¿Cómo se educará la Generación Y?

Gabriel Sánchez Zinny

En todo el mundo asoma una nueva generación marcada irrevocablemente por la naturaleza colaborativa de internet y la influencia decisiva de las redes sociales. Conocida como la “Generación Y” -o simplemente “Millennials”- esta generación, integrada por los nacidos entre 1983 y 2000, está comenzando a dejar su huella.

En América Latina hay más de 157 millones de millennials, lo que comprende alrededor del 26% de la población total de acuerdo a un estudio reciente de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ). Se trata de un dividendo o “bonus” demográfico decisivo, tomando en cuenta que una población joven incrementa la productividad, empuja el consumo y el crecimiento económico. Los latinoamericanos deben aprovechar las ventajas de esta tendencia para potenciar el capital humano que representa esta generación. Para eso, sin embargo, los sistemas educativos regionales necesitan adaptarse.

El abordaje de los millennials hacia la escuela es único en el sentido de que son probablemente la primera generación nativa digital, que creció conectada e inmersa en la tecnología. De acuerdo con un estudio de Telefónica y el Financial Times, los millennials pasan en promedio seis horas diarias conectados a internet. El estudio, basado en más de 12.000 encuestas en 27 países, halló que los millennials latinoamericanos usan aún más internet, hasta 7 horas diarias.

Esta conectividad atraviesa todos los aspectos de la vida diaria, desde el modo que se informan, se entretienen y hasta se conectan con sus amigos. Como dice Gabriella Ippolito, una graduada reciente de la Universidad de Denver de 25 años: “internet me permite estar conectada con amigos de todo el mundo y acceder a información cada vez que quiero”.

Parte del desafío que enfrentan nuestros sistemas educativos es que los ambientes poco tecnificados de muchas de las aulas contrastan con la realidad de los alumnos que procuramos formar para competir por empleos globales, a menudo en los sectores de servicios informativos o tecnológicos. El 76% de los millennials en todo el mundo posee un smartphone. En América Latina, el 62% posee una laptop, el 58% una computadora de escritorio y el 22% una tablet. Sin embargo, las horas que pasan en la escuela contrastan dramáticamente, ya que las tecnologías a las que están acostumbrados -y su carácter personalizado y adaptado a los intereses personales- raramente existen en sus sistemas educativos.

Por tanto, parece claro que la actual oferta de cursos en universidades e instituciones de estudios necesitarán actualizarse para mantener a esta generación interesada, comprometida y aprendiendo. Lo que está por verse es cómo sucederá esto. La buena noticia es que los jóvenes en general ven a la educación como un factor clave para encontrar un buen trabajo. También entienden que la universidad es especialmente importante, en línea con los hallazgos del informe de Telefónica/FT, donde el 53% admitió que mejorar la educación es crítico para hacer la diferencia en el mundo, aun comparado con otros temas como energía sustentable, protección ambiental, o alimento y vivienda.

Pero la baja calidad de la educación actual es aún preocupante, especialmente en América Latina. En una encuesta reciente de la OIJ, más del 60% de los jóvenes españoles y latinoamericanos afirmó que su formación es “aceptable” mientras que sólo el 10% la calificó de “muy buena”. Esta baja percepción de la educación regional es otro desafío para los líderes educativos.

Para esta generación, empleos más calificados y mejor pagos requieren cada vez más dominio tecnológico. Pero también demandan habilidades superiores de pensamiento crítico, y otras soft skills como actitud emprendedora, la capacidad de procesar con rapidez gran cantidad de información para la toma de decisiones y adaptabilidad.

Estas habilidades no son las más premiadas en nuestro sistema escolar tradicional. Consecuentemente, más del 60% de los latinoamericanos afirma que la transición de la escuela al trabajo es bien desafiante. Los millennials también son conscientes de que la escuela nunca se termina del todo, ya que el aprendizaje permanente es hoy una precondición para el éxito. En este marco, el entrenamiento profesional tanto dentro como fuera del trabajo, es cada vez más demandado.

Estos cambios significan que los miembros de la generación millennial pasarán por muchos trabajos a lo largo de sus vidas. No recibirán compromisos laborales de largo plazo, y tampoco parecen esperarlos o desearlos. Esta generación está demandando una forma de aprendizaje diferente, y necesitaría nuevas habilidades para desarrollarse profesionalmente. El sistema educativo deberá adaptarse.