La expresión de fe que ocurre todos los días en el Santuario de San Cayetano de Liniers, pero especialmente cada 7 de agosto, es una manifestación exterior de un asombro interior que acontece en el corazón del pueblo. El estupor de la fe se despierta como respuesta a un absoluto trascendente que se abre a la experiencia popular y se deja percibir como presencia existencial.
Ese asombro necesitará un lenguaje flexible para configurar un decir y la piedad popular es entonces como una poesía que revela la belleza de ese sentir interior pero no la define, es ese lenguaje flexible que dice más de lo que muestra. El pueblo peregrina a San Cayetano porque tiene fe, una fe que es acontecimiento.
Ante cada acontecimiento se hace necesaria una determinada hermenéutica. Así, si se interpretara la piedad popular con una hermenéutica fuera del lenguaje de la fe o de lo popular, en clave meramente sociológica, o política o económica, se perdería la esencia misma del acontecimiento. Siempre el ver esta afectado por la mirada, por eso la primera actitud ante la piedad popular es preguntarse con qué mirada voy a acceder a ese acontecimiento. Aquí queremos contemplar el peregrinar del pueblo al Santuario de San Cayetano desde una perspectiva empática y positiva con la fe y la cultura popular.
San Cayetano fue un noble italiano del siglo XVI que, después de haber servido como tal en la corte papal, renunció a sus honores y riquezas y se hizo sacerdote para dedicar su vida al servicio y cuidado de Cristo en los más pobres. Su devoción llega a nuestras tierras de la mano de una increíble mujer, Sor María Antonia de Paz y Figueroa, que en el siglo XVIII caminó de Santiago del Estero a Buenos Aires para que la difundir la fe en Dios. Con ese fin, ella edificó la “Santa Casa de Ejercicios”, ese grande y viejo edificio que subsiste en Independencia y 9 de julio. Y fue ella quien encomendó en su oración a San Cayetano que nunca faltara alimento y provisiones en su casa. Con el paso del tiempo esa intuición espiritual se fue haciendo certeza de fe para el pueblo cristiano en nuestras latitudes: San Cayetano intercede ante Dios por nuestras necesidades de pan y trabajo.
Hoy, cotidianamente el pueblo de Dios acude al Santuario porque descubre aquí un espacio sagrado donde puede invocar a Dios por el pan, por la paz y el trabajo. El Santuario es para el peregrino un lugar de reposo, es el suelo firme donde se puede apoyar. En medio de las vicisitudes del camino, de los problemas, encrucijadas y desconciertos de la historia, el pueblo reconoce un lugar de vida, una especie de oasis espiritual donde quizás no encuentra soluciones para sus problemas, pero encuentra la esperanza que le permite seguir construyendo un presente y un mañana.
Es evidente que la realidad social y económica es difícil, siempre lo ha sido para los pobres. Muchos tienen miedo ante el futuro, ante la inseguridad, ante el poder del mal que atormenta nuestras vidas de tantas maneras. Pero también es evidente que en el Santuario el pueblo redescubre que tiene adónde ir y por lo tanto su caminar tiene un sentido. En el peregrinar de la fe, el pueblo es rescatado del absurdo del no-sentido.
Cada 7 de agosto cientos de miles de peregrinos acuden al Santuario de San Cayetano de Liniers, en donde ahora estoy escribiendo estas líneas, mientras me acompaña la “música funcional” de la oración y los cantos de los peregrinos que están llegando. Vienen aquí por una necesidad interior que sienten en lo más íntimo de sí. Vienen a pedir, a agradecer, a expresarle a Dios su amor, su fe, a buscar el consuelo y la ayuda de San Cayetano. Vienen a buscar paz. Y la encuentran.
Lo que quizás ignoran esos peregrinos es que cada 7 de agosto ellos se vuelven también maestros de vida para todo el resto del pueblo. En su fe y en su peregrinar brilla la certeza de que aún en medio de las dificultades, la vida se sostiene en la esperanza. Peregrinar es ponerse en camino, es salir al encuentro de otro, es dar sentido a la vida. San Cayetano es un santo y es un lugar que Dios y su pueblo eligen para encontrarse por eso el pueblo peregrina hacia él. Esto lo aprendemos contemplando la fe de los peregrinos de San Cayetano.