Liceos militares no militares

Fernando Morales

La mayonesa y el kétchup son, por separado, lo que podríamos llamar productos terminados. No obstante algún hábil cocinero los mezclo y, “eureka”, nació la salsa golf…

Imagine el lector cientos de otras mezclas famosas que han dado lugar a elementos tan vitales como el agua o tan útiles como el famoso pegamento que viene en dos tubitos separados y que al mezclarlos forman un solo elemento que endurece como metal.

Pero no siempre es cuestión de mezclar, agitar o remover para que el “todo” obtenido sea mejor que las partes que lo conforman.

El Ministerio de Defensa de la Nación acaba de lanzar al mundo la resolución 59/2013, que en rigor de verdad no resuelve nada, pero viene a abrir la puerta a la creación de los liceos militares no militares para que ya no formen oficiales militares de la reserva sino civiles comprometidos con la defensa (que en el fondo es lo que son los reservistas de las fuerzas armadas, ya que no tienen estado militar salvo cuando son convocados).

Parece mentira que en 12 folios se agregue tanta confusión, contradicción y dialéctica para explicar la profunda transformación que tal vez se haga en el funcionamiento de estos establecimientos educativos de las fuerzas armadas (decimos tal vez, porque la resolución 59/13 en realidad lo único que resuelve es aprobar un plan que aún no está confeccionado; es decir, aprueba una idea de alguien o de algunos brillantes asesores militares no militares).

Mientras se nos hunden los buques por simple aplicación de los principios de Arquímedes y con una pequeña intervención de la ley de la gravedad (aún no derogada) y mientras que en los considerandos de la resorrecomendación 59/13 (mezcla de resolución y recomendación) se establece claramente que los liceos militares deben adaptarse a la firme convicción imperante en el Mercosur y en la Unasur de “transformar a la región en una región de paz”, Brasil se prepara para la paz con un ambicioso plan de construcción de submarinos convencionales y nucleares. Al mismo tiempo, Chile mantiene a punto su flota, incorpora nuevos buques y sus soldados marchan alegres y pacíficos por las playas de Viña del Mar cantando su amor por los argentinos, peruanos y bolivianos.

Volviendo a los liceos militares y a la preocupación tendiente a que nuestros niños y jóvenes no empuñen armas salvo que sea para delinquir, sería bueno recordar que el objetivo primario de estos institutos de enseñanza no es formar un ejército de pichones de Rambo, sino obtener como meta civiles con un cierto grado de relación y eventual compromiso con las instituciones militares, que no son ni más ni menos que instituciones de la Patria, de la Patria de todos.

Los propios liceos consideran que han fracasado en su propósito cuando un egresado decide incorporarse a alguna de las escuelas militares de oficiales, ya que la respectiva fuerza lo formó para que se abra paso en la vida en otra disciplina y sea un medio de proyección de ésta en la sociedad civil.

Es verdad que egresan con una jerarquía militar que no es honorífica sino que por el contrario les genera una potencial obligación de responder al llamado de la Patria si éste ocurriera. Y que ese barniz militar que adquirieron les será útil para desempeñarse medianamente con éxito al saber diferenciar a un cabo de un general o a una pistola automática de una para el riego del jardín.

Ese acceso limitado y controlado a la vida militar a temprana edad no pareció ser nocivo hasta el presente. Es cierto que muchos almirantes, generales y brigadieres del proceso salieron de liceos militares, como también lo hicieron los ex presidentes Raúl Alfonsín Fernando de la Rua, y el ex vicepresidente Julio Cleto Cobos, además de otras personalidades de la actual gestión a nivel nacional y provincial: el jefe de la AFIP Ricardo Etchegaray, el interventor en la Administración General de Puertos y el actual ministro provincial rionegrino Fernando Vaca Narvaja. Se puede decir sin temor a equivocarse que los liceos son en cierta forma un crisol, sino de razas, al menos de destinos e ideologías, ¿no?

La nueva corriente de pensamiento, los (ya viejos) nuevos escenarios, los derechos del niño (esos que le permitirán a un chico de 16 años votar, manejar un automóvil, casarse, etcétera ) y algunas otras consideraciones que no vienen al caso, nos llevan hoy al desafío de replantear el funcionamiento de los liceos.

Entre las reformas previstas se encuentran:

  • Que ya no existan militares en los liceos militares, incluyendo la elección de un director no militar y profesores no militares para esos liceos militares (la redundancia a veces sirve, y mucho);
  • Que se supriman todas las materias relacionadas con la actividad militar;
  • Que se abandone la disciplina militar (light) que tienen estos establecimientos;
  • Que vuelvan a ser gratuitos (un tiro para el lado de la justicia).

En resumen, que dejen de ser lo que son para ser otra cosa, tal vez muy buena, pero que no pareciera ser lo que los cadetes que allí se forman y sus padres eligieron.

Vamos a ser realistas: ni el universo, ni el mundo, ni el país, ni su vida, ni la mía van a cambiar porque existan en la Argentina cinco, diez, quince, veinte liceos militares o ninguno. No va a cambiar ni tan sólo la vida de quienes allí se forman -bueno, un poco sí-, pero tal vez no nos demos cuenta de que de tanto democratizar y aggiornar a diestra y siniestra, tal vez (y sólo tal vez) estemos siendo democráticamente déspotas.

La oferta educativa pública y privada del país es amplia. Hay colegios en los que se usa riguroso uniforme, se reza y en inglés, hay otros en lo que resulta difícil ver a dos estudiantes vestidos de manera parecida, y en los que los alumnos sólo se encomiendan a Dios cuando están a punto de rendir un examen para el que no están del todo preparados. Todo ello en libertad y respetando ese maravilloso regalo que nos da esta tierra. La diversidad.

¿Cuál sería el problema en aceptar que un grupo de esos jóvenes y sus familias acepten voluntariamente un sistema de formación determinado, que padres e hijos disfruten de determinados valores, reglas de juego y de exigencia que no son mejores ni peores que otras, pero son las que quieren elegir?

Una profunda confusión aporta esta resolución al entremezclar el manejo de armas con fines de enseñanza con la violencia. Prohibamos entonces en forma inmediata la práctica del fútbol en todos los colegios a la luz de lo que ocurre en nuestros estadios cada domingo.

O mejor aún, decidamos eliminarlos y ahorrémonos ríos de tinta y soluciones a medias que traerán más problemas que soluciones. Más de 30 millones de pesos se están gastando en este mismo momento en la construcción del nuevo Liceo Naval Almirante Brown dentro del predio naval de Vicente López. ¿Tiene sentido seguir? Si el director será un civil, ¿qué haremos con el jefe del director, que seguirá siendo un almirante?, ¿lo nombraremos doctor honoris causa para que el grado no contamine la civilidad del claustro?

Aunque no parezca, estas líneas no son una crítica, son un sincero aporte. La Defensa (con todo lo que implica) debe necesariamente ser una política de Estado; cuanto más continuidad tenga, mejores serán sus resultados. Adoptemos la que nos convenga, pero de una buena vez elijamos una y para siempre o para lo más que se pueda.

Liceos, armas, defensa, fuerzas de reserva… Es tarde, se me confunden las ideas mientras escribo. Levanto la mirada y allí lo veo; colgando en la pared, mi diploma de Capitán de Fragata de la reserva naval de la Armada Argentina. El máximo grado que la ley le concede a un ciudadano. Releo en el decreto respectivo (1028/2006), los considerandos por los que se me otorgó: “Que la reserva naval está conformada por ciudadanos provenientes de la Marina Mercante y del quehacer nacional que por su trayectoria, especialidad y prestigio tienen una estrecha vinculación e identificación con los principios y los objetivos fundamentales que animan el accionar de la Armada” y que “es conveniente lograr una activa participación de los oficiales de la reserva en los asuntos inherentes a la defensa de la Nación…”. Llego a las firmas de quienes me dieron semejante honor y no lo puedo creer: Nestor Kirchner y Nilda Garré.

Por favor que alguien me explique quién nos cambio el guión.