Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio salió al balcón de San Pedro y se presentó como Francisco, buena parte del mundo entendió en su nombre una propuesta programática para la Iglesia de estos tiempos.
Quizás el viaje a Tierra Santa que el Papa está realizando en estos días sea uno de los gestos más elocuentes de su pontificado, un viaje que en sí mismo dice tanto o más que todos los discursos que se pronuncien en él.
Podemos delinear algunos ejes que nos provocan pensarlo de esa manera:
- Según nuestra fe cristiana, Tierra Santa es el lugar donde Dios nos “primereó” y nos salió al encuentro haciéndose uno de nosotros, “como un hombre cualquiera” dirá San Pablo en la Biblia. El viaje del Papa a los lugares santos es recordar nuevamente nuestra convicción de que Dios siempre da el primer paso.
- Viajar a Tierra Santa representa también el deseo de volver a las fuentes de la fe, volver a transitar los caminos pobres que recorrió Cristo, y donde empezaron a seguirlo Pedro y los demás discípulos. Volver también al inicio -a la vez pobre y sobrenatural- del cristianismo. El Papa quiere mostrarnos que siempre es necesario volver a los orígenes de la fe cristiana, pero lo es especialmente en estos tiempos de renovación y de reforma de la Iglesia.
- El encuentro del Papa Francisco con el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I, conmemora el primer acercamiento entre Pablo VI y Atenágoras, hace cincuenta años en Jerusalén. Aquel encuentro culminó con el levantamiento de mutuas excomuniones y condenas entre ambas iglesias.
Esta vez Francisco y Bartolomé I rezarán juntos en el Santo Sepulcro, un hecho totalmente inédito y de suma importancia histórica, que constituye un elocuente gesto de unidad entre diversas confesiones cristianas en el exacto lugar donde Cristo resucitó.
Además, más allá del cristianismo, el Papa también tendrá encuentros con líderes judíos y musulmanes, israelíes y palestinos. Expresando el deseo de la Iglesia de “que la gran variedad de testimonios religiosos en esa región traiga como fruto un creciente respeto y entendimiento mutuo.” (Benedicto XVI) - Algunos días antes de viajar, el Papa decía que iría a Tierra Santa a “rezar por la paz en aquella tierra que sufre tanto”. Este viaje es un grito de paz para Medio Oriente y para todo el mundo. El nombre de Francisco evoca la paz y por eso también el Papa peregrina hasta esta región convulsionada por la violencia y los desencuentros: para rezar por la paz. El Papa quiere decirnos que la paz empieza cuando se reza por ella, cuando se fija la mirada y el corazón en Dios.
La primacía de la gracia, la vuelta a las fuentes de la fe como criterio para la reforma de la Iglesia, el trabajo por la unidad de los cristianos y la búsqueda de la paz entre los pueblos y las religiones, son los ejes de este viaje histórico de Francisco a Tierra Santa.
Ojalá sigamos creyendo que todo esto es posible y que el mundo, como dice frecuentemente el Papa, no se deje robar la esperanza.