“La escuela estaba en pésimas condiciones –bajas tasas de graduación, violencia pandillera filtrándose desde un vecindario convertido en un campo de batalla, y una comunidad educativa cercana a su punto de quiebre.” A diferencia de lo que uno podría imaginar, no es la historia de una comunidad marginal en un país en desarrollo. En relato proviene del corazón de Nueva York, según cuenta Joel Klein, responsable del sistema educativo de la ciudad durante la administración de Michael Bloomberg.
A comienzos de la década de 2000, cuando Klein asumió su función, Nueva York enfrentaba desafíos similares a los de varias ciudades latinoamericanas. Bajo rendimiento –especialmente en comunidades vulnerables- , falta de rendición de cuentas, carencia de alternativas educativas para los padres, y pesadas burocracias obstruían casi por completo las posibilidades de reforma. En su nuevo libro, Lecciones de Esperanza: Como Corregir nuestras Escuelas, Klein comparte su experiencia sobre la transformación de un sistema “con escuelas a medida de las necesidades de los alumnos, no de los adultos.”
Mientras muchos reformadores parecen dedicar su retórica a apaciguar a los críticos, Klein toma otro camino. Por el contrario, ofrece una decidida defensa, arraigada en su paso por la función publica, de los motivos por los que es más necesario que nunca evitar que las reformas educativas se liguen a los ciclos políticos. “Klein produjo un excelente material para la reforma educativa a nivel urbano”, sostiene Esteban Bullrich, actual Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires –un sistema muy parecido al neoyorquino por tamaño y cantidad de estudiantes.
“Los datos –encuestas, estudios, reportes- son muy importantes, pero sobre todo se necesita liderazgo,” continua Bullrich. “Construir un equipo competente, el apoyo de tu jefe –el jefe de gobierno- sea local o federal, y se necesita lidiar con una gran variedad de grupos de interés: la comunidad de negocios, sindicatos, los medios, grupos de padres, todos los cuales tienen perspectivas y puntos de vista contrapuestos. Este tipo de liderazgo político es clave para sostener la reforma y generar mejoras reales para los alumnos.”
En esta línea, Klein articula una estrategia clara para sistemas escolares de baja calidad, basada en cuatro pilares de cambio. Los dos primeros tienen que ver con inyectar más opciones y flexibilidad en el sistema, promoviendo escuelas independientes de gestión mixta y cerrando otras que no producen resultados. Un tercer punto es implementar políticas que “empoderen a directores y les permitan ser los verdaderos líderes de sus escuelas,” mientras que el último paso es promover la innovación en un sistema que ha operado por largo tiempo como un virtual monopolio excluyendo a nuevos participantes, nuevas tecnologías y nuevos métodos pedagógicos.
La experiencia de Klein debería ser particularmente interesante para los reformadores en otras ciudades alrededor del mundo. Una de sus mejores iniciativas ha sido la creación de las llamadas “iZone” o clusters de escuelas que reciben financiamiento específico para experimentar nuevas metodologías de enseñanza. De este modo, las buenas –y malas- ideas pueden ser testeadas a baja escala sin imponerlas sobre todo un distrito educativo.
La idea del iZone reafirma que las mejoras educativas en general son primero generadas a nivel local. Esto es particularmente cierto en América Latina, donde las prolíficas burocracias federales en grandes países como Brasil, México y Argentina complican al extremo los procesos de reforma a escala. Colombia bajo el liderazgo de la actual Ministra Gina Parody y su Vice Luis Enrique García, puede ser una excepción, pero las más destacadas reformas se has visto a nivel local, como las impulsadas por Bullrich en Buenos Aires o Claudia Contin en Rio de Janeiro.
Mientras Klein ahonda en sus políticas, vuelve una y otra vez sobre la cuestión del liderazgo, enfocándose en la construcción de equipos, evaluaciones de impacto y construcción de coaliciones como si estuviera escribiendo un libro de estrategias de campaña o negocios. En ese sentido, su libro es muy original. El espacio educativo está lleno de expertos en políticas educativas, pero es difícil encontrar análisis sobre la acción política necesaria para llevarlas adelante.
La esperanza de Klein es que una nueva generación de reformadores pueda beneficiarse de sus experiencias. La planificación de la comunicación y de la estrategia es esencial para el éxito de cualquier reforma estructural, especialmente una tan compleja y sensible como la educativa. Los interesados en reformar la educación en América Latina no deberían dejar de leer las lecciones de Klein!