Mientras la atención del mundo se centra en las negociaciones entre Atenas y sus acreedores, discutiendo la crisis económica helena y sus ramificaciones, en Grecia se está desarrollando otra crisis que no ha recibido suficiente atención. Se trata del drama de los miles de migrantes, sirios principalmente, que a duras penas logran cruzar el Egeo con la meta de rehacer sus vidas en suelo europeo. Desde Turquía se embarcan en balsas y en botes que fácilmente podrían zozobrar debido al sobrepeso con el que se adentran al mar. Amontonados y desesperados, no todos logran salir con vida de la arriesgada travesía. Los que sí llegan a destino dan fin a un calvario, pero solamente para comenzar a vivenciar otro.
Como consecuencia de la inestabilidad generalizada que sacude a Medio Oriente y África del Norte, se ha desatado una crisis humanitaria sin parangón en la región que, entre otras cosas, ha resultado en un aumento avasallante en la cantidad de refugiados que intentan llegar a las costas sureñas de Europa. En contexto, a raíz de los conflictos fratricidas y sectarios que se extienden desde Libia hasta Yemen, se estima que hoy existen alrededor de 15 millones de refugiados y desplazados en Medio Oriente, desamparados, a la espera de volver a casa, o bien esperanzados con encontrar un nuevo hogar. Con el detonante de la guerra civil siria y la aparición del Estado Islámico (ISIS) la crisis se ha acentuado. Dada su cercanía con el teatro de batalla, los países que lindan con Siria se han visto forzados por las circunstancias a dar cabida a un número creciente de refugiados. Según cifras oficiales del Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), Jordania alberga a 629.128 personas, Líbano a 1.172.753 y Turquía a 1.805.255, aunque en condiciones que van de malas a deplorables, siendo que el elevado flujo ha colapsado la capacidad de respuesta de estos Estados. Continuar leyendo