“Las escuelas tradicionales seguirán existiendo y la abrumadora mayoría de los niños seguirán asistiendo a ellas, pero pasarán a ser centros de enseñanza personalizada a través de contenidos interactivos en lugar de clases con pizarra, manuales y calificaciones. En el secundario y primario, cada niño tendrá una computadora para trabajar a su propio ritmo en programas personalizados, que serán provistos a través de la tecnología, adaptados a sus necesidades y fortalezas”.
¿Es este escenario de ciencia ficción? ¿Puede volverse realidad alguna vez? ¿Y si lo hiciera, mejoraría la calidad? ¿Cuál sería el rol de los maestros?
Ron Packard se refiere a estas preguntas en su último libro Education Transformation. En particular, resalta cómo la tecnología puede proveer alternativas educativas valiosas, especialmente para estudiantes de bajos ingresos en comunidades con escuelas vulnerables.