Argentina, un refugio ideal para los chicos malos de la FIFA

Hace dos años, en una conferencia de prensa con montajes y show incluido, Ricardo Echegaray, Mercedes Marcó del Pont, Hernán Lorenzino, Guillermo Moreno y Axel Kicillof, anunciaron un plan de beneficios impositivos para quienes invirtieran dinero no declarado en bonos para reactivar la construcción y capitalizar el sector energético.

Ese plan de nombre pomposo es lisa y llanamente un mecanismo de blanqueo de capitales que se resume en una sola frase: Vengan y traigan dólares, no importa cómo los consiguieron, de dónde provienen, quiénes son sus dueños y a qué se dedican, pero necesitamos los dólares.

La medida tendría solo tendría tres meses de vigencia y beneficiaría doblemente al país, por un lado, para atraer divisas y por otro, para impulsar la reactivación de la economía.

Dos años después, muchos de los funcionarios perdieron vigencia, los dólares siguen siendo escasos y la economía no arranca, pero el plan sigue tan fuerte como el primer día, no por sus beneficios para Argentina, sino por sus cualidades ocultas para nosotros y evidentes para quienes caminan por el lado oscuro de la vereda.

Toda actividad ilícita necesita, para reducir sus riesgos, controles laxos y controladores flexibles. Desde mayo de 2013, en Argentina, la ley está acondicionada para atraer, proteger y reproducir capitales provenientes del delito y la corrupción.

Es decir, que desde hace dos años no es necesario evadir la ley para limpiar plata sucia en Argentina, alcanza con acogerse a los beneficios de una ley pensada por y para eso.

Ese vergonzoso blanqueo es una promoción de dinero sucio, que bien podría venir, por ejemplo, de escándalos de corrupción mundial como el de la FIFA, de negocios de magnitud planetaria como el narcotráfico o de redes con sucursales en todo el mundo, como la trata de personas.

Esta no es la primera vez que el kirchnerismo larga a la calle un jubileo para dinero no declarado. En 2009, y bajo una ley denominada de repatriación de capitales, entre las personas que blanquearon más de 18 mil millones de pesos, estaba Mauricio Álvarez Sarría, quien trajo al país 4.453.000 pesos en julio de ese año. Álvarez Sarría es hijo de Ignacio Álvarez Meyendorff (detenido en 2011 en Argentina y extraditado a Estados Unidos bajo la acusación de ser uno de los mayores financistas del cartel del Norte del Valle de Colombia y jefe de una banda que traficaba cocaína en submarinos).

A dos años del establecimiento de ese plan, que ya se extendió ocho veces más de lo previsto, y a dos días de la publicidad del caso FIFA, es bueno tomar conciencia sobre esta medida, vigente, rampante y tan inútil para los intereses del país como seductora para cuanto delincuente con plata sucia anda girando por el mundo.

Pocas medidas de políticas públicas, pocas decisiones tomadas desde el Estado Nacional favorecen tan claramente a quienes infringen la ley. No es esta una ley más, tal es así que los invito a hacer un ejercicio, ¿cuántas veces una medida fue presentada en una conferencia de prensa por: la presidenta del Banco Central, en ministro de economía, el secretario de comercio, el jefe de la AFIP y el vice ministro de economía? No encontrarán muchos ejemplos desde 2003 a la fecha. Esta ley, presentada con todos los honores, es hoy la llave del delito organizado en Argentina.

Un dato al margen pero que no quiero dejar pasar por alto. Qué buen ejemplo de por qué es necesaria una Justicia independiente es el caso FIFA. La fiscal Loretta Lynch era hasta hace dos días desconocida por todos nosotros y, de buenas a primeras, puso en jaque un enorme entramado de corrupción global. No hay nada más riesgoso para un delincuente, que una Justicia independiente, acá y en cualquier lugar del mundo. El manoseo al que se somete a la Justicia en Argentina también forma parte de las garantías al delito organizado.

El kirchnerismo instrumentó un plan de blanqueo que no se atrevió a soñar ni siquiera Al Cappone, plan que para un argentino de bien pasa desapercibido, pero que más de uno de los que portan nervios por lo que pasó en la FIFA, debe conocer de punta a punta.

Puede ser un dato que anden a los abrazos con los barrabravas, puede ser un dato más que manejen los fondos del Fútbol para Todos sin controles y de manera escandalosa, pero cuando esos dos datos se cruzan con esta ley, cierra un círculo que deja dentro violencia, delito, plata sucia y poder, mucho poder. El kirchnerismo ha hecho de Argentina un all inclusive para los chicos malos del fútbol, que hoy estarán algo nerviosos desperdigados por el mundo, pero que si pudieran, festejarían con torta y todo, el segundo aniversario del blanqueo que les ofrece el oficialismo.

Somos un país con buena gente, claro, pero con un Gobierno que gobierna para gente no tan buena.

Argentina tiene que volver a ser moderna

El 26 de junio de 1884, hace 130 años, se sancionó una de las leyes más importantes de la historia argentina, la ley de educación primaria conocida como 1420, que guió la educación de millones de argentinos. La escuela primaria tiene por objeto favorecer el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño. La educación debe ser obligatoria y gradual. La obligación escolar comprende a todos los padres de los niños en edad escolar.

Gratuidad y obligación de la enseñanza, el reconocimiento de la diversidad de cultos, la construcción de jardines de infantes y el compromiso de construir miles de escuelas, esa ley sancionada en una Argentina que estaba en plena construcción social y cultural, fue moderna e inclusiva y constituyó un desafío para un Estado que cumplió con creces el objetivo y que hizo del argentino uno de los pueblos más instruidos del mundo.

Ese mismo día, pero siete años después, se constituía uno de los primeros partidos políticos modernos de América Latina. Nacía la Unión Cívica Radical. Compuesta principalmente por jóvenes, muchos de ellos los primeros en sus familias que accedieron a educación, hijos y nietos de inmigrantes, constituyeron un movimiento social imparable aglutinado en torno a la reivindicación por los derechos civiles y la decisión de no acordar con un régimen que negaba la igualdad de derechos políticos a sus ciudadanos.

Esa generación de jóvenes dirigentes políticos fue protagonista de uno de los períodos de progreso más importantes de Argentina: un extraordinario crecimiento económico, la asimilación de millones de inmigrantes, un importante crecimiento cultural y la disposición política de medidas estratégicas como la creación de YPF, la reforma universitaria y el impulso al desarrollo de los ferrocarriles marcaron una época de oro para el país.

Recordar hitos en la historia del país carece de sentido si se lo hace de memoria o solo para la memoria. De recuerdos no vive el hombre y tampoco prospera un país. Pero mirando y recordando se aprende. Y el 26 de junio es una fecha ideal para tomar inspiración y recuperar aspiraciones. Argentina alguna vez fue moderna y tiene con qué volver a serlo.

Hoy, en 2014, un 50% de los chicos no termina la secundaria en nuestro país. Hoy, en el siglo XXI, hay un 9% menos de estudiantes en las escuelas públicas que hace diez años. Hoy y ahora, el rendimiento de los estudiantes argentinos es menor que el de los chicos que estudiaron en los primeros años de este siglo.

Pero estos datos duros, que nos cachetean sin piedad, contrastan con un mar de oportunidades. El campo argentino produce más del doble de soja que hace diez años, los yacimientos de Vaca Muerta multiplican por 40 nuestras reservas de gas, y por 10 las de petróleo. Una quinta parte del litio que hay disponible en todo el mundo está en Argentina, y el litio es un mineral fundamental para la industria del siglo XXI. Finalmente, en un mundo preocupado por el agua, Argentina es el 17° país con más reservas de aguas subterráneas del mundo.

Tenemos recursos naturales estratégicos, y no solo eso: nuestra población es joven, la mayor parte de los argentinos tienen edad de estudiar y trabajar, producir, innovar y crear. A diferencia de muchos países de Europa por ejemplo, no tenemos una población vieja, sino que contamos con una enorme oportunidad demográfica de desarrollarnos antes de envejecer.

Argentina está en las puertas de la oportunidad más grande de su historia. No de los últimos años, de su historia. Pero aunque las oportunidades lleguen, si los hombres y mujeres que habitamos este país no las aprovechamos, veremos pasar otro tren y en donde hay esperanza habrá una nueva frustración.

Mirar para atrás sirve para darnos impulso. Este 26 de junio, además de recordar a aquellos argentinos visionarios de la 1420 y a aquellos ciudadanos comprometidos y convencidos de 1891, tomemos de ellos el coraje y la voluntad de cambiar.

Cambiemos, innovemos y emprendamos un camino distinto. Argentina puede progresar. La cultura de la decadencia no es un impedimento cuando un país decide avanzar. Depende de nosotros tomar la decisión y aprovechar esta nueva oportunidad.