El canal de Nicaragua es un ejemplo de la manera en que china está transformando América Latina: desde su estructura económica a su infraestructura física y hasta su dinámica política. Para hablar claro, los cambios no son consecuencias de acciones por parte del gobierno central de la República Popular de China, siguiendo un plan maestro. Sino son consecuencias de una cantidad impresionante de empresas, bancos e inversionistas chinos buscando oportunidades y respondiendo a exigencias de negocios en América Latina, entre otras partes del mundo. Si sus acciones son respaldadas por el gobierno chino, no son coordinadas por él de una forma precisa. Sin embargo, el rol clave para el gobierno chino no sólo es promover sus empresas en el extranjero, sino reconocer, entre la gran cantidad de posibilidades que están desarrollándose, cuáles podrían beneficiar sus intereses estratégicos y cómo impulsarlos a través de intervenciones sutiles, en momentos oportunos. El canal es un ejemplo de tal tipo de oportunidad estratégica emergente para China.
Aunque la entrada a América Latina de grandes empresas estatales chinas ha recibido mucha atención mediática en los últimos años, quizás la historia más común y menos contada es la de empresarios latinoamericanos, con conexiones y conocimiento políticos, asociándose con socios chinos, quienes prometen acceso a fondos y habilidades de empresas chinas. En los últimos años, esta historia poco percibida se repite, desde el empresario argentino Francisco Macri, con fábricas de capital chino en Tierra del Fuego y su anterior rol en el consorcio argentino-chino del sistema ferrovial Belgrano Cargas, hasta resorts en el Caribe, construidos por sociedades de capital chino y socios locales, para incluir Baha Mar en las Bahamas, Punta Perla en República Dominicana y Bacholet Bay en Granada.
El canal de Nicaragua, donde (se dice) el empresario Wang Jing fue invitado al país para un proyecto de telecomunicaciones por el hijo empresario del presidente Daniel Ortega, es quizás el más grande de este tipo de sociedad entre capital chino y palanca latinoamericana… pero no es el único.
Es impactante el punto hasta que el gobierno de Nicaragua parece haber cedido la soberanía del país para recibir un proyecto que pueda transformarlo. La concesión otorgada por la Asamblea Nacional nicaragüense el 13 de junio a la empresa HK Nicaragua Development es increíblemente amplia, e incluye derechos otorgados por los siguientes 50 años (con la oportunidad de extenderse por otro 50 años) para explorar, desarrollar y operar no sólo el canal, sino un cantidad de otros proyectos relacionados, como los puertos de Corinto y Monkey Point (que podrían convertirse a hubs de comercio importante en este plan, igual que Colón en Panamá), una posible ferrovía conectando la costa Atlántica con la del Pacifico, y el desarrollo de un nuevo aeropuerto internacional, entre otros. También como parte del marco legal establecido para el proyecto por los acuerdos firmados entre HKND y el gobierno de Nicaragua, hay previsiones legales para arbitrar disputas en cortes internacionales y (se dice) garantías para pagar las indemnizaciones, si es necesario, con reservas del Banco Central de Nicaragua.
En otras palabras: a cambio de la inversión, parece que el concesionario tendrá un control casi total en cuanto a decidir quién hace los estudios, quién hace la construcción, quién finalmente opera el canal y cómo. Si los futuros gobiernos de Nicaragua no están de acuerdo, o intentan tomar el control y expropiar el canal, el asunto se decidirá en cortes internacionales, con multas posiblemente pagadas con las reservas nicaragüenses, si se llegase a perder.
Se podría invertir aproximadamente $100 millones para los estudios y otros gastos en la primera fase del proyecto. Según la empresa HKND, toda la inversión en esta fase vendrá del bolsillo del dueño de la empresa, el billonario chino Wang Jing.
Por otro lado, la empresa ha indicado su interés en buscar fondos de inversionistas globales para financiar la parte principal del proyecto. Sin embargo, será muy difícil recaudar en mercados de capitales tradicionales los $40 mil millones que se estiman en la construcción del canal y que los otros proyectos relacionados van a requerir. En parte, se trata de la viabilidad económica del canal, después de pagar los costos de inversión y costos de operación y mantenimiento (potencialmente muy altos), los cuales son cuestiones preocupantes, aunque sin los estudios detallados, realmente nadie sabe. También el proyecto tiene bastantes riesgos; se encuentra casi totalmente en las manos de un empresa privada sin perfil en el sector de logística (salvo los rumores de que el dueño joven Wang Jing, entre sus varios negocios en la China, tiene un empresa de construcción). De la misma forma, aunque HKND asegura que la inversión es fuertemente blindada legalmente, no se puede evitar las incertidumbres que surgen cuando se ubica el proyecto de logística más grande en el hemisferio occidental en un país donde hay cuestionamientos fuertes sobre el Estado de Derecho y la transparencia en los sistemas jurídicos y administrativos. Los problemas se están magnificando por la ubicación de Nicaragua en las carreteras de tráfico entre países productores de drogas de la zona andina y mercados de consumo en los Estados Unidos y Canadá. También, el proyecto tiene una cantidad significativa de factores que podría demorarlo y aumentar los gastos, desde las condiciones geológicas e impactos ambientales, hasta la posible resistencia política por parte de las comunidades indígenas afectadas.
Es poco probable que el Sr. Wang Jing halla llegado a ser billonario sin tener algo de sofisticación en los negocios. Entonces, si realmente intenta invertir $100 millones de su propio capital en la primer fase, debe tener razones para apostar que puede tener una ganancia con el proyecto, a pesar de los riesgos mencionados. Hay por lo menos tres posibilidades: (1) El propósito verdadero de contratar tantas distinguidas empresas de consultoría occidentales es desarrollar el proyecto hasta que pueda vender los poderosos derechos a un consorcio realmente posicionado para sacarlo adelante. (2) Que intente mantener el control, pero reconoce que, a largo plazo, tendrá que expandir el consorcio para incluir actores claves en logística, gestión y finanzas internacionales, e incluir los stakeholders claves en la mesa. (3) Realmente no está apostando a desarrollar el proyecto mayormente con capital de fuentes occidentales tradicionales, aunque hace un esfuerzo inicial para hacerlo. Sino realmente está apostando a recaudar, a través de sus conexiones de alto nivel en China, capital de bancos chinos.
De esta manera, completaría el proyecto con empresas chinas, contratando con la gran autoridad discrecional que tiene HKND bajo la concesión aprobada por la Asamblea Nacional nicaragüense. Si se toma el primer o segundo curso, Wang Jing tendrá una ganancia de quizás 1000% en el transcurso de 3-4 años, y como observa el periodista Andrés Oppenheimer, las empresas de consultoría involucradas se beneficiarían de un buen negocio. Con esta trayectoria, en que Wang Jing vende o transforma su rol, es posible que Nicaragua salga con un buen canal, gestionado por un consorcio internacional muy al estilo del canal de Panamá… aunque también es posible que después de que las empresas de consultoría y los socios locales obtengan sus ganancias, se trabe o se postergue la construcción, y al fin, el canal no se realice.
En los primeros dos casos, si el proyecto sigue adelante, será una pelea impresionante entre las grandes empresas mundiales de logística y consultoría para tener una porción del trabajo. En el caso tres y, hasta cierto punto, en el caso número dos, representantes comerciales de la República Popular de China tendrán un control sustancial sobre el nuevo nodo logístico más importante de la región. Es imposible imaginar que se consigue la participación de los grandes bancos y empresas de construcción de China sin la aprobación tácita del gobierno chino. Pero el gobierno chino todavía esta cauteloso en involucrarse explícitamente, desde el principio, en un proyecto de tal magnitud, con tantas implicaciones estratégicas. Así, se puede entender que sólo después del intento de desarrollar el proyecto con empresas de consultoría occidentales, respetadas en Washington, y buscando fondos desde fuentes tradicionales, sería preparado el terreno para la participación de los bancos, empresas, y el gobierno de China.
Si el canal sale adelante, con capital chino o con capital occidental, sería sumamente importante la insistencia de la comunidad internacional en acuerdos que no permitan que el nuevo puente de choque estratégico sea operado como un “canal privado”. Será importante, por ejemplo, que los dueños no puedan imponer fácilmente políticas que discriminen entre usuarios en cuanto a costos u otros aspectos del uso del canal, citando razones ‘técnicas’. La decisión del gobierno de la RPCh en 2010 de interrumpir la aceptación de envíos de soja argentina muestra que el uso de tales ‘palancas económicas’ no está desconocido por la China. Hacer parecido con cambios de precios o regalamientos para las naves de granel, minerales, petróleo o gas natural licuado (GNL) transitando el nuevo canal podría impactar fuertemente los costos de transporte a las empresas involucradas en tales negocios y sus gobiernos para incluir Argentina (soja), Brasil (hierro), Venezuela (petróleo y GNL), y los EE.UU y Trinidad y Tobago (GNL). De la misma manera, las decisiones por parte del operador del canal sobre los precios para cargar las naves de tamaño post-panamax y más pequeñas, impactaría fuertemente las ganancias del ‘pequeño’ vecino canal de Panamá.
Si el canal se completa con éxito, también el nivel de cooperación entre el gobierno de Nicaragua y autoridades internacionales en temas criminales y legales se haría mucho más importante que hoy. Igual que en Panamá, el nuevo canal de Nicaragua tendría un rol importante en el comercio mundial, que lógicamente atraería el contrabando, lavado de dinero, y otras actividades ilícitas. En este entorno, si había altos niveles de corrupción entre las instituciones nicaragüenses, y si no había cooperación en asuntos como extradición e intercambios de inteligencia, rápidamente la zona se haría un polo de criminalidad amenazando con contaminar grandes cantidades de comercio licito en la región.
Quizás, si hay una cosa cierta es que el proyecto, si se logra, cambiaría el entorno estratégico de América Latina y el futuro de Nicaragua. Todavía es temprano para saber a quién le representará buenas noticias esto y para quiénes representará malas.