Boleta electrónica: elogios y dudas

La implementación de la Boleta única electrónica (BUE) en las PASO de la Capital (de manera provisoria) y de Salta dejaron más dudas que certezas y dispararon una fuerte discusión discursiva con respecto a velocidad, transparencia, y seguridad del sistema.

El discurso del proveedor del servicio. Para ambos distritos fueron las palabras del Grupo MSA. La firma, en tono defensivo, apuntó contra los críticos de la BUE diciendo que querían volver al “voto papel” para garantizar el “voto cadena” que, según la empresa, no garantizaba la transparencia del comicio. 

En segundo lugar apareció el del contratante del sistema. El gobierno de la Ciudad, en menor medida, y sobre todo el de Salta, en sintonía con el proveedor, elogiaron la rapidez y transparencia de las urnas electrónicas. Los de Salta acusaron a su principal competidor, Juan Carlos Romero, de “mal perdedor” y encararon una campaña en los medios nacionales y locales. La misma incluyó al Ministro, Eduardo Sylvester, y al vocero de la firma, Nicolas Deane, negando maquinaria obsoleta y mostrando la facilidad del uso del sistema.

El tercer discurso es el del que padeció o podría padecer a la boleta electrónica. Aquí están los votantes que protestaron por la falta de capacitación en el uso y por las irregularidades de las maquinas. Pero también las palabras de los opositores al Gobierno contratante. Todo el arco opositor, pasando por el salteño Romero hasta el candidato de ECO, Martín Lousteau, enfocaron las criticas explicando que “más velocidad no es mayor seguridad”.

El cuarto discurso es el de los especialistas. Aquí predominaron los textos de expertos en transparencia e informática como Delia Ferrerira y Javier Smaldone respectivamente y las Ongs Poder Ciudadano y la Fundación Vía Libre. Los reclamos apuntaron a que la boleta electrónica dificulta la participación ciudadana en el control, pone en riesgo el secreto del sufragio y privatiza las elecciones tercerizando en una empresa la implementación del acto electoral. De esa manera,en el mercado de los expertos, predominaron las críticas con excepción de Poder Ciudadano que señaló “fortalezas y debilidades” del sistema.

Sin embargo, el que sorprendió fue el que podríamos denominar como doble discurso entre lo verbal y corporal. Aquí se destacó el jefe de Gabinete , Anibal Fernández, que desde lo verbal ratificó su oposición con un renovado de que “cada urna electrónica tiene un software y ese software puede decir lo que nosotros le queremos hacer decir.Es peligroso desde cualquier punto de vista porque uno pierde el control de lo que está haciendo”. Sin embargo, el 12 de abril pasado, luego de las elecciones de Salta, lo discursivo no fue acompañado por lo corporal. Ahí se pudo ver a un exultante Fernández que, a diferencia de un serio Juan Manuel Urtubey, festejaba que el kirchnerismo había salido primero en la PASO. Definitivamente y, más allá de que en nuestra Argentina solemos celebrar hasta los partidos ganados con goles con la mano, el lenguaje corporal de Aníbal no coincidió con el que suele advertir sobre las amenazas del sistema.

En resumen, a excepción de las contradicciones del jefe de Gabinete, predominan dos grandes posiciones: los defensores de la boleta electrónica que abogaron por la velocidad como principal atributo y los detractores de la misma que la criticaron por las graves fallas de seguridad. Sin dudas un dispositivo destinado a elegir a los representantes del pueblo debe, más allá de las posturas encontradas, garantizar ambos atributos y, sobre todo, despegar cualquier tipo de duda en cualquiera de los actores que participan del proceso electoral.

Los límites de la comunicación política

En los últimos años la mayoría de los consultores políticos profundizaron la tesis de que “sin comunicación no hay gestión”. Es verdad que lo que no se comunica prácticamente no existe, pero sobredimensionar la comunicación en detrimento de la gestión se ha transformado en una debilidad para los políticos. Generalmente, los que más se preocuparon por comunicar en lugar de gestionar fueron los que más dificultades tuvieron para ser elegidos o reelegidos para gobernar un municipio, provincia o país.

En las elecciones legislativas la situación suele ser más accesible y se eligen políticos que puedan dar buenos debates de ideas y/o opinar sobre la coyuntura. Son dirigentes que la gente los elige para que estén en los medios de comunicación, sean concejales, legisladores, diputados o senadores pero les desconfían para ocupar puestos de gestión.

En la mayoría de los partidos de Argentina hay grandes comunicadores que han tenido dificultadas para ocupar cargos ejecutivos. Un ejemplo es el de Elisa Carrió, que se presentó para presidente en las elecciones de 2003, 2007 y 2011 perdiendo en todas las oportunidades. Sin embargo, a Carrió la gente la elige para los cargos legislativos y, dicen los productores, para que esté en la televisión porque da rating. Algo similar sucede con Fernando “Pino” Solanas, Margarita Stolbizer, Francisco De Naravez, entre otros. A ninguno les alcanzó la comunicación para ser elegidos para cargos ejecutivos.

En cambio, los que más críticas recibieron con respecto a su discurso han sido los que mejores posibilidades tuvieron a la hora de ser elegidos para gobernar. Daniel Scioli y Mauricio Macri fueron los políticos que más dardos o humoradas recibieron a lo largo de su carrera por su manera de expresarse. Pese a esto, han podido armar un equipo de gestión que generara hitos comunicables. Por mencionar algunos, el PRO logró transmitir muy bien logros como los subtes, el Metrobus, la Policía Metropolitana, el Teatro Colón, y asociarlos a la figura de Macri. En tanto, el equipo de Scioli, en su última campaña denominada Buenos Aires Activa, también enfocó a destacar la gestión del gobernador en temas como reclutamiento policial, parques industriales, secuestro de armas y drogas, unidades de pronta atención, escuelas técnicas, el Estadio Único, entre otras.

Si hoy analizamos a los candidatos presidenciales, las encuestas ubican en lo más alto a cinco políticos que han demostrado experiencia en gestión provincial y municipal: Hermes Binner en Santa Fe, Mauricio Macri en Capital Federal, Daniel Scioli en Buenos Aires, Julio Cobos en Mendoza y Sergio Massa en Tigre. Lejos de ellos se ubican los que han privilegiado ocupar cargos legislativos o ministeriales como Florencio Randazzo, Julián Dominguez o Ernesto Sanz. Randazzo es el que entendió que la gente lo que más valora de los políticos es que trabajen para que le solucionen los problemas diarios. En esa dirección apuntó a comunicar su tarea al frente de la política ferroviaria.

El caso de Sergio Uribarri y Juan Manuel Urtubey, gobernadores de Entre Ríos y Salta respectivamente, parecen ser una excepción. Son dos gestores que, pese a tener una presencia elevada en los medios, no han enfocado en comunicar logros de gestión sino en su pertenencia incondicional al espacio del kirchnerismo. Eso, hasta el momento, no ha servido para cautivar el electorado nacional y, en cambio, empiezan a tener algunos inconvenientes para renovar sus mandatos provinciales.

En resumen, los que lograron un equilibrio entre comunicación y gestión fueron los que ganaron la confianza de un electorado que, en los últimos años, reclama que los dirigentes puedan presentar hechos concretos de que han podido mejorar la vida a los ciudadanos. Los que han sobrecomunicado o han hecho poco ven reducidas sus posibilidades.