Hoy 5 de diciembre se reunirá la Asamblea Universitaria de la UBA para elegir a sus nuevas autoridades, como lo hace cada cuatro años. De esta forma, se inaugura el proceso de discusión más grande de nuestra casa de estudios, que depende -en parte- de las fuerzas políticas que la disputan, de su estatuto y de la ley nacional que la regula. La agenda política de la última década en la Argentina estuvo fuertemente atravesada por la discusión sobre la necesidad de “democratizar la democracia”: el poder político, la información pública, la riqueza, el trabajo, las oportunidades, la sexualidad, la palabra, la justicia y también la educación. Los aumentos al presupuesto educativo que van del 2% al 6,5% del PBI; la creación de nueve universidades, la generalidad de las cuales poseen entre el 75% y el 85% de estudiantes que son los primeros en sus familias en acceder a estudios superiores; y el fortalecimiento del Programa Nacional de Becas Universitarias que contaba con apenas 3000 vacantes en el 2003, y que hoy alcanza a más de 45.000 futuros profesionales, entre otras tantas medidas, permitieron aumentar la matrícula universitaria en un 28%, llegando así a tener nuestro país alrededor de 1.800.000 estudiantes universitarios en instituciones públicas. Nos encontramos frente a los que los especialistas llaman un nuevo ciclo expansivo del Sistema Universitario Nacional, como supo darse en tiempos del primer peronismo.
Transitamos de esta forma el camino de la democratización del acceso a la Educación Superior: a la par que los trabajadores vieron incrementar su poder adquisitivo y se intensificó el proceso de inclusión social, una fuerte iniciativa del Estado Nacional con políticas claras permitió acercar a más argentinos a los estudios superiores. Si bien es preciso seguir profundizando este camino, tenemos que emprender ahora también el sendero de la democratización del funcionamiento institucional de nuestras universidades. Así como vamos abriendo sus puertas de entrada, también tenemos que asumir el desafío de democratizar sus órganos de gobierno, sus planes de estudio, su articulación territorial, su organización del trabajo administrativo, su presupuesto y el sentido de sus proyectos de investigación. Debemos poder aprovechar el escenario que se nos presenta, para poner en discusión algunos aspectos de una casa de estudios cuyo estatuto, salvo por algunas leves modificaciones, data de 1958 bajo el influjo de la Revolución Fusiladora que vio a grandes célebres de nuestro pensamiento nacional como Mariano Grondona festejarla desde los claustros estudiantiles. Es objeto de esta nota poder delinear algunos ejes disparadores de discusiones que el conjunto de la comunidad académica de esta universidad se debe y necesita poder dar.