Una noticia que no trascendió mediáticamente, a pesar de la suerte de conexidad espiritual que podríamos hacer los argentinos con ella, es la extradición de Hassan Diab, desde Canadá a Francia, por su presunta responsabilidad en el atentado perpetrado contra la comunidad judía francesa en 1980. Acaso una seña de esperanza para los familiares de las víctimas de los atentados a la Embajada de Israel en 1992, y AMIA en 1994, el caso muestra que incluso luego de tantos años, todavía es posible hacer justicia.
El atentado en cuestión, ocurrido el 3 de octubre de 1980 contra la sinagoga de la calle Copernic, fue el primer ataque contra los judíos franceses desde que los nazis ocuparan el país cuarenta años antes. Según pudo comprobarse, el hecho se produjo cuando pasadas las 18:30 de la tarde, a poco antes de terminar el servicio religioso del viernes, estallaron 10 kilogramos de explosivos escondidos en las alforjas de una motocicleta estacionada fuera de la sinagoga. En el incidente murieron cuatro transeúntes, y más de cuarenta personas resultaron heridas. Aunque al comienzo las autoridades sospecharon de las viejas agrupaciones antisemitas locales, pronto quedo claro que la hipótesis de una conexión con Medio Oriente tenía más sustento.
Entre las décadas de 1960 y 1980 Europa sufrió de una ola de incidentes terroristas vinculados con el accionar de grupos que formaban parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Los ataques, a veces en conexión con facciones comunistas locales, se caracterizaban por la toma de rehenes, el secuestro de aviones comerciales, y los atentados con bombas. Además de emplearse para ganar atención internacional, la misión de los terroristas frecuentemente respondía a utilizar la extorsión para cobrar millonarias sumas para la compra de armamentos.
Hassan Diab, libanés y de 61 años de edad, habría estado involucrado, según las autoridades francesas, con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), una de las agrupaciones más importantes dentro del cuadro de la OLP, de orientación marxista-leninista, y particularmente responsable por incursionar en el secuestro de aviones de pasajeros durante los sesenta. De acuerdo con la investigación, en función de los retratos robot que habrían aportado testigos al momento de suceder el atentado, Diab habría estacionado la ominosa motocicleta. Además, se habría registrado en un hotel parisino con un nombre falso.
Por otro lado, podría llamar la atención el hecho de que Diab es un hombre educado que cuenta con un PhD en sociología, naturalizado canadiense, y que hasta relativamente muy poco atrás daba clases en la universidad. Diab fue arrestado por pedido de Francia en 2008, y recién fue extraditado la semana pasada. Bien, podría ser que usted piense que este currículo no encaja exactamente con la clásica descripción del terrorista alienado.
Generalmente se asume erróneamente que el perfil del típico terrorista es aquel de una persona desesperada, desesperanzada y desamparada, que recurre a la violencia como un modo de escapar de sus durezas, y darle significado a su vida mediante sus proezas. En otras palabras, frecuentemente se concibe al terrorista como una persona de escasos recursos, con un futuro dubitativo. En muchos casos el perpetrador se asemeja efectivamente a esta descripción, y podríamos situar como ejemplo a Ibrahim Hussein Berro, el joven libanes, que de acuerdo con la justicia argentina, habría sido el autor material del atentado a la AMIA.
No obstante en muchos otros casos, desde los miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA) hasta el propio Osama Bin Laden – que se recordará – era hijo de un multimillonario y era ingeniero civil, los terroristas provienen de familias acomodadas o de clase media, a tal punto que podrían perfectamente llevar a cabo un modo de vida tranquilo y estable. El propio George Habash, el líder del FPLP, fallecido en 2008, tenía un doctorado en medicina de la Universidad Americana de Beirut.
Quedará por verse a futuro el desenlace del proceso judicial que pesa sobre Diab. De ser encontrado culpable, los argentinos podríamos sentirnos más optimistas en cuanto a la ansiada expectativa de poder hacer justicia, y condenar a los terroristas que aún siguen impunes por los atentados cometidos en nuestro país.