Es un mito que solo podemos utilizar el 10 % de nuestras capacidades cerebrales, que solo aprovechamos una pequeña parte de nuestros recursos mentales y físicos, y que existen ciertas barreras evolutivas que nos impiden conectarnos con todo nuestro potencial. Pero esta falacia, construida sobre una supuesta frase de Albert Einstein, no ha privado a escritores y directores cinematográficos de inspirarse en torno a un tema que mezcla ciencia ficción con realidad.
En la novela de Alan Glynn, Los campos oscuros, Eddie Spinola es un adicto a la droga MDT-48, una sustancia que le permite explotar todo el potencial del cerebro y alcanzar el éxito soñado. Una droga que explota al máximo las funciones cerebrales, que permite procesar la información recibida de una manera ultrarrápida para resolver cualquier tipo de problema, que ayuda a desarrollar una capacidad de aprendizaje infinita. Una droga que, en síntesis, lo vuelve excepcionalmente inteligente y distinto del resto.
Si esta droga existiera, y si nos fuera garantizado el éxito y la prosperidad bajo la improbada certeza de un nulo impacto sobre nuestra salud física y mental futura… ¿Nos arriesgaríamos a dar ese paso? La pregunta, con fuerte basamento ético, ya circula en muchos trabajos científicos publicados de un tiempo a esta parte alrededor del mundo. Continuar leyendo