundamento de la concepción de los valores humanos: libertad, justicia y solidaridad.
La libertad como principio rector no puede ser concebida en compartimientos estancos, sino que debe presidir todas las actividades del hombre en una sociedad organizada. Es decir, no puede haber libertad para la actividad económica si ella no se desenvuelve en el marco de la libertad política, siendo la recíproca igualmente cierta.
El ejercicio de la misma permite que el hombre desarrolle uno de sus más preciados dones: la iniciativa individual y la creativa. Para que ellos sea posible de existir también la igualdad de oportunidades que vincula el concepto de liberta con el de justicia.
De esta manera el progreso económico, tanto en el orden individual como en el nacional, dependerá del esfuerzo propio de cada uno, organizado en el contexto de reglas generales y objetivas que eliminen la distribución discrecional y arbitraria del favor oficial por un Estado paternalista como llave de la posibilidad del progreso individual.
Este concepto básico podrá ser alterado solamente cuando en función del tercer principio fundamental antes mencionado, el de la solidaridad, la comunidad toda asuma el costo de la protección individual o sectorial que sea requerida con sujeción al Bien Común…
…Sólo la necesidad de competir exitosamente es lo que impulsa a la modernización en un sistema político de libertad. La alternativa es la compulsión o el monopolio estatal propio del colectivismo…

Estas fueron las palabras escritas por el ex ministro de economía José A. Martínez de Hoz, o Joe, como le decían sus cercanos, en su libro “Bases para una Argentina moderna 1976-80”, donde plasmó las bases para la reconstrucción de un sentido común que se enraizó, a base de desapariciones y torturas, en la sociedad civil durante el golpe cívico-militar del 24 de marzo, hace unos 38 años. La necesidad de reconstruir un nuevo “sentido común” fue para dar un corte a todo lo anterior a 1976.

Por eso se precisó enfatizar el “bienestar común” como algo estrechamente vinculado y asociado al individualismo. Apelando a la iniciativa individual y creativa que son “dones” preciados de estas personas o empresas, que sin el apoyo del Estado, pueden ser los pilares de esta sociedad civil anhelada por “Joe” y la dictadura cívico-militar. Por eso el progreso económico nacional dependerá del esfuerzo “propio”, del individuo y no de lo colectivo. El Estado para los términos de “Joe” es paternalista que realiza distribuciones discrecionales y arbitrarias por eso la necesidad de cambiar las funciones del Estado.

Sin embargo, como toda idea, tiene sus raíces en distintos pensadores que abundan en universidades del extranjero pero también nacionales. Es el caso es Jeremías Bentham, uno de los pilares del individualismo y el utilitarismo, quien escribió “Fragmentos sobre el gobierno” que sirvió para el Proceso de Reorganización Nacional. Entonces las bases de esta modernidad van a estar centradas en una idea de Bentham. Retomando así una tradición filosófica que nace en el hedonismo de Aristipo de Cirene (nacido en 430 A.C.) y se prolonga en el fránces Claude Adrien Helvetius (1715-1771); la vida del hombre está dominada por dos impulsos: el deseo de la felicidad y la voluntad de evitar el dolor. Bentham afirma que, al sujetarse a los principios del utilitarismo, la sociedad dispone de una norma según la cual decidir qué es justo o injusto, correcto o incorrecto. “Aprueba o desaprueba cualquier acción, teniendo en cuenta si tiende a aumentar o disminuir la felicidad de aquel cuyo interés está en juego”. De allí que el principio utilitarista no puede ser confinado al ámbito de la individualidad: para alcanzar su verdadero despliegue, el utilitarismo tiene que ser establecido y acepto por el conjunto de la sociedad.

Durante el siglo XX estas ideas comienzan a difundirse en las universidades y se dio a conocer bajo el concepto de “economía del bienestar”. Marshall rescata esta doctrina de Bentham, se suman también Vilfredo Pareto (1848-1923) con su “equilibrio general”; Arthur Cecil Pigou (1877-1959), quien fue el creador del concepto de “economía del bienestar”; Richard Hicks, que amplió las teorías anteriores para dar lugar a la idea de “mercados perfectos” capaces de asegurar el equilibrio de la economía general y, al mismo tiempo, la prosperidad individual; y Oscar Lange (1904-1965).

Plan general de Accion -tentativo

“Joe” no fue ajeno a esta formación en sus años de carrera de abogado y posterior formación en Cambridge, Inglaterra, y plasmó estas ideas en el grupo ACIEL (Acción Coordinadora de Empresas Libres, 1958-62), siendo consejero asesor empresarial de la OEA (Organización de Estados Americanos) y asesor internacional del Chase Bank Manhattan (1971-74 y 1982-85). Esto último coincide con la crisis de la deuda externa de la Argentina y su anterior nacionalización a través de los seguros de cambio que realizaron en el mismo tiempo que Domingo Cavallo (1982) estuvo en el Banco Central de la Republica Argentina. La fuga de capitales representa el 60% del endeudamiento externo del periodo 1976-83.

En síntesis, el Proceso de Reoganizarción Nacional baso su principal objetivo en la reconstrucción de nuevo “sentido común” para lograr una Argentina diferente a las décadas anteriores, instalando la idea del individualismo y del “sálvese quien pueda”. Una sociedad civil fracturada en sus lazos sociales y subsumida a la idea básica de la indiferencia. Fundamentalmente, borrar la memoria y la historia, como herramientas, para que perduren en el tiempo los valores neoliberales de la modernidad, que se evidencia en el Plan General de Acción – Tentativo y que llega hasta el año 2001