Fue la impronta humorística de Roberto Pettinato la que rescató del olvido a este antiquísimo juego en el que dos contendientes intentan imponerse el uno al otro doblegando el filo de la tijera con una piedra; neutralizando a ésta envolviéndola en un papel o cortando este último con la primera.
Un viejo profesor de la Escuela de Guerra Naval solía usar este juego para ironizar sobre la vida misma. Asimilaba el papel al poder de la legalidad o al arte de la diplomacia, imaginaba los cientos de hojas en los que se plasman desde la constitución nacional a convenios y tratados internacionales; mercados comunes y hasta acuerdos de paz. La piedra sin lugar a dudas era el símbolo de la guerra, de la destrucción y la barbarie. La tijera simbolizaba a la política; ya que esta podía con total facilidad destruir acuerdos, violar principios constitucionales, arrasar con la ley y llevar inexorablemente a una sociedad a tomar el camino de las piedras…
¿Se puso alguna vez a pensar, amigo lector, cómo funcionan en nuestra mente los mecanismos de capacidad de asombro y acostumbramiento? Le doy un ejemplo: un buen día nos despertamos observando azorados las imágenes de un señor vestido con ropas color anaranjado a punto de ser salvajemente decapitado a manos de un tenebroso personaje encapuchado; increíblemente, hoy esas escenas son tan habituales que ya no nos llama la atención tomar conocimiento de un nuevo y abominable hecho de este tipo. Los asesinos de ISIS ayer quemaron vivo a un militar jordano, tal vez para demostrarnos que siempre hay una vuelta de tuerca más para desplegar horror. Continuar leyendo