Ensalada rusa

putin

Semana a semana, ladrillo por ladrillo, la obra maestra de la arquitectura egipcia se sigue construyendo. La construcción no parece ser de muy buena calidad. Nació floja de cimientos y, en su afán de llamar la atención a buena parte del mundo, corremos el riesgo que en algún momento o alguien la derribe por espantosa o que se caiga sola por su propio peso. Señores, señoras y sobre todo amigo lector, ahora sí hemos de ver la luz al final de túnel: tenemos televisión rusa para todos y todas. Son tantos los lazos sociales, culturales, étnicos y morales con la tierra de los zares, que resulta hoy increíble imaginar como pudimos subsistir hasta aquí privados de esta unión televisiva.

Como Ud. sabe querido amigo, mientras aquí disfrutamos con orgullo de conquistas tales como el matrimonio igualitario y el cambio de sexo en el DNI a “piaccere”, Rusia está gobernada por un señor que si bien se llama Putin, considera a la homosexualidad como una enfermedad repudiable. Siendo más bien partidario de la condena al gay que a darle por ejemplo el ministerio de Cultura.

No es menos cierto que mientras aquí nuestros motochorros conceden entrevistas si su agenda delictiva se los permite para explicar que apuntan a los cráneos de los turistas porque sus nenes cumplen años y querían la fiestita con payasos, globos y piñata, las cárceles rusas albergan por muchos años y en condiciones no del todo humanitarias a decenas de delincuentes que siendo de poca o mucha monta, terminan entendiendo que con la ley allí no se juega.

Mientras Argentina es “un país con buena gente”, tierra regada de jóvenes idealistas que otrora tomaron las armas en defensa de sus sueños, arruinando los de miles de familias de soldados rasos, agentes de policía, ejecutivos de empresas y hasta criaturas de un jardín maternal. Rusia no parece soportar demasiado a la juventud y mucho menos al “idealismo post adolescente”. Se lo pueden preguntar a los “chicos” de Greenpace que hace unos meses vieron desvanecer su epopeya ecológica tras los gruesos barrotes de una prisión en San Petersburgo (¿se acuerda, amigo lector?). O tal vez a aquellas bonitas señoritas de la banda musical “Pussy Riot”, que cobran muchos “palos” en cada presentación. Pero son palos que les dan por la cabeza los agentes de policía , ya que están acusadas de vandalismo. ¿El delito? Cantar canciones de protesta. De hecho algunas de ellas enfrentan penas de hasta 7 años de cárcel.

Orgullosos rioplatenses que han desterrado para siempre la tenebrosa sombra del golpe militar y que han puesto a las fuerzas armadas en su lugar, prohibiéndoles inmiscuirse en asuntos de seguridad interior, desactivando asimismo las actividades de espionaje interno (bueno, a algún que otro general lo dejan espiar un poquito todavía) , mamarán a partir de ahora las enseñanzas de un régimen encabezado por uno de los más conspicuos jerarcas de la famosa KGB soviética, que mantiene aún hoy en la Rusia “democrática” una de las policías secretas más poderosas del mundo. El espionaje interno y la delación son moneda corriente por aquellos lados a pesar de la “Perestroika”.

“Pluralidad de voces” se declama desde atriles ocupados por exitosos abogados argentos. “La información es peligrosa” recita en cambio don Vladimir cuando nos saluda en ruso vía Skype. Obviamente cualquier argentino medio pudo entender sus palabras: son tan parecidas nuestras lenguas que no hizo falta ni traducción de voz ni de señas para disminuidos auditivos.

Usted, querido amigo, siempre me tilda de irónico, pero a veces la ironía resulta ser más gráfica que una explicación detallada y basada  en el sentido común.  Ahora, si le digo que a partir de aquí la dejaré totalmente de lado, por favor créame.

Putin es un hombre obsesionado por el poder. Luego de agotar sus dos primeros periodos presidenciales, buscó desesperadamente la forma de no perder protagonismo político. Para ello, postuló para sucederlo a Dimitri Medvedev, quien al asumir lo nombró inmediatamente Primer Ministro del gobierno a fin de no solo asegurarle impunidad sino además como forma que pudiera seguir manejando a su antojo los hilos del poder. Luego, en marzo de 2012, inició su tercer periodo presidencial y, oh casualidad, ¿a que no sabe a quién nombró como Primer Ministro?  A su sucesor y antecesor, al bueno de Dimitri Medvedev. Parece que por aquellos pagos poner a la esposa, la hermana y hacer calentar en el banco al hijo no es del todo bien visto, pero siempre hay alguien de confianza. De última, los amigos a veces son mejores que la propia familia.

Muchas publicaciones europeas, que supongo no responden al Sr. Magnetto ni a La Corpo, cuentan sin empacho que en Rusia “la corrupción es galopante, en la política, en el poder judicial. Todo se compra y se vende. Los abogados tienen poco trabajo porque cuando alguien tiene un problema directamente soborna al juez” (según relata el periodista español Salvador de Pedro Buendía en un famoso portal de noticias español)  Pero, claro seguramente, es una infame maniobra de los medios…

Con algún poco más de protagonismo internacional que nuestra máxima líder nacional y popular, Putin consigue que de este lado del mundo lo atiendan cuando llama por teléfono. Es algo lógico, el “ruso” puede invadir un territorio para intentar anexarlo a su feudo, desbalancear el siempre frágil equilibrio mundial o tomar alguna medida preocupante. Nosotros con los “pibes para la liberación” los cantos anti-buitres o los insultos a un juez de New York no movemos mucho el amperímetro del mundo, siendo que vamos día a día en camino a estar más presente en las pantallas del History Channel que de la CNN.

En el fondo, menos mal que Russia Today trasmitirá en directo nuestra épica revolucionaria a millones de hermanos y compañeros de lucha antiimperialista. De Moscú a Siberia, del estrecho de Bering al Mar Negro, los camaradas podrán ver cada día como progresa nuestro amado país,  ver el bienestar creciente de muchas ciudades del norte de la patria fruto de la cada vez mayor “inclusión social”. Aprenderán sobre la manera adecuada de manejar las cuestiones de seguridad ciudadana. O acerca de cómo se doblega a quienes atentan contra la democracia intentando adquirir la divisa del imperio para proteger su salario. Escucharán tediosos discursos con miles de palabras que no dicen nada, pero no les importará mucho porque ellos hablan ruso y no hay forma conocida de traducir cosas tales como “Che gorila presta mucha atención” o “Si la tocan a Cristina que quilomb… se va a armar”.

Estimado amigo, me gustaría cerrar esta columna como siempre hago, con una reflexión sujeta  a su aprobación o su crítica.  A veces la realidad lo permite;  en otras ocasiones, como en este caso,  es tan duro, tan terrible y tan cruel lo que uno debería decir, que un prudente silencio es lo más adecuado.

Pero puesto en la tarea de buscar semejanzas y diferencias con nuestros nuevos “amiguitos de travesuras” encontré tal vez la  similitud  más triste de todas,  una que sin lugar a dudas habla del hartazgo de los pueblos cuando sus dirigentes les dan  la espalda, y se atreven a pergeñar estrategias que mucho distan de los deseos y necesidades de sus conciudadanos, creyéndose realmente que son una casta superior libre de pecado. Sería largo de explicar, pero la imagen que le adjunto es de por sí contundente. Un ciudadano ruso sostiene en su mano un cartel con la foto de nuestro “aliado”  que dice  “ NO! 2050”, un sarcasmo para graficar que no quieren un Putin eterno, que están hartos , que no dan más.  Ahora que lo pienso… ¿Putin eterno? ¿Donde es que escuché esa frase?