Así como allá por fines de los noventa, Noam Chomsky sostenía que al igual que la amenaza soviética (en retirada), la denominada “guerra contra las drogas” proveía una cobertura para la intervención internacional y para construir una base para poder atacar las libertades civiles, dos décadas después el intelectual estadounidense reorientó sus críticas hacia la política prohibicionista al calificarla como “un dispositivo para criminalizar a los pobres”.
La posición de Chomsky no difiere demasiado del imaginario colectivo que han pretendido instalar ciertos think tanks pro-legalización locales, que afirman que la ley de estupefacientes Nº23.737 y su andamiaje punitivo opera únicamente sobre las personas más pobres, a quienes criminaliza y estigmatiza. Continuar leyendo