Aunque un poco devaluado por la profunda crisis económica que atraviesa con mayor o menor fuerza a casi todas las clases sociales argentinas, puerto Madero conserva buena parte de su movida nocturna. Transito intenso, peatones deambulando por ambas márgenes de esos diques que alguna vez albergaron a la poderosa flota de nuestra Marina Mercante y que hoy con holgura cobijan a medio centenar de lujosas embarcaciones deportivas; mucho atuendo típico del extranjero en plan turístico y una interminable hilera de restaurantes y bares bastante colmados de gente, conforman una postal digna de la prosperidad que indica el modelo y pregona el relato.
Pero al llegar a la esquina de Alicia M de Justo y Av. Belgrano, el brillo incandescente de las luminarias se interrumpe abruptamente. Un enorme “agujero negro” de cien metros de largo por ochenta de alto “encandila” con su oscuridad los ojos de transeúntes nativos y foráneos.
Esa enorme estructura edilicia a oscuras brinda al instante dos mensajes contrapuestos que podrían resumirse con la frase: “el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser” . Construido hacia el fin de la década del 30, el Edificio Libertador General San Martín es una joya de la arquitectura local. De estilo francés y techos rematados con pizarras negras como detalle de categoría, supo ser el primer ministerio de guerra de una Argentina con vocación de potencia regional. A diferencia de otros palacios de nuestro país, al margen de las distintas denominaciones que sus ocupantes le dieron a sus dependencias, siempre representó ser algo así como la sede central de la defensa nacional.
Hoy en sus dieciséis pisos se encuentran: el ministerio de Defensa de la Nación, el Estado Mayor Conjunto de las FFAA, la Jefatura del Estado Mayor General del Ejército y varias dependencias de esta fuerza, entre ellas la sede del “todopoderoso” Servicio de inteligencia del ejército, con instalaciones totalmente remozadas que incluyen una espectacular sala de situación con paredes enteladas y detalles de diseño. Durante la gestión de Nilda Garré al frente del ministerio se dispusieron locaciones para los jefes de la Armada y de la Fuerza Aérea, las que aún permanecen vacías ya que la cultura militar y la poca noción que aún tienen nuestros mandos militares sobre la conjuntes operacional hacen que ningún brigadier o almirante de cuatro estrellas quiera compartir edificio con el mandamás local, el Jefe del Ejército
Así las cosas, y como usted sabe, amigo lector, el miércoles pasado y, al igual que el resto de la Capital y el gran Buenos Aires, las arterias conductoras de fluido eléctrico, telefónico, informático y todo otro cableado del imperial palacio colapsaron. Y colapsaron mal, literalmente fueron arrasados por el fuego miles de metros de distintos cables, fruto de una perversa combinación de baja tensión y exceso de carga.
Tal vez a raíz de las bondades de la década ganada, los pisos del “Libertador” fueron viendo incrementar año tras año la cantidad de huéspedes que se cobijan en sus coquetos ambientes. Tantos son que la arquitectura tradicional cedió frente al avance de los paneles de “roca de yeso” de marca muy conocida. Cientos y cientos de cubículos para albergar a nuevos asesores de nuevos secretarios y subsecretarios que ocupan las también nuevos cargos a partir de las sucesivas modificaciones orgánicas de la cartera ministerial . Cientos y cientos de jóvenes militantes ávidos de viajar en esos aviones “Hércules” que ya casi no despegan o dorar sus torsos bajo el arrullo marino y el velamen de la fragata Libertad. Todos con función jerárquica, todos con despacho, todos con confort nacional y popular que obviamente incluye aire acondicionado, microondas, centritos de computo por doquier y mucho pero mucho smart TV para seguir de cerca el devenir nacional.
Y así fue que el coqueto y octogenario edificio dijo ¡basta! El calor acumulado en sus cables por tanto consumo no calculado, mutó en llama (ciertamente no sagrada) y no quedó nada. Desde el conmutador que nos daba la bienvenida ya no con sones marciales pero sí con algún tangazo, hasta los servidores de la dirección de informática del ministerio, pasando lógicamente por los equipos de acumulación de información del generalísimo Milani. Agentes de campo que no tienen a quien reportar y analistas sin “luz” son la consecuencia más patética de la triste realidad.
Podría hablarle, querido amigo lector, de otros sectores. La FM Soldados, la sastrería militar, las dependencias de la obra social del Ejército y por qué no de las instalaciones del recién creado comando de “Ciber-Defensa”. Todos y todas los que aquí trabajan están de franco en sus casas, en una decisión transversal e inclusiva que une a civiles y militares, espías y distraídos; políticos y administrativos, militantes y a aquellos pocos que aún no lo son.
Si bien la defensa nacional no es algo que importe mucho, tampoco es para no preocuparse. Los espías del General tienen en Campo de Mayo sus instalaciones de “back up”; ya se comenzó a estudiar la posibilidad de llevar a los más de 700 agentes de Inteligencia hacía allí. Pero, claro, mudar a nuestras “99” lejos del jardín maternal de sus hijos y hacerles rendir las “SUBE” con los mayores costos de transporte más que asemejarlas a la mítica agente de “Control” las sumerge en un absoluto y verdadero “ Caos “ (esos eran los malos ¿se acuerda?)
Gracias a la ausencia de hipótesis de conflicto, y a que merced a nuestra política exterior nos hemos ganado el “cariño” de nuestros vecinos, no se avizoran en el corto plazo peligros bélicos. Lo que es una verdadera suerte ya que si los hubiera el eventual enemigo no tendría dónde entregar la declaración de guerra y el ministro Rossi debería instalar el tablero táctico en living de su casa.
Ironías y bromas al margen, el incendio y posterior apagón del “Libertador” es una alarmante muestra a escala de la situación de la Nación. Declamamos abundancia pero respiramos miseria; pregonamos eficiencia estatal, pero exudamos inoperancia, clientelismo y mediocridad de gestión; alardeamos planificación federal; pero se nos apagan las centrales, se nos caen las redes y hasta se nos queman los cables.
Y se sigue construyendo una “ nueva Argentina” con bases cimentadas con discursos groseros, con columnas erigidas con ilusiones delirantes, con planos proyectados con modelos y relatos vacíos de lógica y razón. Una patria que es inclusiva en la oscuridad fruto de cables finitos y mentes estrechas, igualitaria en la inseguridad para todos y todas, ecuménica en lo que respecta a los avatares socio-económicos. En fin, mediocre, ficticia y decadente.
Mientras tanto, desde alguna locación descentralizada del ministerio de Defensa, un empleado por estas horas ha de estar redactando aquello que los empresarios amigos del poder esperan con ansia y que comienza más o menos así: “ Llamase a contratación directa por razones de urgencia impostergable a la renovación integral de toda la instalación eléctrica del edificio Libertador. No importa lo que cueste, a la hora de contratar esta gestión no escatima en gastos”.