El desafío de una mirada estratégica

El protagonismo que China adquirió en los últimos tiempos en el plano internacional puede explicarse en gran medida por la contundencia de sus números. Con más de 1300 millones de habitantes es el país más poblado del mundo, mientras que con un PBI aproximado de 13 mil billones de dólares, se posiciona como la segunda economía a nivel global.

En el marco de este crecimiento sin precedentes que viene experimentando el país asiático, América Latina se ha convertido en una región estratégica para sus intereses. Factores vinculados con la complementariedad económica y la importancia geopolítica que supone para China tener un pie en la región, han sido claves para explicar su mayor presencia durante los últimos años. China es el segundo socio comercial y la tercera fuente de inversión de América Latina. En 2013, el comercio bilateral superó los 260.000 millones de dólares y las inversiones de China en la región representaron el 13 % del total en el extranjero.

En este marco, la visita del Presidente de China, Xi Jinping, a cuatro países de la región resulta un hecho relevante desde el punto de vista político/simbólico, ya que constituye su segunda gira oficial por América Latina en transcurso de un año y medio. Innovación, financiamiento para infraestructura e intercambio comercial son algunos de los tópicos centrales sobre los que giró su agenda.

Una ecuación casi perfecta. China crece y mira hacia la región. Obviamente que para América Latina en general y para Argentina es particular, esto supone una oportunidad que no podemos desaprovechar. Las dimensiones de sus mercados, el potencial de sus inversiones y su capacidad científico-tecnológica, son elementos muy atractivos para la promoción del desarrollo y crecimiento de nuestros países.

Estamos en presencia de una realidad altamente favorable. Está en nosotros no sólo poder capitalizar esta oportunidad, sino lo que es más importante aún maximizar sus beneficios. Esto supone dejar de ser actores pasivos que acompañan los términos de la agenda que nos plantea Beijing, para pasar a tener una mirada estratégica, con una agenda propia y diversificada de vinculación, que trascienda el objetivo de la inserción de nuestros productos primarios. Pero para ello, debemos pensar y planificar con la mirada puesta en el largo plazo, partiendo del diálogo y el consenso político. China nos plantea el desafío de articular una política de Estado, donde tengamos en claro qué Argentina queremos para el futuro de nuestro pueblo.