Francisco y la esperanza de la paz

No es lo mismo optimismo que esperanza. Mientras que el optimismo consiste en una actitud positiva ante el futuro -independientemente del momento presente-, la esperanza, en cambio, adopta una mirada positiva sobre lo que vendrá pero encontrando ya en el presente signos que invitan a confiar en ese porvenir. El optimismo es sobre todo una actitud de la voluntad. La esperanza incluye además a la razón en una determinada hermenéutica del hoy.

En su reciente viaje a Tierra Santa, el Papa Francisco invitó a los presidentes de Israel y Palestina a un encuentro de oración en su casa en el Vaticano. En el avión de regreso a Roma aclaró que no se trataría ni de una mediación formal ni del inicio de negociaciones, sino simplemente de un encuentro de los tres líderes a rezar por la paz en la región.

Milenaria historia de violencia y divisiones hace de éste un conflicto de enorme envergadura y complejidad, a primera vista con escasa posibilidad de solución de fondo. Sin embargo, este encuentro de Shimon Peres y Mahmoud Abbas con el Papa es un hecho significativo que permite nuevamente abrir la puerta de la esperanza a la tan ansiada paz en Medio Oriente.

Mientras lo tuvimos de arzobispo de Buenos Aires no pocas veces le escuchamos decir al entonces Cardenal Bergoglio que, cuando hay un conflicto, es necesario entablar un dialogo buscando necesariamente una instancia superior a la zona de discusión. Los conflictos se resuelven en un plano superior a aquel en el cual se produce la crisis.

Por otra parte, en uno de sus discursos en Tierra Santa, Francisco dijo que la paz, siendo un “don de Dios”, es a la vez una responsabilidad que se construye “artesanalmente”. A esta doble lógica obedece el gesto de invitar a los dos presidentes a rezar por la paz: llevar el conflicto a un plano trascendente que amplíe las perspectivas y dar un pequeño pero contundente paso en el artesanal camino de la búsqueda de paz en la región ya que “más importante que ocupar espacios es iniciar procesos” dirá el Papa en su documento Evangelii Gaudium (EG 223).

Rezar es acudir a un plano superior. En realidad, a la más alta de todas las instancias, que es Dios mismo, el Absoluto. A ese plano quiere invitar el Santo Padre a israelíes y palestinos para buscar la reconciliación. Un hecho por demás significativo si se tiene en cuenta que gran parte del problema es la cuestión religiosa. Rezar por la paz parece un principio razonable cuando la religión es un factor tan influyente en el conflicto.

Con este encuentro de oración del Papa Francisco con Peres y Abbas, la paz en Tierra Santa se convierte en renovada y posible esperanza.

Esta es la cultura del dialogo y del encuentro, la que sabe promover pequeños pero significativos gestos en orden a consolidar la ansiada paz que es tan propia de la dignidad humana y que viene siempre de la mano del perdón y la reconciliación.

Frente a la Plaza de Mayo está la Catedral de Buenos Aires. En su friso se ve un conjunto escultórico que representa la bíblica escena del reencuentro de José con su padre Jacob y sus hermanos en Egipto, en alusión al encuentro y la reconciliación de los argentinos después de la Constitución Nacional y la unificación luego de la batalla de Pavón. Ese friso fue un gesto de esperanza que creyó posible la unidad nacional aún después de tantas luchas internas.

Miremos el ejemplo del Papa argentino, que con coraje busca abrir esperanzas de paz en una situación por demás problemática y compleja. Busquemos inspirarnos en su iniciativa por la paz para encontrar y provocar también en nuestra realidad nacional signos que nos hagan esperar el reencuentro, la reconciliación y la paz de la sociedad argentina.

La paz en Medio Oriente es posible  y la oración de los líderes por la paz es un pequeño gran signo de esperanza. Ojalá los argentinos sepamos provocar gestos análogos, para que no sólo seamos optimistas respecto de nuestro futuro sino que nos atrevamos a construir y vivir la esperanza de la paz.

Los 4 ejes del éxito político según Francisco

En su reciente encíclica, Evangelii Gaudium, Francisco le habló de Dios a la Iglesia y señaló el camino por el cual ella debe hacer presente la fe en el mundo de hoy. También habló de política. No de esa que piensa sólo en coyuntura o en “rosca”, como a veces simplificamos el concepto en nuestra praxis habitual, sino de aquella que busca principios rectores que influyan en la acción política en sí misma.

En los puntos 222 a 237 del documento mencionado, Francisco retoma ideas que no son novedad en su discurso. Propone y desarrolla cuatro principios como ejes articuladores de todo el pensamiento y la acción en la tarea de construir poder. Un poder que se construye sólo para lograr el bien común y la paz social de los pueblos, que son en la mirada del Papa y de la Doctrina Social de la Iglesia, el horizonte y el sentido de toda acción política.

Esos cuatro principios son:

“El tiempo es superior al espacio”: el principio que permite trabajar a largo plazo sin obsesionarse por resultados inmediatos. Trabajar con convicciones claras y tenacidad pero sin ansiedad. La necesidad del largo plazo en la política.

“La unidad prevalece sobre el conflicto”: asumir los conflictos sin quedarse encerrados en ellos. El hombre político está llamado a la grandeza de animarse a ir más allá de la superficie conflictiva para buscar y desarrollar la comunión en las diferencias. Y mencionando un documento de los obispos del Congo, Francisco propone asumir y vivir en una diversidad reconciliada. La necesidad de la política de encontrar los lazos que nos unen y hacer que esos lazos sean más fuertes que las divisiones y diferencias.

“La realidad es más importante que la idea”: se trata de un diálogo permanente entre realidad y pensamiento, para evitar que las ideas se corten solas, ya que el reino de la sola palabra, de la sola imagen, del solo discurso, acarrea el riesgo de cualquier tipo de totalitarismo. La necesidad de la política de estar en contacto real con “lo que está ahí”. Más que las encuestas el político debe conocer a la gente real, sus necesidades y sueños.

“El todo es superior a la parte”: ampliar la mirada para no obsesionarse por cuestiones limitadas y particulares, encuadrarse en el bien mayor que beneficiará al conjunto. Sin perder de vista lo local que nos pone los pies sobre la tierra, atender a lo global que garantiza el bien y la paz de todos.

Así es como Francisco pretende influir en la política argentina y mundial: iluminando con sus ideas el pensamiento y la acción de los distintos líderes sociales. Un dato no menor es que aquí habla él mismo, sin lugar a dudas; Evangelii Gaudium es un documento oficial. Porque últimamente llegan a estas latitudes supuestos dichos del Papa a éste o a aquel donde apoyaría a tal o a cual, en asuntos de la doméstica rosca nacional…

En estos tiempos creo que debemos escuchar al Papa real para conocer su pensamiento y entender así su accionar como líder mundial. Si caemos en la irresponsable trampa de meterlo en cada cuestión localista, vamos a perder la posibilidad de comprender acabadamente la grandeza de su papado que consiste en ser un faro para la humanidad de nuestro tiempo. Un faro que, desde la fe cristiana, piensa, vive y trabaja para la paz social y el bien común del mundo entero.

Ojala todos los argentinos estemos a la altura de este tiempo privilegiado que nos toca vivir. Ojalá todos actuemos con grandeza interior y sepamos encarnar estos postulados del tiempo, la unidad, la realidad y el todo, incluso en nuestra lectura de los gestos de Francisco.

Si usamos mezquinamente su figura, seguramente nos perderemos algo -o mucho- de este enorme líder que con sus sólidas convicciones y sus principios de acción ya está cambiando el mundo. Y los argentinos, otra vez, habremos perdido una oportunidad histórica.